No nos cansaremos de recordar que la crisis económica es parte de la crisis ambiental y global. Aplicar viejas recetas sin abordar con valentía el cambio de modelo necesario, no servirá para hacer frente a las raíces del problema. El declive de las especies, el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales nos indican claramente la necesidad de cambiar de rumbo. Por ello, si la presidencia española de la UE va a tener como eje la economía, deberá incluir como desafíos necesarios la lucha contra el cambio climático y la fijación de objetivos ambiciosos en términos de conservación de la biodiversidad.

Esta presidencia española se produce en un momento en el que la UE debe tomar decisiones fundamentales sobre las grandes políticas de la Unión: de la Agenda Social a la estrategia económica post-Lisboa, pasando por el Plan de Energía 2010-2012. No menos importante, es la definición del objetivo post-2010 sobre conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, que presentará en octubre durante la Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica.

El momento es clave y el coste de continuar en la retórica sin pasar a la acción ni cambiar de modelo será cada vez más inaceptable. Los objetivos ambientales deben estar claramente integrados en las políticas de la UE, y su huella ecológica debe ser el indicador clave con el que medir si se está avanzando en la dirección correcta.

Desde WWF pedimos al gobierno español que la presidencia española de la UE suponga el inicio de ese cambio de modelo urgente e imprescindible, situando las cuestiones ambientales en primera línea de la agenda de la Unión, y que se centre y actué en cinco asuntos clave:

  • Cambio climático: de las promesas a los hechos. España debería impulsar una mayor ambición en la reducción de emisiones de la UE (hasta el 40% en 2020) y un compromiso de 35.000 millones de euros anuales para los países en desarrollo, así como establecer un objetivo vinculante de ahorro de energía primaria de al menos un 20% en términos absolutos en el nuevo Plan de Acción de Eficiencia Energética.
  • Biodiversidad: mucho más que protección. 2010 será el Año Internacional de la Biodiversidad. España, uno de los países de la Unión con mayor biodiversidad y mayor superficie en la Red Natura 2000 debe dar ejemplo y adoptar medidas que permitan frenar la perdida de riqueza natural en su propio territorio. Además debe liderar el proceso para definir objetivos ambiciosos post-2010 sobre conservación de biodiversidad y ecosistemas, objetivos que tendrán que ser presentados por la UE en octubre, en la COP del Convenio de Biodiversidad.
  • Agua: urgente recuperación de ríos, humedales y acuíferos. En 2009 deberían haberse aprobado los planes de cuenca de la UE, tal como establecía la Directiva Marco de Agua. España, el 5º país del mundo en huella hídrica (volumen total de agua en bienes y servicios per cápita) y uno de los países europeos retrasados en la aprobación de los planes de cuenca, puede corregir su trayectoria y, dando ejemplo además a otros países mediterráneos, impulsar una aplicación ambiciosa de la Directiva de Agua.
  • Frenar el agotamiento de los recursos pesqueros: Con un 88% de las pesquerías en aguas europeas fuera de los límites biológicos de seguridad, la negociación de una nueva Política Común de Pesca es al mismo tiempo un difícil reto y una oportunidad única. Se trata de seguir las recomendaciones científicas, aplicar el principio de precaución y tener como objetivo la protección del conjunto del ecosistema marino.
  • Un cambio de rumbo para la agricultura: Durante 2010 se seguirá avanzando en definir la nueva Política Agraria Común más allá de 2013. El reto es transformar la actual PAC, centrada en la producción y las infraestructuras, en una política rural y ambiental común que contribuya a luchar contra el cambio climático, a proteger la biodiversidad y a usar sosteniblemente los recursos. Para ello, el debate sobre la futura PAC debe ser participativo, con la implicación de todos los sectores interesados (entre ellos, agricultores, consumidores, ONG ambientales y ONG de desarrollo).

Para WWF esta no es, ni debe ser, una presidencia más. Se produce justo después de la cumbre de Copenhague; es el momento de reconocer errores y marcar un nuevo rumbo. La situación es clave: al agotamiento de los recursos y la contaminación del planeta, se suma la evidencia de haber optado por un modelo de desarrollo equivocado, con consecuencias graves para la economía.

La UE debe seguir liderando los avances en la defensa de la biodiversidad y el medio ambiente, así como aprovechar el impulso de Copenhague para resolver los obstáculos e implantar las políticas internas que definan nuevos y ambiciosos objetivos de conservación.

La presidencia española debería canalizar esta inercia a favor del cambio y transformarla en políticas concretas; para lograrlo debe empezar por demostrar ambición, recursos y coherencia también en España.

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