No conseguía entender cómo aquellos animales, dotados de cuernos y tan abrumadoramente superiores en número, no hacían nada al respecto, aunque supuse que la naturaleza tiene sus códigos y que con arreglo a ellos la misión del ñu es pastar y ser comido en caso de que le toque la china, no la de rebelarse y quitar de en medio a sus depredadores.

Algo extraordinariamente parecido aprecio en el proceso de dominación que unos cuantos -muy pocos- depredadores han impuesto sobre el género humano, y en la aparente indiferencia con que éste se deja conducir a una senda de esclavitud y lágrimas. Es, como en el documental, fascinación lo que siento al constatar que toda rebelión parece imposible pese a que ellos son cuatro o cinco familias y nosotros miles de millones. Me refiero a cuatro o cinco familias por sintetizar. En los grados intermedios se cuentan los Gobiernos y Parlamentos, cuya única misión consiste en hacer la vida más placentera a sus/nuestros amos, y toda una nube de empresas que participan del festín en distintos niveles de una pirámide cuya cima está ocupada por ciertos apellidos harto conocidos.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? A mi juicio mediante un mecanismo doble, primero de regulación y en segundo lugar de condicionamiento de la percepción de la realidad.

En cuanto a la regulación, una máxima clásica dice que la ley es un instrumento de los débiles. Existiendo en el orden natural fuertes y débiles y, en el punto de partida socioeconómico, ricos y pobres, los segundos de ambos grupos utilizan su mayoría para promover normas que limiten el poder de los primeros. La ley se transforma así en un instrumento de convivencia equilibrada que neutraliza las desigualdades. Ni los fuertes ni los ricos necesitan leyes, sólo que les dejen hacer (a esto lo llaman liberalismo). Por eso piden continuamente “menos Estado”, lo que implica menos leyes. Pero además el  mecanismo natural de la ley no solamente se pervierte, sino que se vuelve del revés cuando los poderosos consiguen que los Gobiernos títere y los Parlamentos fantoche legislen para su conveniencia, lo que implica que puedan hacer aún mayores negocios con cuyos rendimientos incrementar más y más su poder sobre nosotros. La pieza maestra de estas normas ilegítimas es desde luego la regulación de las elecciones, que en todos los países sostiene el edificio de una democracia falsa en la que dos partidos escenifican una confrontación que no existe.

En cuanto al condicionamiento de la percepción de la realidad, se trata a mi juicio del más grave problema del género humano. Consiste, como muchos ya saben, en esa celebrada matrix o pantalla que nos presenta como real un mundo ficticio. Stanislaw Lem, en su novela Congreso de futurología, relataba ya una situación de este tipo al describir una sociedad en apariencia perfecta, pero donde una humanidad más que pobre permanecía muerta de hambre debido a la superpoblación y a la escasez de alimentos. No obstante, nadie podía verlo porque unos robots se encargaban de esparcir en el aire una sustancia que perturbaba los sentidos y hacía ver lo que no era y no ver lo que efectivamente era.

¿Es posible luchar?

Creo que una de las claves de que posiblemente la respuesta sea no, está en la desaparición efectiva de lo que podríamos llamar las minorías intelectuales, que por naturaleza están llamadas primero al análisis, luego a la denuncia y finalmente a movilizar a la población o al menos a inspirar a los activistas políticos. Es un hecho, al menos en España, que la cultura  (lo mismo que los sindicatos, la prensa y otros poderes) está subvencionada, lo que es lo mismo que decir que está comprada. Aquí por ejemplo nadie da un paso para producir una película si no hay subvención, y por supuesto si no eres buen chico no la tendrás, luego para seguir haciendo cine es preciso ser buen chico ¿Escritores? Prácticamente extinguidos, como ciertas variedades biológicas. La selección natural causada por el neoliberalismo los ha sustituido por redactores de folletines sobre códigos secretos de Leonardos, sellos ocultos de templarios y misterios misteriosos escondidos en el Vaticano. ¿Artes escénicas? Subvencionadas y compradas. La danza  no pude sobrevivir sin el patrocinio público. En cuanto a la Universidad, parece que la pureza de los antiguos mecanismos de acceso por oposición ha sido pervertida por los partidos políticos para introducir a los suyos mediante méritos que nada tienen que ver con la ciencia. Excepción sea hecha, en cuanto a todo lo anterior, de los profesores Taibo e Iglesias en el campo universitario y del señor Toledo en el colectivo de actores, y sin duda de otros que luchan bien sin que yo me haya enterado.

Por tanto, aquellas minorías intelectuales llamadas a ser la conciencia colectiva de la sociedad, simplemente no existen. Los privilegiados integrantes de esos grupos de lo que podríamos llamar estómagos agradecidos, creo que están incurriendo con su silencio  en una grave responsabilidad histórica o, mejor, estarían incurriendo en ello siempre que tuvieran dignidad y nivel para actuar. En todo caso, si fuera yo profesor de Derecho, de Filosofía, Sociología o Ciencias Políticas, me sentiría muy avergonzado de continuar con mis clases como si no pasará nada y sin dar un paso adelante.

El otro día me decía alguien que yo mismo, siendo un abogado crítico, más o menos enterado de las cosas y con bastantes años de lucha a mis espaldas, formaba parte de los que podían cumplir esa tarea, pero no es así. Creo que ya he citado anteriormente en esta revista el claro ensayo de Arthur Hocart sobre el esnobismo social. Los mecanismos de cambio se ponen en marcha desde las élites. Si quieres modificar los hábitos sociales, haz que cambien esas élites y el pueblo las seguirá. No está en mi mano asumir tal papel porque no me conoce casi nadie. Son los que están arriba, los que constituyen referencias en el mundo del pensamiento, los que deberían hacerlo, y no a título individual o a ráfagas, como los señores Taibo, Iglesias y Toledo, sino de forma colectiva y pensada.

Ante el inmenso vacío así generado, sólo cabe el desconcierto que se ha instalado en la sociedad. En ella conviven los que continúan embebidos en la matrix con los indignados expertos en lamentaciones y lloros no acompañados de acción y aún otros que pretenden rebelarse sin saber  cómo. Entre éstos últimos se cuentan los que prosperan en las redes sociales esparciendo sandeces que si no les son devueltas  para su archivo, es a causa del efecto sumado de la rigurosa horizontalidad de internet y de esa dramática ausencia de guía a la que me he referido antes. En uno de los pequeños partidos incipientes que pululan por ahí, leo por ejemplo que la única reforma de la Constitución que cabe es que mande el pueblo. Así, sin más. A bulto. Y muchos siguen esta consigna ante las risas del bien estructurado, pensado, armado y pertrechado Nuevo Orden Mundial.

Por tanto, entre el paso atrás de los ilustrados y el paso adelante de (perdonen la claridad) los tontos, no hay mucho que se pueda hacer. Para colmo, forman legión los que creen a pie juntillas que las familias de la élite mundial son en realidad marcianos en forma de reptil que nacieron en la antigua Mesopotamia y deciden el futuro del mundo en salas de conferencias dotadas de sillones con un agujero para sus colas de lagarto. La energía de todas esos aficionados a los cómic se dispersa en callejones sin salida utilísimos para el sistema.

Traté de abrirme paso en medio de esta inmensa zozobra colectiva escribiendo una propuesta de reforma de la Constitución resumida en el llamado Manifiesto 2012. Su objeto es recuperar la máxima de que la ley es un instrumento de los débiles y en consecuencia sustituir la regulación que proporciona sostén a la tiranía, por otra que termine con ella definitivamente y haga nacer una democracia que merezca ese nombre. Llegué a las conclusiones plasmadas en ese texto después de un análisis que podríamos llamar decodificación del sistema: Es preciso averiguar qué mecanismos, resortes y regulaciones permiten que la pretendida democracia sea en realidad una dictadura de los poderes económicos. Hecho ese trabajo, es relativamente fácil ponerle solución instalando los mecanismos, resortes y regulaciones adecuados.

El bosque de la revolución es, sin embargo, demasiado farragoso. Después de despertar una gran esperanza colectiva con su nacimiento hace justamente un año, el Manifiesto 2012 no ha prosperado. Pero, paradójicamente no han sido la policía, ni el servicio de inteligencia, ni el sistema, ni los poderes económicos los encargados de pararlo, sino los propios movimientos sociales, en especial esa masa inorgánica que se llama a sí misma 15M. El motivo es que el documento no ha sido consensuado. Nuevo momento de fascinación para mí: No importa lo bueno que sea. Si no ha pasado por la asamblea, no lo cogemos. Seguimos a la deriva, muy enfadados pero sin saber qué hacer.

Y hasta aquí. No nos queremos unos a otros como aparentamos. No nos fiamos unos de otros como deberíamos. No somos capaces de unirnos como necesitamos. Es lo mismo que les pasa a los ñus en la sábana.

José Ortega es abogado y autor del blog manifiesto 2012