Parece necesario hacer un recordatorio histórico de la zona, comenzando con Afganistán. Para comprender a este país, gran desconocido por parte de los occidentales, hay que tener en cuenta que Afganistán (que significa tierra de las montañas) es una consecuencia de cuatro factores fundamentales: a) su propia historia de país dividido en grupos étnicos rivales, aislado y manejado por potencias extranjeras, b) el integrismo religioso, c) los intereses económicos subyacentes del gas, del petróleo y de los oleoductos hacia Occidente, y d) su situación geoestratégica.
Este Estado, que se autodenominó Emirato de Afganistán, cuenta con una superficie de 647.497 km2 y es una mezcolanza de etnias, lenguas y culturas. Los afganos (pushtun, tayikos, uzbecos, hazara, árabes y baluchis principalmente) han sido guerreros y viven en un territorio que, invadido repetidas veces por la India, perteneció a los imperios archaemenio, persa y mongol. Afganistán fue la columna vertebral de la ruta de la seda, por la cual circularon caravanas con telas, especias, marfil, rubíes, plata y lapislázuli.
En 1.747 Ahmed Shah logró unir a las tribus y kanatos locales para fundar Afganistán. Este país en el cual se dice que nació el ajedrez, fue el tablero de juego de las luchas entre Rusia e Inglaterra en el siglo XIX. Desde el Tratado de Amistad de 1.921 firmado entre la URSS y Afganistán, éste último siempre se mantuvo en la órbita de los intereses soviéticos. En 1.979 el ejército de la URSS invade a su vecino del sur como todos sabemos, y comienza la ayuda de los EEUU a los mujahidines durante los años ochenta. Al retirarse las tropas soviéticas en 1.989 y al desaparecer la URSS como tal los EEUU dejan de suministrar ayuda militar y humanitaria a los afganos. Así, Afganistán volvió a ser escenario de luchas tribales entre los mujahidines y se convirtió en un rompecabezas de grupos armados apoyados por los diferentes intereses de sus vecinos, los cuales se dedicaban a extorsionar a la población civil.
[Los talibanes son una milicia fundamentalista sunni de la etnia pushtun]
En este contexto surgen los talibanes a principios de los noventa. En un primer momento, eran jóvenes, inexpertos, con aire de santidad y misterio, pero tenían la idea clara de que tenían la legítima representación de la Jihad y de que su misión era librar y purificar a Afganistán de los excesos de los mujahidines.
Los talibanes son una milicia fundamentalista sunni de la etnia pushtun (o pashtú) nacidos muchos de ellos en los campos de refugiados afganos situados en suelo de Pakistán. El ascenso talibán se debió al apoyo del servicio de inteligencia de Pakistán (ISI). Pakistán con sólidos intereses en la zona y con ansias de ser una potencia regional necesitaba el control de su vecino Afganistán. Es por lo que al principio apoyó a Hekmatyar, militar de la etnia pushtun, para que conquistara Kabul que estaba en manos de los tayikos Massoud y Rabbani desde 1.992. Pero en 1.995 el gobierno de Islamabad comienza a apostar por los talibanes y a olvidar a Hekmatyar.
De esta forma, con el apoyo logístico y militar pakistaní, los talibanes derrotaron a todas las fuerzas de las otras etnias, a excepción de las tropas de Massoud, convertido en único jefe militar de la oposición y refugiado entre el norte de Kabul y la frontera de Tayikistán. Massoud, que dirigía la Alianza del Norte, fue asesinado en un atentado suicida, posiblemente con implicación de Osama Bin Laden. Pakistán en este juego ha perseguido unos objetivos claros: contar con un aliado en Kabul, repatriar a los refugiados afganos en su territorio, acceder a los mercados de Asia central, establecer una ruta segura para exportar gas y petróleo desde Turkmenistán por el Mar de Arabia, aumentar su peso estratégico regional en contra de la India.
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En cambio, Arabia Saudí apoyó con petrodólares la resistencia afgana fundamentalista sunni para luchar contra la invasión soviética primero, y después para contrarrestar la revolución chiíta de Irán. Arabia Saudí fue el pilar económico que financió el gasto militar talibán y las madrasas (escuelas coránicas superiores) que nutrían las filas de la milicia afgana. Además, Arabia Saudí, junto con Pakistán y los Emiratos Arabes son los únicos Estados que reconocieron al gobierno talibán. Sin embargo, la negativa afgana a extraditar a Osama Bin Laden (que junto con Ayman Al Zawahiri, un egipcio jefe de la Yihad islámica, dirigieron el movimiento Al Qaeda, que llama a la yihad contra cristianos y judíos) provocó un giro de ciento ochenta grados en la política saudí que le distanció de Kabul y de Islamabad, y le llevó a acercarse a la Alianza del Norte de Massoud.
[La política antisunita de Irán se ha transformado en una política étnica antipushtun]
Irán que tiene lazos históricos y culturales con Afganistán (en donde el persa es uno de los idiomas más hablados) siempre miró con preocupación el ascenso talibán. Al principio del conflicto afgano, y debido a la guerra que mantenía con Irak, Teherán intervino solamente de forma intermitente para apoyar a grupos armados chiítas (los chiítas son el 20% de la población afgana). Pero, tras la muerte de Jomeini en 1.989 y la toma de Kabul en 1.996 por los fundamentalistas sunitas, esta preocupación se tornó en hostilidad. A esto contribuyó la misteriosa desaparición del líder chiíta afgano Abdul Ali Mazari y que cuando los talibanes ocupan en 1.998 la última gran ciudad que se les resistía, Mazar-e-Sharif, derrotando a la etnia uzbeka, miles de civiles chiítas fueron masacrados, mientras que los sunitas se salvaron. Además, el consulado iraní fue asaltado y una decena de diplomáticos cayeron asesinados. Detrás de todo esto existía el interés de Irán de ofrecer una ruta para las exportaciones a los países de Asia central e impedir la construcción de un oleoducto a través de Afganistán (proyecto de las empresas Unocal de EEUU y de Delta Oil de Arabia Saudí).
La desintegración de la URSS y la aparición de nuevas repúblicas islámicas han potenciado los deseos de Irán de acrecentar su influencia en la zona. Con el paso del tiempo, los intereses religiosos han pasado a un segundo plano y Teherán prima más los objetivos políticos y económicos, con lo cual los iraníes ampliaron su ayuda a los grupos chiítas ismailia, pero también los grupos sunitas de habla persa, tayicos y uzbecos. Esto ha aumentado el peso de Irán en el conflicto. Al tiempo, la política antisunita de Irán se ha transformado en una política étnica antipushtun.
Respecto a Rusia, hay que decir que, pese a la amarga experiencia del ejército soviético en Afganistán, no puede permitirse desentenderse del conflicto afgano, ya que aunque ya no comparte frontera con este país, sí que lo hacen los antiguos territorios soviéticos de Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán, tres nuevas repúblicas que son económica y estratégicamente vitales para Rusia. Lo peor que le podía pasar a Moscú en Asia central es que estas repúblicas acogieran regímenes islámicos integristas, puesto que cuentan con armas nucleares y químicas. La expansión del fundamentalismo a las nuevas repúblicas musulmanas puede repetir las duras experiencias de Chechenia y Daguestán. Por ello, el objetivo común de Rusia y sus aliados centroasiáticos ha sido mantener la inestabilidad en Afganistán.
[Estas repúblicas poseen las mayores reservas conocidas de gas y petróleo del mundo]
Pero en el terreno económico hay una gran diferencia entre Rusia y las nuevas repúblicas centroasiáticas. Estas repúblicas poseen las mayores reservas conocidas de gas y petróleo del mundo (mayores que las del Golfo Pérsico), por ello buscan una salida para sus producciones hacia los mercados europeos y asiáticos que ahora son vendidas a Rusia por debajo del precio del mercado internacional. Afganistán es la ruta más corta. No obstante, Uzbekistán apoya a los afganos de la etnia uzbeca. Las fronteras de Tayikistán están protegidas por 20.000 soldados rusos y Moscú apoya a los tayikos. Turkmenistán toma una postura más práctica y comercia con todos los países de la zona.
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La India, en coordinación con los rusos, apoyó a las tropas de Massoud para debilitar a Pakistán y evitar que su gran enemigo pakistaní formara un gran bloque islámico en la zona.
China siempre se había mantenido al margen del conflicto hasta que en 1.999 entabló contactos con los talibanes, lo que también implicaba un apoyo a su aliado en la zona, Islamabad.
Por fin, Estados Unidos que sostuvo a los mujahidines durante la ocupación soviética, luego se desentendió del problema tras la salida de la URSS del suelo afgano. Sin embargo, cuando los talibanes ocupan Kabul, el Departamento de Estado de EEUU calificó de “positiva” la victoria. Y es que detrás de ello se escondía la intención de construir un gasoducto primero y un oleoducto después desde Turkmenistán hasta Pakistán pasando por Afganistán. Aquí jugaron fuerte los intereses de las compañías estadounidense Unocal y saudí Delta Oil, que compraron las voluntades de muchos comandantes de las distintas facciones. Esta operación también encerraba la ambición de EEUU, compartida por Arabia Saudí, de arrebatar la hegemonía geoestratégica y el control de los hidrocarburos de Rusia y de Irán en Asia central.
Las cosas cambiaron después de los atentados de Bin Laden contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania (que fueron respondidas por EEUU con el bombardeo de los campos integristas islámicos en suelo afgano con misiles crucero) y contra la Navy en Yemen. Así, la CIA pasó a ayudar a la Alianza del Norte de Massoud.
Finalmente, con los atentados a las Torres gemelas de Nueva York y al Pentágono la posición de EEUU se definió totalmente. A partir de este momento se producirá un cambio en el equilibrio geopolítico de los actores de la zona con la invasión de Afganistán por Estados Unidos, y la posterior presencia militar de fuerzas de la OTAN en la zona.
[Desde la invasión de Afganistán por Estados Unidos, Pakistán ha pasado a jugar en contra de los talibanes]
La población civil afgana acogió con júbilo a los talibanes porque después de veinte años de guerra representaban la estabilidad. Estabilidad que era aplicada por los talibanes desarmando a las facciones de los territorios que iban conquistando y aplicando la ley coránica. Pero la población afgana se vio aplastada por los excesos de los talibanes: eliminación de la libertad a las mujeres a las que se privó del acceso a la educación y a la sanidad, y aplicación extremista de la ley islámica (ejecuciones, mutilaciones, flagelaciones, lapidaciones, persecuciones religiosas, etc.). Por otra parte, los talibanes, al incorporar a ex-comandantes mujahidines corruptos y a militantes tayikos y uzbecos contrarios a los pushtun, perdieron su pureza e idealismo dando lugar a una aplicación desigual de la ley, a la corrupción en los controles y en los ministerios, al reclutamiento forzoso, al exterminio étnico de los hazara, a la pederastia en las bases militares y a la extorsión económica de las autoridades. Así, para financiarse los talibanes siempre recurrieron al cultivo del opio, a los impuestos exorbitados a la población, a la confiscación de bienes, a la extorsión de los mercaderes en los bazares, a los pagos de las mafias pakistaníes, a las donaciones de multimillonarios árabes y afganos en la diáspora, etc. Todo esto, sin duda, representó la autodestrucción del régimen talibán.
Junto a este escenario, se sitúa Pakistán que fomentó y apoyó en su día al movimiento talibán para fortalecer su situación geopolítica frente a su rival, la India. Desde la invasión de Afganistán por Estados Unidos, Pakistán ha pasado a jugar en contra de los talibanes que resisten en las montañas y en la frontera afgano-pakistaní.
Ahora frente a las presiones de Estados Unidos, que ha llegado a acusar a Pakistán de no hacer lo suficiente para frenar a los tlibanes, unos 700 jefes tribales y religiosos afganos y paquistaníes se reunieron en Kabul en una “Jirga” (asamblea) para combatir de manera más eficaz en ambos lados de la frontera la rebelión de los talibanes. En este contexto, los presidentes de Afganistán, Hamid Karzai, y de Pakistán, Pervez Musharraf, presentaron la asamblea como una conferencia de paz, cuya organización acordaron en la cumbre tripartita de septiembre de 2007 que en Washington con su homólogo estadounidense, George W. Bush.
Lo que es evidente que, como pone de manifiesto Islamabad, es casi imposible controlar los 2.500 km de frontera afgano-pakistaní con grandes desiertos y zonas montañosas. Por ello, frente a las advertencias de Washington de bombardear bases terroristas en suelo pakistaní, Musharraf demanda más ayuda a Estados Unidos.
[Afganistán se ha convertido en el primer productor mundial de amapola para producir opio y heroína]
Así, el representante especial de la ONU para Afganistán, Tom Koenigs, llegó a declarar que: “Vemos en Pakistán que los esfuerzos de estabilización han sufrido reveses. Esto significa que es necesario comprometerse con toda la región a fin de garantizar la seguridad, no solo para Afganistán, sino también en un contexto internacional”.
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Por otra parte, es preciso no perder de vista que el desgaste de Musharraf es muy fuerte. Muchos pakistaníes le acusan de estar sometido a los dictados de los americanos y los fundamentalistas de su país, que continúan viendo con buenos ojos a los talibanes, desean su caída al considerar que su actuación está en contra de la ortodoxia islámica. A esto se podría sumar el intrincado juego de la no democracia en Pakistán.
Mención aparte requiere el fenómeno de que desde que está bajo control de las fuerzas de estabilización de la OTAN, Afganistán se ha convertido en el primer productor mundial de amapola para producir opio y heroína. Baste tener en cuenta el dato de que hoy el cultivo de la amapola para opio ocupa 165,000 hectáreas de tierra y representa el 87% de la producción mundial. En ese devastado país no existe en realidad otra fuente de riqueza, fuera de las ayudas internacionales.
La extensión de los cultivos de amapola para producir opio se remonta a la invasión de la URSS del suelo afgano y fue utilizado por los servicios secretos de la CIA y de Pakistán para debilitar la moral de los soldados soviéticos (en realidad los americanos devolvieron la moneda que fue utilizada contra ellos en la guerra del Vietnam, cuando la heroína se utilizaba como arma contra su ejército). Posteriormente, durante el periodo de los mujahidines, de los señores de la guerra y de los talibanes el opio financió sus estructuras militares e hizo ricos a unos cuantos de ellos. Si bien los talibanes redujeron la producción en su territorio durante los últimos meses de su cruento reinado con la aplicación de la pena de muerte, la medida tenía más bien tintes de regulación del mercado.
Se comenta en la prensa internacional que Bin Laden se ha convertido en barón de la droga del Waziristán. Pero la amapola se cultiva con gran intensidad en el sur de Afganistán y financia la insurrección talibán. Así, en Helmand (esta es la provincia que cultiva el 40% del opio afgano) y Kandahar, los rebeldes y los narcotraficantes llegan a pagar a los jóvenes que toman las armas hasta cuatro veces el sueldo de un policía. El predominio de los terroristas por el tercio sur del país se extiende cada vez más. Y todo ello debido a que han encontrado la financiación perfecta en el narcotráfico. Controlan el cultivo, la transformación y la comercialización de la droga; que por otra parte se utiliza como arma para minar y debilitar a Occidente. Durante los pasados cinco años, la guerrilla talibán se ha rearmado en sus refugios de las zonas tribales de Pakistán, en las que buena parte del opio afgano se convierte en heroína.
[Turquía y Pakistán son las dos patas sobre las que se apoya la estrategia de Estados Unidos en esta parte del mundo musulmán]
En este marco de inestabilidad, para entender los interese en juego, es necesario no perder de vista las conflictivas relaciones entre Pakistán y la India. Este dato que parece olvidarse muchas veces condiciona en buena medida muchas de las reacciones de Islamabad en la zona.
Desde que en mayo de 1974 India realizara una explosión nuclear, las autoridades pakistaníes debatían sobre la conveniencia de tener armas nucleares que disuadiera a los hindúes de lanzar un ataque convencional, dada la superioridad india en este terreno. La tradicional rivalidad entre ambas naciones, especialmente en cuanto a su conflicto territorial por la posesión de Cachemira, ha alimentado las expectativas nucleares de ambas partes.
En un principio Estados Unidos trató de disuadir a Pakistán de tal posibilidad, argumentando incluso que así la India no tendría excusa para dotarse nuclearmente. Sin embargo, esta postura fue bastante ambigua, ya que el Congreso estadounidense otorgó derogaciones a Pakistán para que escapara de la aplicación de la enmienda Symington que prevé la suspensión de la ayuda a los países sospechosos de dotarse armas nucleares.
Además, esta zona se ha escapado a la influencia real de Occidente y a un entendimiento claro de lo que allí sucede. Con la caída del tradicional aliado de India, la antigua Unión Soviética, los dirigentes indios han tratado de no verse amenazados por la emergente China, por el poder económico de Japón y por el enemigo militar (Pakistán). Han jugado a ignorar sanciones de Occidente por su juego nuclear sabedores de que no podían hacerle mucho daño.
En cuanto a Pakistán, el apoyo de Estados Unidos a Islamabad se va a mantener firme ya que esta pieza es fundamental en la política que en la zona mantiene la superpotencia. Pakistán es fundamental para que Afganistán se mantenga firme al lado occidental y para apoyar su penetración en las ex repúblicas soviéticas de Asia central. Turquía y Pakistán son las dos patas sobre las que se apoya la estrategia de Estados Unidos en esta parte del mundo musulmán, por ello quiere a un Pakistán prudente en lo nuclear (a poder ser dentro del tratado de No Proliferación Nuclear).
[El escenario afgano-pakistaní es cada vez más inestable]
La India juega con el escenario de verse sola frente al control del Océano Indico por el poderío aeroanaval norteamericano (reforzado por la base de Diego García), el incremento de la presencia americana en el Golfo desde el primer conflicto con Iraq, el constante apoyo militar estadounidense a Pakistán y el constante auge económico y militar de China. Esto es lo que sostiene al estratega indio K. Subrahmenyam a mantenr como necesario el arsenal nuclear indio integrado por cincuenta bombarderos, cincuenta misiles balísticos de 3.000 kms. de alcance y cien cargas nucleares.
El polvorín está ahí. Lo que Occidente desea es una distensión entre ambas partes y un mejor entendimiento entre todos. Especialmente porque hay un enemigo común a batir: el fundamentalismo terrorista de Al Quaeda.
En cualquier caso, el escenario afgano-pakistaní es cada vez más inestable. Los europeos están menos dispuestos a seguir contribuyendo al mantenimiento de la paz en la zona. El hundimiento del gobierno de Karzai, o una caída de Pakistán en manos de los fundamentalistas, sin duda arrastraría, tarde o temprano, a un conflicto de Afganistán o Pakistán con alguno de los países vecinos. Además, de la extensión de la inestabilidad por las ex repúblicas soviéticas de Asia central, con la consecuente crisis energética a nivel mundial.