Para justificar las guerras se ha invocado a Dios, a la patria, a la evolución, al progreso, a la democracia, a la libertad… incluso a la paz. Y lo más terrible es que ha dado resultado. A pesar de la inconsistencia argumentativa, mediante estos catalizadores, una y otra vez lograron manipular a las poblaciones exaltando y predisponiendo las emociones a favor de las guerras.

Entiéndase que la flexibilización del discurso va más allá del ingenioso uso del lenguaje. Esto ha llegado mucho más lejos y no es de extrañar. En muchos casos han mentido descaradamente sobre las acciones e intenciones del «enemigo», como en el caso de la Guerra de Irak (2003) donde el gobierno estadounidense justificó su invasión con la demostrada falsa afirmación de que dicho régimen poseía y estaba desarrollando armas de destrucción masiva con fines terroristas. De hecho, por si quedan dudas, el Center for Public Integrity documentó de parte del gobierno de EE.UU. un total de 935 declaraciones falsas entre 2001 y 2003 sobre la supuesta amenaza de Irak a los Estados Unidos[1], gran parte de ellas provenientes del mismo George W. Bush, presidente en aquel entonces.

Pero eso no es todo. Como en el caso del atentado de las Torres Gemelas[2], hay documentación bastante precisa que devela la orquestación de auto-atentados para, mediante la ira y el pánico desatados, obtener apoyo de las mayorías en incursiones bélicas impopulares[3]. Por cierto que, debido a la frecuencia e impacto, en este tipo de terrorismo de estado (si es que fuera una competencia) el gobierno de EE.UU. se llevaría todos los premios. Se verá, con un poquito de investigación, por ejemplo, que la Guerra Hispano-Estadounidense no hubiera tenido justificación sin el auto-atentado del Maine[4] y la entrada de EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial (1941) no hubiera tenido apoyo popular sin el asesinato de 2402 estadounidenses en Pearl Harbor, cuya complicidad del gobierno estadounidense fue debidamente documentada[5], demostrando que el Departamento de Defensa bajo órdenes específicas de Franklin D. Roosevelt deliberadamente escondió a sus comandantes información crucial (día y hora del ataque japonés entre otras cosas) con el objetivo de dejar vulnerable a sus tropas, cuya consecuencia directa fue la devastación de la base y, gracias a la ira desatada, el consentimiento del pueblo estadounidense de sumar su ejército a la guerra mundial en marcha[6].

Medio Oriente y África

Esta simple retrospectiva debería darnos motivos suficientes para poner lupa sobre lo que está ocurriendo en Medio Oriente y África. Al respecto el General Wesley Clark, ex Comandante Supremo de la OTAN, en una entrevista reveló que mientras bombardeaban Afganistán, apenas unas semanas después del 9/11, el Pentágono ya había decidido ir a la guerra contra Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudan e Irán, y que el plan era invadir estos siete países en los cinco años siguientes sin importar si hubiera o no vinculaciones con el atentado de las Torres Gemelas[7]. En la misma conversación agregó que «no hay dudas de que la presencia de petróleo en la región es la gran chispa que hace que los grandes poderes se involucren, si es o no la específica motivación de producir golpes no puedo decírselo, pero definitivamente desórdenes han sido creados para de alguna manera intervenir y usar fuerzas en la región». Y tal cual afirmaba el General Clark, la dinámica de sucesos posteriores al 9/11 demuestra parcialmente que el siniestro plan se está llevando adelante. Apenas devastado Afganistán (2001-presente) con la excusa de la «legítima defensa», el gobierno de EE.UU. moviliza grandiosos recursos e influencia para hacer posible la Guerra de Irak (2003-2011) y, una vez controlado todos los centros neurálgicos (incluyendo Bagdag), utilizando a la OTAN se involucra en la guerra civil de Libia (2011), masacre en la que se posiciona a favor de los detractores del gobierno, la cual termina con la derrota del régimen de Gadafi y la instalación de un complejo político-militar-industrial aliado a sus intereses. Actualmente la mira está puesta en Siria, que también (casualmente) atraviesa una guerra civil donde el gobierno estadounidense ha tomado cartas apoyando abiertamente a presuntos terroristas[8] opositores al gobierno de Assad. Entre otras labores, la maquinaria trabaja en una campaña propagandista global de «intervención humanitaria», realizada a través de grandes medios de comunicación corporativos, cuya finalidad es lograr apoyo popular dentro y fuera de EE.UU., y por consiguiente apoyo político-militar multilateral en dicha intervención, que consistiría en nada menos que una serie de bombardeos masivos sobre poblaciones sirias. Afortunadamente todavía existe desaprobación abrumadoramente mayoritaria contra esta masacre. Es más, en muchos países, especialmente en Inglaterra y EE.UU., la gente ha condenado duramente la medida, situación que está obligando a las autoridades y organismos internacionales a retirar su apoyo (por lo menos temporalmente).

Peligro nuclear

Ni para los más escépticos ha de ser difícil imaginar un escenario futuro en el que una escalada de violencia lleva a las «potencias» a una guerra nuclear. Dicha posibilidad hace muy oportuno señalar que los psicópatas que gobiernan el mundo tienen en sus manos cerca de 30.000 bombas atómicas, suficientes para asesinar directamente a media humanidad y en acto posterior hacerla desaparecer con la radioactividad y el desequilibrio ecológico resultante[9]. Y si fuera el caso, no sería la primera vez que la humanidad estuviera al borde de una hecatombe nuclear. La crisis de los misiles en Cuba (1962) y el incidente del cohete noruego (1995) demuestran la fragilidad de los fundamentos sobre los que descansan la estrategia de disuasión nuclear y los convenios internacionales de control de estas armas.

Por otro lado, verá usted que durante la Primera Guerra Mundial el 10% de todas las bajas eran civiles, durante la Segunda Guerra Mundial el porcentaje se elevó al 50%, en la Guerra de Vietnam al 70% y en la Guerra de Irak los civiles muertos representaron más del 90% de las bajas[10]. Esta escalada ascendente de víctimas civiles en enfrentamientos bélicos tiene explicación en la proliferación de armas de destrucción masiva, que sin lugar a dudas ha superado todas las expectativas proyectadas erigiéndose en torno a ellas la industria de la muerte más letal, perversa y rentable de los anales…

Llegado aquí ojalá la monstruosidad de los hechos no te desanime e inmovilice. Ojalá ocurra lo contrario y comprendas que «la única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión»[11]; acto absolutamente necesario para sobrevolar el abismo y ayudar a retomar el rumbo de la historia humana.

 

[1] «Study: False statements preceded war» de Daniel Douglass (2008).

[2] «Fahrenheit 9/11» de Michael Moore (2004).

[3] «La doctrina del shock» de Naomi Klein (2007).

[4] «Destruction of the Maine» de Louis Fisher (2004).

[5] «Day of Deceit: The Truth about FDR and Pearl Harbor» de Robert B. Stinnett (2001).

[6] «Pearl Harbor – Mother of all conspiracies» de Mark Emerson Willey (2000).

[7] Declaraciones de Wesley Clark (2007) en Democracy Now!

[8] Según declaraciones de ex rehenes de los rebeldes sirios difundidas el 10 de septiembre de 2013 por la cadena de noticias RT.

[9] «Environmental consequences of nuclear war» de Owen B. Toon, Alan Robock y Richard P. Turco (2008).

[10] «The War You Don’t See» de John Pilger y Alan Lowery (2010).

[11] Cita de Albert Camus.

 

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