No obstante, el fútbol tiene todo el apoyo de los medios sean o no sean deportivos y la prostitución es algo que se disfruta sin demasiada publicidad. Otra cosa son los putañeros y las meretrices que sí tienen eco en algunos programas televisivos.

Cuando un equipo de fútbol ha conseguido un éxito deportivo su hazaña abre telediarios por encima de la concesión de un Nobel, un descubrimiento científico o el hallazgo de la enésima caja B de un partido político. Y no sólo el logro deportivo es noticia de primera plana, sino la transparencia o el importe de las renovaciones y contratos de los jugadores, el despido de un entrenador, o la última estupidez de uno de los ídolos mediáticos del balompié. Sólo se destaca un triunfo deportivo de otra especialidad si no coincide con una futbolera.

No voy a decirles que es el opio del Pueblo, porque somos libres de fumarnos lo que queramos, pero sí sorprende la falta de equilibrio con esta manifestación deportiva comparada con otras actividades lúdicas, como el teatro, el cine, el ballet o la música… clásica. Sabedores de ello, los clubes de fútbol promocionan sus actividades tratando de sacar el máximo beneficio – cosa muy lícita – y otra no tan lícita que es ofrecer su visión interesada de las cosas, como las sombras de la caverna platónica, con el contubernio de profesionales de la información deportiva y la complacencia de una afición entregada.

Pero todo esto queda eclipsado cuando el accionista mayoritario de una famosa constructora metido a presidente, monta una trifulca esperpéntica porque a su equipo le aplazaron el encuentro del domingo. Un patético ejercicio de victimismo y provocación.

Estamos hartos de escribir y de argumentar que la falta de previsión ante un riesgo climatológico es un acto de incapacidad política. Ya sean los problemas de la última nevada o la falta de actuaciones del Caso Prestige. Pero cuando un alcalde, en este caso Abel Caballero, niega la utilización – no la suspensión del partido – del estadio municipal ante el posible desplome de una de las tribunas, se monta la de Dios es Cristo. Y todo porque un equipo de fútbol cree que ha sido perjudicado con esta decisión.

Me parece hasta normal, dado todo lo que he apuntado anteriormente, que una afición o unos periodistas, interesados económicamente, entren en el juego; pero me parece fatal que un tipo con responsabilidad, como debería tener el presidente de la entidad, se meta en estos barros atacando al alcalde de Vigo y amenazando con lengua pequeña, pero aireado por sus voceros, con que su equipo puede irse de la liga española. Como si esto fuese tan importante.

Se da la circunstancia que el mismo domingo, también en Galicia y por los mismos motivos de prevención, se suspendió otro encuentro y nadie se ha quejado del asunto. Las desafortunadas declaraciones de Florentino son solemnes tonterías, lo primero es la seguridad ciudadana y luego los intereses deportivos. Como dice el alcalde Abel Caballero: “Aquí el Madrid no manda”. Sólo es un buen equipo de fútbol, ni más ni menos.