Éxodo urbano a pequeña escala
Existen miles de falsas creencias sobre las bondades de las grandes urbes. Pero lo cierto es que dejar la ciudad por el campo, se ha convertido desde hace unos quince años en una opción de vida para un, cada vez mayor, número de gente.
Según el último censo de habitantes en España, la población de los municipios de menos de 100 habitantes ha aumentado en un 12,9% en los últimos 10 años. Además, los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), así lo corroboran, entre 1998 y 2011, 391.603 persona abandonaros la cuidad para irse a vivir al pueblo. Frente a las 225.953 que realizaron el camino a la inversa. Javier Pérez, presidente de la Asociación contra la despoblación rural, dice que han recibido más de 300 currículum en los dos últimos años, de gente interesada en trabajar en el mundo rural, lo que supone cerca de un 20% más respecto a antes de 2010.
Pero, ¿qué busca la gente cuando se va a vivir al campo? El 95% de ellos decir adiós a los problemas económicos de la ciudad. Motivos como el bajo coste de las viviendas, la posibilidad de autoabastecerse de algunos productos básicos, la tranquilidad, el tiempo libre para estar con la familia o el trato con los vecinos, son otras razones de peso. ¿Quién no querría ganar en calidad de vida y encima pagando menos?
Desde julio de 2012, Elena y Carlos, pareja, ambos de 46 años de edad, viven en Tardelcuende, un pueblito de Soria. Ambos eran funcionarios interinos, los recortes y la inestabilidad laboral les empujaron a buscar otra opción de vida. Ahora regentan una tienda de ultramarinos y dicen ser muy felices.
Los peligros del “bueno, bonito, barato”
Sin embargo, son muchas las personas que aseguran que irse a vivir a un pueblo no debe ni puede verse como la panacea.
Eva González es la coordinadora de la asociación sin ánimo de lucro Abraza la Tierra. Esta mujer de 43 años que un día emigró a la ciudad para estudiar y después regresó a su pueblo natal, es crítica con la gente que ve la idea de vivir en el campo como algo que les va a solucionar la vida.
González asegura que la gente llama principalmente huyendo de los problemas económicos, desahucios, deudas… y que cuando se les explica que el campo por sí mismo no puede darles nada, no vuelven a llamar. Para ella, la pregunta debería plantearse al contrario ¿Qué puede la gente de fuera ofrecer al pueblo?
En un pueblo hay también facturas que pagar y es necesario un proyecto sostenible del que poder vivir. No basta con plantar un huerto en el jardín. Y por supuesto, la necesidad imperiosa de un coche y carné de conducir se presentan como más que evidentes.
Ángel Paniagua, geógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y experto en el medio rural, cree que “generar falsas expectativas a la gente que se plantea abandonar la ciudad no es bueno. Porque la decisión de irse al campo suele ir ligada a decisiones económicas de envergadura. Por eso es baja la cifra de gente que lo hace, ya que iniciar una actividad en el campo suele exigir una inversión grande”, explica.
Sin embargo, bien meditado y contando con los elementos mencionados, dejar la ciudad por el campo parece tener muchos más efectos beneficiosos que perjudiciales. Entre ellos, amar todavía más la ciudad en la que uno vivía.
FUENTES: http://www.huffingtonpost.es/2013/03/10/la-huida-al-mundo-rural-por-la-crisis_n_2817366.html?#http://elpais.com/elpais/2013/01/18/eps/1358524081_260982.html
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