Y no me refiero a los manejos de las grandes empresas eléctricas, ni a un capítulo de la famosa novela del cubano Alejo Carpentier. Tampoco “ver la luz” en el sentido místico de la frase, ni la consabida promesa política. Me refiero simple y llanamente a entender que el género humano y la naturaleza están por encima de las apetencias y los intereses de los de siempre, aquellos que tratan de oscurecer y expoliar todo en beneficio propio.

Espero que el 2014 sea y quede en la memoria como el año en el que tomamos conciencia. Muchos de ustedes me contestaran que hace ya mucho tiempo que son conscientes de que nos utilizan y que ya les consta que los intereses de unos pocos están llevando a este mundo a la miseria ecológica y a sus habitantes a la miseria social. Enhorabuena si fueron capaces de advertirlo antes de ese guarismo que nos traerá el primero de enero. Si es así cuéntenlo, abran las ventanas de sus vecinos y amigos para que las luces de la razón se extiendan. Compártanlo con todos. El mensaje es sencillo: 2014 debe ser el año de las luces; el año cero.  Y sin embargo no prometan milagros, los resultados serán lentos y costosos porque hay mucha parálisis social, mucho desencanto y también mucho miedo.

Todos los conceptos en los que basábamos nuestra supuesta sociedad del bienestar andan tambaleándose como barquitos de papel en la marea. Estamos tan indefensos que no osamos  gritar que el lado oscuro se está comiendo este planeta. Las luces que nos fagocitan sólo son el reflejo del patrón oro, el brillo de chatarrero de la indecencia económica. Nos manejan apenas unos centenares de individuos que imponen sus reglas y su lobbies, ya sea en el Senado Americano, en el Parlamento Europeo o en los gobiernos de los países emergentes. Donde hay negocio allí están corrompiendo a políticos, jueces y místicos con la excusa de que siempre fue así y que siempre lo será. Por eso  pido que el próximo año sea el principio de un nuevo contrato social.

Debemos proclamar que el éxito por sí solo no tiene demasiado valor. Que  si detrás de la especulación y el negocio sólo quedan gentes explotadas, naturaleza moribunda y seres humanos frustrados y empobrecidos, debemos maldecir al capitalismo cagón, oscuro, feroz y deshumanizado que nos ha traicionado y llevado a  esta situación. El culto al triunfador que lleva en su culata las muescas de sus crímenes a los ideales públicos y a la sociedad del bienestar, es el regreso a la barbarie y a las tinieblas.

Tal vez tengamos algo que  agradecerles, el habernos convertido en impíos, en descreídos y desencantados. Sus injusticias y reveses nos van templando como al buen acero, dispuesto a batirse por la libertad.  Y que tantas horas de sombra nos han conducido al año de las luces. Al año cero.

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