Sí, es más; es una Venezuela hermosa con perfume de orquídea, con traje tricolor, con una piel tostada por el sol caribeño y un hermoso templo de llanos, mar, montañas, selvas, médanos y zonas ancestrales antiquísimas que le dan cuerpo y vida.

Vida con sabor a caña de azúcar, a café recién colado, piña colada, dulces de coco y sus sabrosísimas hayacas y arepas tradicionales. Tan tradicionales como sus juegos de beisbol, de bolas criollas, de  básquetbol  y futbol, competencias  que se adaptan a una venezolanidad cambiante y actual.

Actual, como lo vivido en los últimos años y en especial en las últimas semanas. Semanas, que me han permitido reflexionar sobre lo leído en las web, en los periódicos y las redes sociales, bien individuales, notas periodistas y discursos pronunciados.

Pronunciación que me hace repasar sobre  la comunicación que utilizamos nosotros los venezolanos y que hacen preguntarme: ¿dónde está la gentileza propia nuestra, esa que nos hace únicos en el mundo?, ¿ Dónde está la palabra hermano?, ¿Dónde quedó lo “chévere”?.

Herman@s venezolanos, ¿en que momento dejamos de usar esta frase y de preguntar “estas chévere”?. ¿En qué momento dejamos esa hermandad para pasar al verbo desproporcionado, insultante, rencoroso, intransigente, que muestra un gran sentido de infelicidad?.

No me digan ustedes que se debe al “ojo por ojo, diente por diente”. No!, nosotros no somos así; nosotros somos gente noble, gente respetuosa que le duele lo que le pasa al vecino, sin ser su íntimo amigo.

Nosotros somos de los que hacemos marcha por la pérdida de un venezolano en las calles a mano del hampa,  nosotros somos de los que damos las condolencias por las tragedias sucedidas, no importan en qué país, si hablamos su lengua o si entendemos lo que dicen.

Nosotros somos los que bajamos el volumen cuando algún conocido o desconocido está mal de salud, nosotros somos de los que salimos adelante. De los que se levantan a las 5 de la mañana a preparar a los “muchachos” que van a la escuela o la comida del marido que va a trabajar.

Trabajadores, alegres, fiesteros, optimistas y chéveres. Así somos los venezolanos.

Somos alegres, dicharacheros, viviendo el día con la mejor sonrisa. Nosotros somos de los que nos gusta celebrar las victorias de otros, nos encanta las fiestas, las vacaciones, la playita, la montañita y la convivencia.

Por ya no veo eso en las calles y me siento triste. Este artículo no es para ofender, defender, atacar o justificar. Es un sentir, un querer y un comprender a lo que sufre mi Venezuela.

No es posible que continuemos indiferentes a los sentimientos de los otros, comenzando porque ya el problema de la inseguridad y la delincuencia es un problema de todos y todas.

No es posible que el problema de los accidentes de tránsito ocasionados por el consumo de alcohol sea indiferente a todos, porque ya es un problema tuyo y mío.

No es posible que nuestras mujeres deambulen de mercado en mercado, público o privado, en búsqueda del mejor café del mundo o de un paquete de azúcar, cuando es un producto netamente venezolano.

No es posible que nuestras niñas sean mujeres con bebes a la edad de 16 años o que dejen de estudiar para hacer nada en sus casas.

No es posible que el dólar esté controlado por el gobierno y tengamos que pagarlo 4 veces más del precio normalizado, porque no sé cómo y quien logra obtenerlos.

No es posible que para viajar al extranjero, con el sudor de mi frente, tenga que hacer no sé cuántas carpetas, pagar  con mi dinero los dólares que no tienen apellidos y al final el viaje se convierta en un tormento porque bien el banco privado o público no me explico el uso debido y correcto de dicho dinero o tarjeta.

No es posible que aun queden miles de miles de “adultos mayor” sin salir en los listados para ser beneficiados con su beca o pensión.

No es posible que tenga que inscribirme en una lista privada para optar a la compra de un vehículo, cuyos precios jamás son competitivos o incluso suben cada día.

No es posible que tenga restringido adquirir con mi dinero los productos que me salen más económicos en el exterior, como lo es hasta la propia crema dentífrica.

No es posible que porque tenga una cooperativa para trabajar por mí, por mi familia y generar beneficios, tenga que pasar por una serie de burocracias para optar a una obra o ser contratado y el banco privado me diga no le damos crédito a cooperativas.

No es posible que nuestros jóvenes recién graduados no logren engancharse en un trabajo productivo, porque escasean las empresas y no existen en la prensa los llamados especialmente públicos para los trabajos dentro del estado.

No es posible que en las universidades privadas sus condiciones físico ambientales daten de muchos años y la actualización está alejada al cobro actual.

No es posible el índice inflacionario que afecta a los bolsillos de la gente trabajadora, del docente, del enfermero, del panadero, del policía, del buhonero, del pensionado.

No es posible que la gente del transporte público no cuente con un sistema de crédito que le permita cambiar sus unidades y modernizar el servicio en todos los rincones venezolanos.

No es posible que un trabajador de la industria petrolera se sienta estancado, y observe cómo llega gente y avanza por encima de la experiencia y la calidad.

No es posible que los gerentes municipales no se encuentren con su gente, con la gente que los eligió, y que no se supervise con jóvenes técnicos profesionales universitarios para garantizar la calidad de vida de sus poblaciones.

No es posible que nuestra infancia no cuente con más espacios para la diversión, la recreación, la lúdica en cada sector donde vive.

No es posible que dejemos de reconocer las cosas buenas que se han hecho en estos últimos años y a todo le busquemos una excusa para criticar.

No es posible que no aplaudamos a quienes con esfuerzo, y que son como tú y como yo, logran tener o alcanzar una meta deportiva, de belleza o de música.

No es posible que excluyamos a nuestra gente, los hermanos, porque son de tal o cual color o de tal o cual posición política.

No es posible escuchar a una actriz o cualquier persona decir “me alegro porque se ha muerto” o “yo no le doy el pésame a ese”.

No es posible que cuando te presentas o conoces a alguien, la segunda pregunta después del nombre sea y de qué color político eres.

No es posible que nuestros dignos periodistas caigan en el juego de que dice el que dice que no dice nada, y se convierte en peso del uno o del otro dejéndose el equilibrio y la objetividad en el camino.

No es posible que haya tanto resentimiento, porque si una cosa he aprendido es a no repetir con creces lo que tu críticas. Es decir si alguien se burla de una persona y tú lo criticas, no es posible que después seas tú el que se burle…

No es posible que los políticos sigan  con sus discursos de división, de desprecio y antipatía de los unos a los otros.

No es posible que tú o yo, no seamos capaz de reconocer el llanto de un pueblo que por su cuenta se lanzó a la calle a sollozar a su líder.

No es posible que aquellos que Dios ha  bendiciendo con su inteligencia en un negocio, un excelente trabajo y unas excelentes ganancias económicas, sean los que más usan el verbo agridulce en contra de lo que ellos llaman pueblo pata en el suelo.

Les pido perdón si este escrito se sale de lo convencional y de los que me conocen como escribo. No es para crear el debate de ningún tipo de color, es para buscar la consciencia hacia la construcción, hacia el respeto.

Solo siento nostalgia al ver cómo ahora nos violentamos  los unos con los otros, más profundamente de manera virtual. Solo deseo que se siga luchando por la “justicia social”, que “todos somos  venezolanos”, que todos merecemos los beneficios de las políticas generadas en las alcaldías, gobernaciones y el gobierno central.

Todos en una sola voz, como la voz de Venezuela, pedir paz y más trabajo en favor de una educación de calidad en todas las instancias, trabajo para todos, reconocimiento de los años de servicios para todos, justicia social para todos, consciencia ambiental todos, trabajar por una Venezuela segura para todos.

Todos tenemos esa bella Venezuela, llena de mar, de ríos, de naturaleza, de etnias,  de mujeres hermosas, de hombres trabajadores, de una juventud progresista, de profesionales, de humildes personas que no son tituladas pero que representan un liderazgo para sus comunidades, todos merecen respeto, todos merecen un país lleno de oportunidades, con una riqueza equitativa, sin corrupción, sin delincuencia, sin inseguridad, todos merecemos estar  “chéveres”.

Estar chéveres para, juntos como hermanos, construir un país para todos donde el empoderamiento social, el capital social y el liderazgo, sean cada vez más efectivos e incluyentes, y que cada vez seamos más capaces de defender nuestros derechos pero también de cumplir con nuestros deberes.

Una acción social en pro de ese futuro que deseamos para los que hoy son niños y niñas, para ellos que hoy tienen una edad que les hace difícil comprender por qué dos o tres colores se pelean, sabiendo que el país es uno solo y ese solo es junto a ti, mi estimado herman@ venezolan@.