Por fin, después de dos años, ha podido inaugurarse el evento y con buenas perspectivas económicas, buena noticia a tenor de lo que hemos pasado y lo que nos viene por delante. El mayor congreso de telefonía móvil del mundo reúne a mil quinientas empresas del sector, con la justa exclusión del pabellón ruso. Cuarenta mil asistentes de más de ciento cincuenta países pasearan por sus instalaciones comprobando cuánto se avanzado en la tecnología de la comunicación.

Hablan y no paran de las novedades que pueden llegar a nuestros móviles en breve. Los activos digitales, el control del cambio climático, la monetización en el deporte, el control de la salud, la formación o la conducción de vehículos a distancia son algunas de las aplicaciones que nos permitirán más seguridad, más cuidados personales y menos esfuerzo en las necesidades diarias.

Sin embargo, hay otras promesas en el horizonte tecnológico llamadas a un crecimiento exponencial y que causan muchas reservas a este columnista.

En concreto me refiero al Metaverso, la experiencia inmersiva y multisensorial que permitirá a los usuarios, a través de sus avatares digitales, disfrutar de un universo alternativo solo con la ayuda de unas gafas de realidad virtual y un software casi mágico.

Solo le faltaba a los jóvenes poder encerrarse en sus habitaciones, colocarse unas gafas y vía móvil vivir en una dimensión paralela donde pueden ser héroes de ficción, licántropos, vampiras, magos o brujas. Un lugar entre la realidad y la locura donde puedan amar sin tocarse, respirar sin aire y oler sin fragancias. Un lugar de épicas guerras para conquistar tronos allende las galaxias. Un lugar para ocultar sus mediocridades y sus miedos.

Y mientras tanto, en una realidad nada virtual, los reyes corruptos seguiran ocupando los tronos, los Putin de turno amenazando a la Humanidad y sus padres trabajando como locos para poder seguir manteniéndoles mientras están encerrados en su mudo de fantasía sin dar golpe.

Están preparando una sociedad de idiotas y no les hace falta ponerles un chip en las vacunas, basta con una buena aplicación en nuestro móvil y una desafección programada. Ya no tendrán que buscar trabajo, ni ir al gimnasio, ni pasear, ni bañarse, ni esforzarse por enamorar a alguien, su avatar se encargará de todo.

Cuando esto suceda con sus tiernos hijos de treinta añitos, no se quejen, hagan las maletas y sin hacer ruido, lárguense. Déjenles en su mundo de fantasía, pegados al móvil y a sus gafas tridimensionales.

Ya verán qué pasa cuando sientan hambre a la hora de la cena o cuando les corten el wifi por falta de pago… y, como les digo, procuren estar lejos.