Desde que el primer banco abriese sus puertas para que los ciudadanos pudiesen depositar su oro, estas entidades han evolucionado mucho aunque no han perdido de vista su objetivo principal que es hacer dinero. Y lo han hecho porque sencillamente les hemos entregado el nuestro.
Pero los bancos no sólo tienen poder por la fortuna que amasan, también este poder deriva de toda la información que tienen sobre las personas que asimismo se la ofrecen gratis. Aún así, parece que no se conforman y siempre quieren más.
El ciudadano puede entender que si los grandes bancos o gran parte de ellos quiebran, la economía mundial sufra un colapso y que para evitar eso es necesario que mantengan saneados sus ingresos aunque sea a costa de medidas extraordinarias que se toman para salvaguardar un equilibrio. Pero lo que no entiende es que de ese rescate únicamente se beneficien ellos porque a la postre el cliente no nota la mejoría.
No olvidemos que un banco es un negocio y que hay otros de tipo familiar, empresarial… que ahora más que nunca echan el cierre porque no reciben ningún tipo de ayuda sin importar que uno o dos mil trabajadores se queden en la calle, con lo que el tejido económico cada vez está más debilitado.
Son los bancos los que imponen la economía reinante y los que especulan. Son estos los que deciden cómo dan los créditos y fijan los intereses y son estos los que constantemente están pariendo ideas que venden como un beneficio para el cliente enmascarando su verdadera intención.
Cuando era pequeño jugaba con mis amigos al Monopoly, y finalizaba el juego cuando uno se quedaba con todo. Un juego este que como la economía tiene sus reglas, las mismas que permiten a muchos bancos arrojar al año multimillonarios beneficios. Pero la diferencia está en que la realidad no es un juego y mientras que los banqueros y sus acólitos siguen manteniendo su altísimo nivel de vida y no están dispuestos a aflojar ni un ápice, muchos de sus empleados menores, multitud de clientes y personas ajenas sufren sus excesos que cada vez ponen más de manifiesto la injusticia que se crea socialmente.
No es extraño que la gente mire hoy con animadversión a los bancos y no es extraño que muchos pensemos en meter otra vez el dinero debajo del colchón, en un calcetín o en otro sitio, que los delincuentes comunes no puedan encontrar, aunque esa alternativa tal y como ha evolucionado la sociedad sea poco viable. Y no es extraño que muchos estemos convencidos de que el ahorro es una idea que pertenece al pasado porque los bancos también han demostrado que si pueden se quedan con nuestro esfuerzo.
La usura es ilegal, pero los bancos hacen lo que les viene. Y cabe preguntarse ¿por qué?
Desahucios, despidos masivos de sus propios empleados o cualquier otra actividad bancaria que no mira más allá de sus propios intereses debería ser revisada seriamente pero siempre es más de lo mismo porque como ya se ha dicho son los que tienen el poder.
Los bancos financian aquello que únicamente les interesa incluidas campañas políticas o a los mismos políticos que luego velan por sus valedores. ¿O acaso muchos políticos no son presidentes, vicepresidentes o altos consejeros de los propios bancos?
Mientras que la pescadilla se muerda la cola y el pueblo se mueva en el círculo que esta forma, no lo tendrá nunca fácil, a no ser que haga algo que colapse el sistema sin necesidad de que un cataclismo rompa esa estructura financiera que comenzó con la idea de un avispado comerciante.
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