Medidas que eviten que a los 850 millones de personas que ya padecen hambre, se sumen al menos otros 100 millones de seres humanos más. No podemos fallarles ni tampoco podemos permitirnos nuevos fracasos. Todos tenemos una responsabilidad ética y la gravedad de la situación, exige una respuesta coordinada de la comunidad internacional.
Como primer paso, nuestro país fue de los primeros en reaccionar a ese llamamiento, no sólo con recursos, sino contribuyendo a que esta alarma fuese tomada en serio. Veníamos trabajando sobre seguridad alimentaria y lucha contra el hambre, cuyo presupuesto ha aumentado un 54%. En estos seis meses de trabajo hemos desplegado una intensa actividad internacional con nuestros socios europeos, países africanos y de América Latina. Nuestra participación en la Cumbre de la FAO demuestra que esta crisis constituye una prioridad para el Gobierno. Hemos propuesto un plan (2008-2012) de 500 millones de euros que conlleva medidas como ayuda alimentaria directa, apoyo a pequeños agricultores, línea de proyectos destinada a nutrición, infancia y seguridad alimentaria. .. Pero no se trata sólo de ayudas aunque sean urgentes y necesarias. Estamos hablando de condiciones más favorables como mejor tecnología, infraestructuras, formación, inversiones. En definitiva, un desarrollo sostenible. La crisis a la que nos enfrentamos tiene el rostro de millones de seres humanos, víctimas de un hambre que ahora puede tornarse en devastador si no actuamos ya. En Roma hemos puesto de manifiesto las diversas causas que influyen en esta crisis y ahora toca definir las políticas para combatirlas.
En primer lugar los países desarrollados deben reconocer que una parte de nuestra prosperidad se ha construido sobre algunas políticas que han resultado perjudiciales para los más vulnerables. Pero también aquellos Gobiernos de países en desarrollo tendrían que admitir que no han atendido suficientemente a su agricultura y sus pequeños cultivadores como agentes fundamentales para poder producir alimentos que eviten esta trágica realidad.
Necesitamos un modelo que sea eficiente y justo. Desde España, estamos dispuestos a afrontar soluciones políticas para lograr algo tan básico como hacer posible que los pequeños agricultores y sus familias puedan alimentarse con lo que cultivan. Un modelo que también permita acceder a los mercados. Precisamente la Ronda de Doha tiene que concluir con garantías suficientes para la agricultura de los países afectados por esta crisis y para aquellos que hasta ahora han sido excluidos de los beneficios del comercio mundial.
Si hay determinadas reglas que han demostrado ser injustas, debemos ser valientes y afrontar esta realidad. España está dispuesta a ello pero ni puede hacerlo sola. Que la agricultura aporte soluciones sostenibles en la lucha contra el hambre exige cambios. Difícilmente podremos hablar de desarrollo social y económico si millones de hombres y mujeres en el mundo no ven asegurado su derecho a una alimentación adecuada.
En Roma el presidente señaló que no habrá un orden internacional mientras no se acabe con el hambre. Para ello necesitamos compromisos. España ha propuesto una reunión de alto nivel en la que pretendemos elaborar una Carta de Derechos sobre Seguridad Alimentaria, como derecho básico de los seres humanos. Si somos capaces de generar riqueza, pero sigue existiendo hambre y no garantizamos el acceso a la alimentación básica a todos los seres humanos, será como señaló el Presidente del Gobierno, porque hemos querido hacerlo.