Enamorados de sus verdades
empuñan armas
que en vida
desalojan almas.
Enamorados de sus verdades
poderosos y fortuitos
se creen que las libertades
pueden dejar caer.
Enamorados de sus verdades
destrozan mundos y sueños,
momentos y recuerdos,
para lograr el poder ansiado.
Dos sujetos rebosantes de odio
controlan el apagado de luces,
luces que no brillarán, no despertarán,
no hablarán, luces sin alas que caerán.
Dos sujetos rebosantes de egolatría
dominan cuerpos vacíos
dispuestos a odiar al odiado
sin antes ser observado.
Pelotones descontrolados, perdidos,
asustados, malheridos,
buscan la luz en donde ya no queda
ni la más mínima energía consumida en ella.
Pensamos que vamos en línea recta,
pero estamos recorriendo un circuito
en el que siempre tropezamos
en la misma piedra.
Irene Fernández Rodríguez
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