Estas leyendas no solo no desmerecen en nada a las anglosajonas, si no que, escuchadas la víspera de difuntos, a media luz y al calor del hogar nos pondrán los pelos de punta sospechando de cualquier ruido casual que se produzca en la estancia, enviándonos a la cama en donde un sueño intranquilo nos acompañara hasta la llegada del alba.

LA CACERÍA NOCTURNA

“La leyenda del Comte Arnau (el Conde Arnau)”

En la comarca catalana de Ripoll sigue viva hoy día la leyenda del Comte Arnau, quien a causa de sus pecados fue condenado a vagar eternamente.

A mediados del siglo X cerca de Ripoll, se levantaba el castillo del conde Arnau en Mataplana, guerrero infatigable, conquistador de doncellas y gran cazador, fue maldecido por sus vasallos por su crueldad y tiranía. Terminada la construcción de su castillo se negó a dar el pago acordado a sus vasallos, más no contento con eso les pide que construyan una escalera para acceder al Santuario de Montgrony situado a 1.400 metros de altitud excavando los escalones en la roca, prometiéndoles una medida de grano por escalón.

Acabada esta última obra sus súbditos reclamaron el pago acordado, entonces Arnau los mandó apresar colgándolos a la vista de todos para dar ejemplo.

Por otro lado su fama de crápula creció día a día pues obliga a sus vasallos a cumplir con el derecho de pernada, de manera que todos los novios tras la boda deberían entregar a su mujer para pasar la noche en el castillo con el conde, pero no satisfecho con esto persigue a cualquier doncella o mujer de sus tierras mientras el odio de su pueblo despechado crece día a día, pero era tanto el miedo que le tenían que a lo único que se atrevían era a maldecirlo.

Ocurrió que Arnau se encaprichó de Adelaida, la abadesa del cercano convento de Sant Joan de les Abadesses, la requiere en amores y al verse rechazado por ella la secuestra la víspera de la noche de difuntos llevándosela a su castillo, a la mañana siguiente sus cuerpos son encontrados en el bosque destrozados por una jauría de perros.

Por fin el pueblo se cree libre, que sus plegarias se han hecho realidad ante la muerte del conde, aunque lamentan que la abadesa fuera una víctima inocente de su maldición.

En la comarca todo volvió a la normalidad o eso parecía, al año siguiente la noche de difuntos un cuerno rasgó el aire, la tumba del conde se abrió y Arnau salió montando un caballo negro que escupía fuego por los ojos, los ollares y la boca, lanzándose a una cabalgada frenética por sus tierras mientras arrasaba con todas las personas vivas que encontraba en su camino.

Desde entonces en la noche del día de difuntos, al sonido del cuerno el conde Arnau se levanta de su tumba, detrás de él salen los monteros, sus sirvientes y los perros, todos se agrupan junto a él, monta su caballo y se precipitan en una loca carrera en busca de almas. Ay de aquel que en dicha noche se tope con la maléfica procesión ya que al momento quedara encantado, condenado a correr tras el conde por toda la eternidad.

El Sillón del Diablo

Nuestra próxima leyenda nos hace cruzar la península hasta la recia Castilla, en concreto a Valladolid, para ello nos tenemos que remontar hasta 1550, cuando se funda gracias a un permiso real la primera cátedra de anatomía humana de España, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, dirigida por el granadino Alonso Rodríguez de Guevara, quien fue el primer médico que comienza a enseñar a sus alumnos el arte de diseccionar cadáveres, gracias a esto se comienza a conocer el funcionamiento del cuerpo humano.

A esta cátedra se apunta un oscuro personaje llamado Andrés de Proaza, portugués de origen sefardí que con solo 22 años era licenciado en medicina y aspiraba a sacarse la cátedra con el gran maestro. Alumno destacado, su talento comenzó a brillar por su gran conocimiento anatómico, tanto que se llegó a decir que era incluso superior al del maestro a pesar de su juventud.

Proaza vivía en la calle Esgueva cuya parte trasera da hoy a la calle Solanilla, pero entonces daba a uno de los ramales del río Esgueva antes de ser desviado, pronto los vecinos de la zona comenzaron a oír gemidos, llantos y extraños ruidos que provenían de la casa de Andrés a la vez que por el desagüe de su sótano salía un agua sanguinolenta que teñía de rojo el ramal del río, la desaparición de un niño de nueve años visto por última vez en los alrededores de la casa levantó las sospechas del vecindario que acabo por  denunciarlo a las autoridades. De la investigación se encargó el Tribunal Universitario que al registrar su casa y bajar al sótano se encontró con un macabro espectáculo, en una mesa de madera apareció el niño perdido, diseccionado, con evidencias de que se había hecho cuando aún estaba vivo, además de restos de otros cuerpos y de cadáveres de perros y gatos también diseccionados.

El joven médico fue detenido e interrogado y tras aplicarle el consabido tormento confesó que nunca había practicado magia negra pero que poseía un sillón frailero en el que cada vez que se sentaba en él percibía luces sobrenaturales que le ayudaban en la predicción y curación de las enfermedades obteniendo toda la ciencia infusa de la medicina, se lo había regalado un nigromante de Navarra a quien en cierta ocasión había salvado de una persecución de brujas ocultándolo en su casa, quien le advirtió que no dejara sentarse a nadie en él pues quien lo hiciera sin ser médico titulado moriría, así como aquel que lo intentara destruir.

Vuelta a registrar su vivienda apareció el sillón que estaba fabricado en nogal con los brazos desmontables y decorado con motivos florales, con el respaldo de cuero repujado.

Andrés fue sentenciado a morir ahorcado por el Tribunal y una vez cumplida la sentencia todos sus pertenencias salieron a subasta pública, pero el hecho de saber que había matado y diseccionado a un niño y que practicaba la nigromancia, hizo que nadie se interesara por ellos acabando en un almacén de la Universidad como pago por las costas del juicio, allí permaneció olvidado hasta que un bedel lo encontró, viendo que estaba en  buen estado le pareció perfecto para descansar durante las largas horas entre clase y clase así que lo cogió para usarlo, a los tres días el bedel apareció muerto sentado en el sillón, nadie sospechó, aparentemente había sido una muerte natural, se contrató a un nuevo bedel que volvió a utilizar el sillón para descansar, pero a los tres días también apareció muerto sentado en él.

Ante dos muertes seguidas en las mismas circunstancias se procedió a investigar la procedencia del sillón, revisaron los archivos descubriendo su origen y viendo que los hechos habían sucedido tal y como había confesado Proaza, se propuso poner el sillón en un lugar sagrado para contrarrestar sus efectos maléficos, colgado bocabajo y a una altura superior a un hombre, sujeto con dos fuertes abrazaderas de hierro para que nadie pudiera descolgarlo, el sitio elegido fue la capilla de la Universidad, ahí permaneció hasta que en 1909 la vieja Universidad fue derribada para construir en su solar un nuevo edificio, del viejo sólo se salvó la fachada barroca de Fray Pedro de la Visitación.

Hoy día el sillón se encuentra en Museo de Valladolid, en el palacio de Fabio Nelli, en donde se puede ver como parte integrante de la exposición de mobiliario del siglo XVI, un fino cordón rojo disuade a los visitantes de la tentación de sentarse en él.

Y tú, amigo lector ¿te sentarías en él?

Genti de Muerti (Gente de Muerte)

Acompáñame ahora a misteriosa comarca de Las Hurdes en el norte de Extremadura, en la provincia de Cáceres, allí en un paisaje tan abrupto como bello, repoblado en la edad media por poblaciones de origen leones que todavía hoy conservan su herencia cultural asturleonesa entre cuyos rasgos más característicos se encuentra el idioma extremeño (derivado del asturleonés) así como tradiciones y leyendas emparentadas con pueblos tan alejados como los nórdicos, todavía pervive la leyenda del cortejo de Gente de Muerte.

En la noche de difuntos de repente los cascos de un caballo resuenan por el pueblo, va ricamente enjaezado y a su grupa van montadas dos figuras, al aproximarse se aprecia que son un hombre y una mujer ya ancianos, ¿Quién es? ¿Quién va?, gritan los mozos reunidos en la taberna, pero nadie contesta, al adentrarse por la calle los distinguen, la piel es tan pálida que casi se transparenta, el pelo blanco, la mano que sujeta la rienda huesuda y los ojos velados, van vestidos con un rico faldón que les tapa las piernas, la gente asustada se retira a sus casas volviendo a preguntar ¿Quién es? ¿Quién va?, el silencio sigue siendo la respuesta, solo los cascos del caballo resuenan por el empedrado de la calle, por última vez ¿Quién es? ¿Quién va?, el silencio es la respuesta, pero cuando ya las figuras alcanzan la salida del pueblo una voz fantasmal respondió “Gente de Muerte”.

A la mañana siguiente nada parece haber ocurrido por el lugar, la gente busca pero nada hay, solo cenizas por el recorrido que hicieron los espectros, entonces un grito rasga el aire, alguien ha fallecido.

La leyenda de este cortejo está emparentada con la Santa Compaña gallega, que se extiende por toda la península de norte a sur tomando particularidades en cada lugar. “La Procesión de Ánimas”, en las Hurdes adquiere su propia personalidad, al igual que en la tradición gallega, esta es una procesión de almas que van vestidas de blanco y que llevan en su mano una vela encendida, en algunas ocasiones en forma de hueso o de calavera. En la tradición extremeña suelen salir los jueves a media noche, y el que se las encuentre en su camino tiene una muerte segura, uniéndose a esta procesión hasta el día del Juicio Final.

La única forma de salvación consiste en realizar un círculo en el suelo, arrodillarse y rezar oraciones mirando directamente al suelo, sin mirar ni un sólo instante a esta procesión hasta que realicen su paso por nuestro lado y desaparezcan.

La Mano Negra

Dentro de las leyendas extremeñas quiero traer aquí una que mi madre que era natural de Llerena, provincia de Badajoz, utilizaba constantemente cuando era pequeño y que me aterrorizaba.

La Mano Negra, era un personaje imaginario, cuya finalidad era la de asustar a los niños al igual que el Coco o el Hombre del Saco, con el objeto de que dejen de hacer travesuras y se porten bien. Su aspecto es tal y como se describe en su nombre, una mano de color negruzco, con la particularidad de que cada persona puede representarla según su imaginación en cuanto a su forma y tamaño, más lo temiblemente que cada uno quiera verla ya que como se ha indicado anteriormente es producto de la imaginación popular.

Pertenece al ámbito doméstico no teniendo ningún sitio concreto de aparición aunque prefiere los sitios oscuros y tétricos de los que sale súbitamente para llevarse o ajusticiar a los niños que se han portado mal, pero también a aquellos remolones que no cumplen con lo que se les manda o son desobedientes.

En mi caso cada vez que tenía que ir a la despensa el corazón se me encogía, su oscuridad (y eso que había una bombilla que puso mi padre), los ruidos que salían de ella (había un vieja nevera) y alguna cucaracha que provenía de un saco de patatas, hacían que cuando mi madre me decía, “como no te portes bien va a venir la Mano Negra y ya verás”, fuera el niño más bueno del mundo.

La Novia que un fantasma se llevó

Caminamos ahora hacia el levante español, dentro de las Leyendas de Murcia sobre la noche de Todos los Santos, he escogido una de corte romántico que nos habla de una hermosa novia que vivía en la antigua calle de Las Mulas, hoy llamada Ruipérez.

Corría el año 1868, cuando en una ventana de dicha calle una joven tejía tranquilamente, al sonar la campana que anunciaba la media noche del día de difuntos, la joven se levanta, se dirige a un arcón del que saca un vestido de novia mientras susurra: «Voy a desposarme con él, con el amado, que allá lejos me espera y me ama», sale a la calle, atraviesa la ciudad hasta la puerta de Orihuela y continua hasta el antiguo cementerio, allí en su puerta se para y volviéndose hacia una invisible comitiva les dijo: «Gracias amigos por haberme acompañado hasta mi palacio. Dentro de breves instantes saldré con mi amado hacia la iglesia, para que el obispo bendiga nuestras nupcias. Como sabéis, la reina es mi madrina y no tardará en llegar. Doña Isabel no se hace de esperar», dicho esto dio la vuelta y se internó en camposanto, llegó hasta la sepultura en donde descansaba su amado y dirigiéndose a ella pronuncio: «Ya es la hora, bien mío, la carroza nos espera a la puerta para llevarnos a la iglesia», entonces de la mano de su amor vuelve sobre sus pasos regresando a su casa.

La escena se repitió año tras año hasta que un 2 de noviembre, mañana de Todos los Santos, al abrir el cementerio la encontraron muerta en la tumba de su novio quien había fallecido el día de su boda diez años atrás, su cuerpo se apoyaba sobre la lápida que aparecía partida en dos, según dijeron los brazos del novio surgieron de la sepultura para abrazarla.

La Cruz del Diablo

Regresamos al interior a una ciudad mágica, un lugar lleno de leyendas en cada uno de los callejones de su casco antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad, por no hablar de sus parajes tan pintorescos como bellos; Cuenca, en fin, es tan sorprendente como hermosa.

De entre sus leyendas destaca una que nos habla de un joven llamado Diego, hijo de un Oidor (Juez) de la ciudad, el joven atractivo y apuesto tenía encandiladas a todas las doncellas de la ciudad a las que seducía con palabras halagadoras y zalameras con el fin de obtener sus favores, más una vez logrado su objetivo las abandonaba y despreciaba dejándolas agraviadas y descorazonadas.

Un día llego a la ciudad una joven bella y hermosa, una mujer que atraía las miradas de todos los hombres e incluso de las mujeres y que atendía al nombre de Diana, como no podía ser de otra forma Diego puso sus ojos en ella y comenzó a cortejarla desplegando para ello todos sus encantos. Diana que al igual que belleza poseía una inteligencia sin igual, rápidamente se percató de sus intenciones rechazándolo una y otra vez, con cada rechazo el alma de diego se apasionaba más y más intentando un día tras otro doblegar la resistencia de la joven.

Paso el tiempo y Diego con cada rechazo se enardecía más, redoblando sus ansias de conquista. Un día recibió una carta de Diana, al abrirla, la mujer por la cual su pecho se inflamaba le prometía ser suya citándole la noche de los difuntos en la puerta de la ermita de las Angustias, Diego creyó enloquecer, las murallas contra las que tanto luchó por fin habían caído, loco de deseo se lavó y acicaló para acudir a la cita. Mientras nubes oscuras de tormenta se agrupaban presagiando la tempestad que se avecinaba. cuando

Cuando Diego partió para la cita, el cielo derramaba agua como si no hubiera llovido desde el día del diluvio, los rayos iluminaban su camino y los truenos rasgaban el aire.

Al llegar encontró a Diana más bella que nunca, resplandecía como una diosa del Olimpo, se abrazaron fundiendo sus bocas con pasión, las manos de Diego llenas de deseo recorrían su cuerpo en un intento de quitarle el vestido, entonces Diana para facilitarle la labor se hecho hacia atrás y al quitarle el calzado Diego descubrió con horror que los delicados pies de la joven se habían convertido en pezuñas, mientras una terrible carcajada aturdía sus oídos, levanto la vista y aterrorizado comprobó que la bella Diana se había convertido en el demonio, presa del miedo huye agarrándose a la cruz que hay en la entrada de la ermita mientras pedía el auxilio de Dios, aferrándose con tanta fuerza a la piedra que su mano quedo grabada en ella, mientras el maligno desaparecía con el fogonazo de un relámpago.

Aterrorizado, Diego bajo de la cruz dirigiéndose al convento de los Descalzos, contó a los monjes lo que había ocurrido y les pidió quedarse en el convento de donde ya no salió.

Otra versión de la leyenda dice que al huir Diego fue perseguido por el Diablo y cuando se fue a agarrar a la cruz este le lanzo un zarpazo que quedo grabado en la piedra.

Querido compañero de viaje, si visitas la maravillosa ciudad de Cuenca, acércate por la ermita de las Angustias, allí podrás apreciar la mano de Diego o del diablo grabada en la piedra que forma la cruz.

La Santa Compaña

He dejado para el final la más conocida y popular de las leyendas de difuntos que con diversas variaciones se reproduce a lo largo de la geografía peninsular, como “Genti de Muerti”, en Extremadura, de la que hablamos anteriormente o “La Güestia”, en Asturias, “La Estadea y Hueste de las Ánimas”, en León “La Estantigua”, en Castilla, y curiosamente con el mismo nombre “La Santa Compaña” en Huelva, aunque sin salir de Galicia la Santa Compaña tiene muchas definiciones, variantes y nombres.

La procesión de las ánimas hunde sus raíces desde en la antigüedad, perdiéndose su leyenda en la noche de los tiempos, en una región, Galicia, con una orografía muy particular, montañas escarpadas con bosques húmedos y cerrados que doblegan el espíritu humano metiéndole el miedo en el cuerpo. En realidad es una forma de purgatorio de las almas que cometieron pecados que deben ser purgados y una manera de purgarlos es haciendo penitencia caminando después de morir.

La noche de difuntos los muertos se levantan de su tumba reuniéndose dentro de una iglesia y al sonar la última campanada de las 12 salen todos juntos por la puerta principal envueltos por una densa niebla, una persona viva encabeza la procesión portando una cruz y el caldero del agua bendita, esta persona no puede ni mirar, ni hablar a la compaña, todas las animas portan una luz que no es visible aunque si se puede oler en aire el aroma a cera de las velas, otra de las señales es una pequeña brisa que se levanta al paso del cortejo y el silencio de los animales salvajes mientras que por el contrario los perros aúllan inquietos y los gatos huyen asustados.

La persona que la encabeza va perdiendo las fuerzas a medida que la procesión avanza, su salud empeora y acaba demacrándose, pero no debe hablar de lo que ve y menos decir que va con la Compaña limitándose solo a seguir las ordenes: “al llegar a la casa del que van a visitar el guía se queda en la puerta, de pie, solo, esperando por lo que no puede testificar de lo que en el interior sucede (Carmelo Lisón Tolosana  1998: 256)”, si durante la procesión se encuentra con alguien puede darle la cruz y el caldero y es entonces la otra persona la que está obligada a ir en la Compaña.

El fin de la Compaña es avisar a los vivos (aquel al que se visita), de una muerte próxima evitando que esta sea repentina, pero en esta interacción entre el mundo de los vivos y el de los muertos no todos pueden ver a estos últimos, este don solo lo poseen aquellos que en la hora del bautismo recibieron por error los óleos de muerto en lugar de los de vivo de manera que no comparten el status de los vivos, pero tampoco pertenecen al mundo de los muertos, pero si una persona toca al que está viendo la Santa Compaña inmediatamente pasa a verla también, esta posición intermedia le hace ser partícipe de ambos mundos y actuar como nexo de unión entre ellos, pero su condición de vivo le impide participar en el transito definitivo entre ambos mundos, también tiene este don aquel que en el momento del bautismo su padrino haya rezado mal el credo, pero el don es reversible, si se vuelven a bautizar correctamente lo perderán. También pueden verla las personas clarividentes (médium) y los niños hasta los siete años que por su naturaleza cerebral en estado de formación tienen todos sus canales abiertos.

Una manera de evitar el encuentro con la Compaña y la maldición de unirse a su cortejo en cuanto la veas, es dibujando un circulo con tiza o sal en el suelo entrando dentro de él sin levantar la cabeza y sin mirar a los difuntos, también si estuvieras cerca de un cruceiro (crucero), esas cruces de piedra que suelen estar en los cruces de caminos, deberás buscar refugio en él, subiéndote a su escalinata o simplemente tocándolo para obtener su protección.

Queridos compañeros de viaje hemos llegado al fin del camino por esta noche, mañana continuaremos con más historias, pero ahora dejemos el alma en paz y que el cuerpo se reponga con el gratificante y reparador sueño retirándoos a descansad ¡Si podéis!