A partir de aquel momento se desató la tempestad en todo mundo. A pesar de que todos insistían en la fortaleza de la banca europea, lo cierto era que los avispados ejecutivos de la U.E. tenían tanta mierda en sus activos como sus compadres americanos.

Aquello pudo ser la oportunidad global para modificar las relaciones con una banca usurera, pirata y feroz. Crear un nuevo contexto que beneficiara a la ciudadanía para siempre. No fue así. Los bancos centrales optaron – siguiendo la voz de sus amos – por salvar a la banca de los “excesos” de los ciudadanos, que habían estirado más la manga que el brazo. Y todos los estados de la Unión corrieron a salvar a sus bancos, a sus directivos y a la madre que los parió.

El resto ya lo conocen ustedes. Al grito de ¡salvar a la banca! Se realizó una reestructuración del sistema financiero a cargo de los de siempre y con la promesa de que el rescate de tan ilustres usureros no costaría ni un solo euro a los contribuyentes. Sin embargo, ocho años después, la realidad nos muestra a la banca salvada y al Pueblo jodido: menos préstamos; hipotecas más feroces; comisiones por todo; propaganda engañosa y una estruendosa carcajada del capital que recupera el resuello a costa de los que menos tienen. Incluso algunos países cambiaron su intocable Constitución para asegurar a las sanguijuelas financieras que, nosotros y las futuras generaciones, pagaremos el rescate y los intereses que generaron las malas gestiones y el despilfarro de banqueros y directivos.

Es muy difícil saber con seguridad el coste de las ayudas al sistema financiero en España, porque las cantidades bailan por distintos conceptos para desorientar a los enemigos del capital.  Tres han sido los principales tipos de ayudas– no los únicos – : Inyecciones de capital, compra de activos y avales del Tesoro para la emisión de la deuda. Se calcula que por el primer concepto pasamos de los 88.000 millones de euros y por los otros dos conceptos de 130.000 millones. Es decir nos hemos gastado – recuerden que era  nuestro dinero – cerca de 220.000 millones, de los cuales no hemos recuperado ni un 5%.  Además hemos adquirido compromisos que incrementan el montante hasta valores superiores a 370.000 millones, en concepto de recapitalizaciones, rescates de activos basura y otras prevenciones para asegurar la liquidez financiera.

Asómense a los presupuestos generales cuando tengamos presidente y se consigan aprobar y  comprobaran que sólo estos 130.000 millones significan el gasto anual de todas las pensiones (contributivas y no contributivas). O que representa el doble de lo  que recaudemos en IRPF; o que supone cuatro años de prestaciones del paro; o que es el triple del cacareado déficit estatal. Y no les cuento cuantas becas, ayudas e infraestructuras se podrían pagar con las cantidades que nunca recuperaremos.

Tal vez nunca debimos salvar a la banca y destinar estos montos para devolver a los impositores el importe de sus cuentas, hasta 100.000€ que es lo que aseguraba el gobierno, y dejar únicamente a los bancos que demostraran tener las cuentas claras. Tal vez debimos conceder amnistía los pequeños delincuentes y llenar sus huecos en las cárceles con banqueros, financieros y políticos corruptos y complacientes; cobrándoles además su larga estancia. Tal vez. Pero esto hubiese sido la Revolución, la Igualdad y la Libertad; tres conceptos que no encajan con el pensamiento único.