En tanto que el avaro codicioso
Llora la muerte del caudal perdido,
Y el cortesano vive sin sentido
Por ganarse el favor del poderoso,

Y mientras sin quietud y sin reposo,
El ciego enamorado, enfurecido,
La vida acecha del rival temido,
Arrebatado de furor celoso;

Yo, lejos de tan mísero desvelo,
Amo el ocio, la paz, la independencia
Y sólo en la quietud mis dichas fundo,

Los ojos abro libremente al cielo,
Sin empacho los pongo en mi conciencia,
Y no espero otro bien en este mundo.