Yo no era nadie importante, un simple granito de arena en una playa, vivía en la gran selva de Camerún, en África, en un poblado casi desconocido, en el que no teníamos apenas nada, sin embargo, alguien decidió ayudarme. Aquella chica, junto a otros de cabellos rubios y lisos, me ofrecía siempre comida y agua, y me daba un fuerte abrazo que me hacía sentir seguro.
Un día, le pregunté: -¿Por qué decidís ayudarnos y venir desde tan lejos?
– Porque todos somos iguales, no deben unos poder comer, y otros no. Debemos ayudarnos para hacer un mundo mejor en el que todos podamos ser felices sin importar religión, raza o sexo. A mí me gusta ayudar y por eso trabajo en una ONG .
Aquellas palabras me tocaron el corazón, tenía mucha razón, yo siempre me había creído muy insignificante, pero decidí que de mayor podría ayudar y trabajar en una ONG cambiando el mundo.
Veinte años después, aquí estoy, sigo luchando contra la pobreza y el hambre en el mundo, aunque hemos hecho mucho, queda mucho por hacer. No podemos vivir viendo lo que pasa alrededor sin hacer nada, sintiendo solo lástima, debemos dar un paso más, pasar a la acción y ayudar, porque hoy en día, niños como el que yo era, se mueren de hambre o sufren guerras. Por eso las organizaciones no gubernamentales son tan importantes, los proyectos de este año han sido: construir doscientas escuelas y dar de comer a tres mil familias, y gracias a todos, lo hemos conseguido.
Días más tarde de dar aquel discurso en Europa volví a Camerún para ver como iban los proyectos. Al entrar en la aldea los niños corrieron a abrazarme y son esas sonrisas las que hacen que siga ayudando a la gente día a día.
Alumno: Amalia Sánchez Ruíz Edad: 12 años Colegio: Amadeo Vives País: España m
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