Los más de 37 billones de euros de PIB anual que hoy en día se producen globalmente, eran difícilmente previsibles hace tan solo treinta años y, lo que es peor, la gigantesca demanda energética que este desarrollo precisa, ha dejado obsoletas todas las estimaciones de la época sobre los consumos actuales.

En un contexto de cierta premura, y ya con la mirada puesta en las necesidades globales frente a los recursos disponibles a nivel mundial, el trascendental debate sobre la energía en el futuro ha comenzado ya.

Pocos podían imaginar a mediados de los años setenta la transformación y desarrollo que sufriría el sistema económico mundial apenas tres décadas después. El final de la guerra fría y la caída del muro de Berlín en 1989, provocó la extensión del sistema económico occidental al resto del planeta, y con ello la creación de facto de un mercado de dimensión global.

Tanto es así, que desde entonces la interdependencia económica mundial no ha hecho sino incrementarse, de tal manera que por ejemplo sucesos financieros relacionados con los capitales internacionales a corto, pueden poner en jaque a los bancos centrales de todo el mundo, o desastres naturales similares al huracán Katrina pueden rebajar alguna décima el crecimiento mundial.

Del mismo modo, las crecientes necesidades energéticas que se manifiestan en las distintas áreas económicas del planeta, no escapan del escenario global. Problemas con el suministro de gas argelino o ruso, implicará consecuencias inmediatas en la cotización de los hidrocarburos del resto de productores.

Es por ello que hoy en día, en un mercado energético globalizado en cuanto a suministros de materias primas, no se puede elaborar ninguna política energética local que no tenga en cuenta las proyecciones mundiales de consumos y las fuentes de energía disponibles de forma rentable y duradera.

Desde este punto de vista, el actual debate sobre el futuro energético sopesa los pros y los contras, tanto de los recursos accesibles actualmente como de los que previsiblemente lo estén en un futuro próximo.

Particularizando sobre la opción nuclear, ésta necesita perfilarse sin juicios de antemano, valorando igualmente las ventajas y los inconvenientes que nos plantea, de tal manera que se le consiga asignar, sea cual sea esta, la cuota de participación más adecuada y pragmática entre las distintas fuentes de energía disponibles.

LOS INICIOS DE LA ENERGÍA NUCLEAR.

Previo al comentario sobre sus inicios, resulta útil señalar que el principio teórico de la fisión nuclear es relativamente sencillo: se incide sobre el núcleo de un átomo hasta conseguir su división en dos o más grupos de partículas. De esta división se obtiene una enorme energía que por un lado permite mantener la reacción en cadena y por otro aprovechar el calor generado para mover, por ejemplo, una turbina con la que generar energía eléctrica.

fotoPues bien, parece que los inicios de esta energía no fueron todo lo pacíficos que cabía esperar. Vislumbradas sus posibilidades a raíz de las formulaciones realizadas por Albert Einstein en la primera mitad del siglo XX, la energía nuclear o atómica inició su desarrollo, con fines bélicos, en los años previos a la segunda guerra mundial, acelerándose el mismo con el estallido de ésta a finales de 1939.

En concreto, el dos de diciembre de 1942 en los Estados Unidos, un equipo de científicos dirigido por Enrico Fermi consiguió la primera reacción de átomos en cadena, de forma controlada. Se trataba del paso previo para la puesta en marcha del proyecto MANHATTAN, investigación que representó el inicio de la era atómica para la humanidad y la destrucción de Hiroshima y Nagasaki para Japón.

Pero tras la gran contienda, las miradas se dirigieron también hacia las oportunidades de explotación comercial que la energía nuclear brindaba. Bajo esta nueva vertiente se investigó en la creación de las infraestructuras necesarias para su explotación con carácter industrial, iniciándose por primera vez su aprovechamiento como fuente de energía para uso civil en la antigua Unión Soviética, en el año 1954, mediante la conexión a la red eléctrica de la central de Obnisk, a cien kilómetros de Moscú.

Por su parte, Estados Unidos puso en marcha el primer reactor civil cuatro años más tarde en la localidad de Shippingport, dentro esta vez del programa Átomos para la Paz.

Su inauguración supuso el inicio de lo que en aquel entonces se suponía una nueva, ilimitada y barata energía.

De hecho, la Comisión Nacional de la Energía Atómica de los Estados Unidos llegó a proponer en relación con la energía eléctrica que “todas las futuras plantas generadoras deberían ser centrales nucleares. La energía nuclear debería ser responsable de al menos la mitad de la energía generada en Estados Unidos.”

Aunque en la práctica el uso comercial de la energía nuclear está ceñido exclusivamente a la generación de electricidad, dentro de esta especie de euforia que rodeó su puesta en marcha, no era raro escuchar previsiones sobre su aplicación para mover todo tipo de vehículos e incluso electrodomésticos.

A la vista de las expectativas que generó esta nueva fuente de energía, podría haberse pensado que la generación de electricidad de forma ilimitada y universal era asunto de una o dos décadas, pero la complejidad técnica de las instalaciones necesarias y el carácter estratégico del elemento nuclear, supuso inicialmente un crecimiento muy limitado en el número de centrales y de países poseedores de la tecnología necesaria para las mismas.

No obstante, un acontecimiento inusual hasta ese momento vino a moderar las restricciones impuestas por los países poseedores del know how nuclear. La primera gran crisis energética internacional, y por ende económica, provocada por el embargo de petróleo que protagonizó la OPEP en los primeros años de la década de los setenta, facilitó que se permitiera el acceso a la construcción de centrales a un mayor número de países, tanto en la orbita occidental como soviética.

Desde entonces y hasta finales de los noventa, la construcción mundial de centrales de energía nuclear fue ampliándose hasta alcanzar una cifra total superior a los cuatro centenares.

CENSO ACTUAL DE INSTALACIONES NUCLEARES.

Según el
Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA en español e IAEA en ingles), dependiente de Naciones Unidas, a 31 de Enero de 2007 existen 435 centrales nucleares (capaces de generar cerca de 360.000 MW) repartidas por treinta y una naciones, siendo responsables de abastecer una media del 25% de la energía eléctrica consumida en los países desarrollados y del 15% sobre la consumida en todo el mundo.

El censo de los cinco países con mayor potencia instalada está encabezado por Estados Unidos con 104 reactores, seguido por Francia con 59, Japón con 55, Rusia con 31 y el Reino Unido con 23.

Interesante resulta también señalar que existen otros cinco países con más de 15 centrales operativas: Corea del Sur con 20, Canadá con 18, Alemania con 17, India con 16 y Ucrania con 15. El resto están repartidas en otros 21 países más.

En definitiva, tres continentes asumen el grueso de instalaciones en el mundo. Europa con 196, América con 127 y Asia con 111, mientras que Sudáfrica poseé la única planta del continente africano y Oceanía carece de este tipo de instalaciones.

En lo referente a la construcción de nuevas instalaciones, en estos momentos se encuentran en este proceso 27 centrales en todo el mundo, de las cuales 18 se sitúan en Asia y 8 en Europa Oriental.

En cualquier caso, Asia se configura como el gran protagonista del desarrollo nuclear de los próximos años, con un número cada vez mayor de centrales en operación. Según menciona el OIEA, “las presiones del crecimiento económico, la escasez de recursos naturales y el aumento de la población, son los factores que impulsan la expansión de la energía nuclear en Asia”.

ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA.

Puede que debido a su propia génesis, la energía nuclear está rodeada de una importante polémica acerca de su idoneidad.

Reputadas voces dentro del sector energético mantienen su apuesta por esta alternativa, mientras que numerosos colectivos sociales manifiestan su oposición al mantenimiento e incremento de las instalaciones existentes.

En cualquier caso, el análisis de los argumentos esgrimidos en defensa de ambas posturas, es el mejor camino para encontrar una solución de compromiso entre lo deseable y lo posible.

fotoDentro de la línea que defiende su uso actual en convivencia con otras fuentes de energía, suelen citarse las siguientes razones para avalar su afirmación:

  • 1- Reducen la dependencia de los combustibles fósiles (fundamentalmente petróleo y gas).
  • 2- Suponen una respuesta ya disponible frente al enorme incremento previsto en la demanda mundial de energía eléctrica.
  • 3- Frente a otro de los grandes problemas globales de la actualidad, el
    cambio climatico, ofrecen emisiones “cero” de CO2.
  • 4- Los residuos generados son clasificados, envasados y almacenados con seguridad, frente a los vertidos que otras fuentes de energía como el carbón o el petróleo realizan en el entorno.
  • 5- Los costes de generación son muy competitivos frente a otras alternativas, incluidas las renovables.

Por el contrario, quienes mantienen su rechazo a esta opción suelen enumerar básicamente los siguientes inconvenientes:

  • a- Es una energía con un peligro potencial que, en caso de materializarse, adquiere enorme envergadura en el espacio y en el tiempo.
  • b- La utilización de subproductos como el plutonio, es un riesgo real para la proliferación de armamento nuclear en manos tanto de los estados, como de grupos terroristas.
  • c- El tratamiento de los residuos generados no ha encontrado una solución definitiva a día de hoy, y se transmitirá a sucesivas generaciones durante un período de tiempo cuantificado en miles de años.
  • d- No es competitiva si se tienen en cuenta los costes externos.

Hagamos un breve recorrido por cada uno de estos argumentos.

Reducción de la dependencia de combustibles fósiles.

Dado que el fomento en el uso (para la obtención de electricidad) del único combustible que se encuentra de forma generalizada por todo el planeta, el carbón, es actualmente un verdadero dislate medioambiental, la sustitución real de la potencia nuclear instalada conforme finalicen sus períodos operativos, solo podría plantearse de forma operativa (las 24 horas del día, los 365 días del año) mediante el empleo de centrales de fuel o de gas.

foto Pero como resulta sabido, ambos recursos se hallan concentrados en zonas del planeta con un grado de incertidumbre, latente o real, muy elevado. Además ya existen precedentes que demuestran la gran inestabilidad que pueden sufrir los suministros de petróleo, y recientemente de gas.

Así mismo, las abruptas variaciones en el precio de los suministros de petróleo representan una espada de Damocles para la economía global y, paralelamente, el hecho de que los precios del gas se encuentren indexados con los del petróleo, no hace sino complicar más las cosas.

En definitiva, promover la sustitución de las nucleares por centrales basadas en petróleo o gas, recursos ambos con un horizonte de existencias rentables limitado a un máximo de cinco y ocho décadas respectivamente, no parece que sea una política que garantice una estabilidad futura para el desarrollo económico global.

Respuesta frente al incremento de la demanda.

En un informe publicado por el
Organismo Internacional de la Energía Atómica en el año 2004, coincidiendo con el 50 aniversario de la primera instalación comercial, se mencionaba que “el mundo tendrá que producir más energía nuclear si desea que aumenten los estándares de vida mientras se reducen las emisiones nocivas de los gases de
efecto invernadero”, afirmación que corroboraba dos años más tarde la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cuando en sus “Perspectivas energéticas mundiales 2006” afirmaba que la energía nuclear es esencial para asegurar el abastecimiento y reducir las emisiones de CO2, proponiendo como objetivos la mejora de la eficiencia energética, el aumento de la cuota de las energías renovables y el incremento de la generación eléctrica de origen nuclear.

Y todo esto porque según las proyecciones del organismo más capacitado para elaborar previsiones sobre energía, la AIE, la demanda energética mundial mantendrá una expansión continuada en el medio plazo, estimándose que en el año 2030 se habrá producido un incremento de las necesidades próximo al 60%.

Refiriéndonos a electricidad, y teniendo en cuenta la demanda actual, unos 2.400.000 MW, la cifra podría superar los tres millones ochocientos mil megavatios.

Por otro lado, el pasado mes de Enero la Comisión Europea publicó el informe “Energy Technology Outlook 2050”, en el que predice un incremento de la aportación de las energías renovables (con parques eólicos mar adentro) y nuclear (con reactores de generación IV) de aquí al año 2050, hasta alcanzar cada una de ellas el 20% de las necesidades de fuentes de energía. Estas proyecciones se amparan en la aplicación efectiva de tasas sobre emisiones de CO2, por lo que ambas opciones ganarían en competitividad.

fotoEn cualquier caso, si el uso de combustibles fósiles no amplía su participación para evitar más presiones sobre sus limitadas reservas y sobre la propia atmosfera, absorber el incremento previsto exclusivamente con renovables significaría pasar de una generación mundial en torno a los 80.000 MW actuales, hasta cerca de 1.500.000 MW en el año 2030. Un importantísimo salto cuantitativo que implicaría una apuesta estratégica mundial, e inmediata, por la congelación de los porcentajes del resto de fuentes de energía usadas en la actualidad.

La dificultad de esta meta es el motivo que anima a los distintos organismos internacionales a propugnar el mantenimiento, cuando no el incremento, de la producción nuclear.

A este respecto, el OIEA hace unas previsiones en horquilla, desde la suposición de un pequeño incremento en la generación nuclear hasta el año 2020, en la que no obstante se reduciría su aportación desde el 15% actual hasta el 12%, y la que prevé un incremento del 70% en la capacidad de generación nuclear existente, consiguiendo mantener con ello su cuota de participación.

Pero paralelamente, el propio organismo atómico deja caer un dato de gran calado al señalar que en un horizonte de 70 años se habrá llegado al límite para la obtención rentable del mineral de uranio necesario como combustible. Más allá, la rentabilidad en su extracción estima que no está asegurada.

Nula emisión de CO2.

Cuando en Enero de 2003 Bélgica decidió el abandono futuro de la energía nuclear, el internacionalmente reconocido climatólogo André Berger, remitió una carta abierta al primer ministro belga en los siguientes términos: “Dejar la energía nuclear a principios de este siglo XXI no es solamente un anacronismo sino también es y seguirá siendo, durante mucho tiempo, el error más grande jamás cometido por un gobierno en Bélgica. Por el contrario, seguir y desarrollar la electricidad nuclear es una de las formas más eficaces de servir los intereses del desarrollo sostenible…Cualquier política que no quiera considerarla resulta utópica y significa mentir a la población”.

Para analizar el fundamento de estas afirmaciones, debemos hacer referencia a los estudios existentes al respecto.

El Ministerio español de Industria ha elaborado una comparativa de emisiones provocadas durante el proceso de generación, según el cual la energía nuclear aporta 0 gramos de dióxido de carbono a la atmosfera por cada KW/hora producido. Las centrales de gas de ciclo combinado emiten 350 gramos, las de fuel 725 y las de carbón 925 gramos por KW/hora. Como vemos, frente a los combustibles fósiles la ventaja medioambiental parece clara.

Por su parte el
Organismo Internacional de la Energía Atómica señala que si las 435 centrales nucleares operativas fuesen sustituidas por centrales de los distintos combustibles fósiles en una proporción similar a la actual, las emisiones de dióxido de carbono se verían incrementadas en 600 millones de toneladas al año. Si tenemos en cuenta que el Protocolo de Kyoto implica una reducción de las emisiones para los 25 países más contaminantes de cerca de 700 millones de toneladas anuales, la cifra es significativa.

No obstante, estos datos deben matizarse. Cabe mencionar el estudio realizado por el Instituto Öko de Alemania, en el cual y teniendo en cuenta el ciclo completo de las centrales eléctricas (construcción, explotación y desmantelamiento), concluye que la energía nuclear genera 34 gramos por KW/hora, muy similar a los 33 gramos de la hidroeléctrica y algo superior a los 20 gramos de la eólica, pero en cualquier caso, si que están muy alejados de los emitidos por centrales de combustibles fósiles.

Tratamiento medioambiental de residuos y Costes de generación competitivos.

Como estos dos argumentos están expresados en sentido contrario por los detractores de la energía nuclear, permítanme que los comente más adelante de forma conjunta.

Comentemos ahora los argumentos que amparan la oposición a la energía nuclear.

Es una energía potencialmente muy peligrosa.

Desde luego este aspecto es uno de los más controvertidos.

El accidente sufrido el 26 de Abril de 1986 por el reactor cuatro de la Central Eléctrica Nuclear “Memorial V.I. Lenin” de Chernóbil, provocó un serio deterioro de la opinión pública respecto a la seguridad de estas instalaciones. Catalogado como accidente de nivel 7, el más alto en la escala INES, fue el más grave de la historia al liberar a la atmósfera material radiactivo en cantidades unas 500 veces superiores a las producidas en Hirosima, ya que de las aproximadamente 190 toneladas de material nuclear con las que contaba el reactor, apenas quedó un 30% cuando se confinó el reactor con un “sarcófago” de seguridad.

Unos 155.000 Km2 de territorio ucraniano, bielorruso y ruso se vieron afectados y 135.000 personas tuvieron que ser evacuadas.

Según el informe sobre Chernóbil de UNSCEAR 2000, treinta personas entre empleados de la central y bomberos murieron en las primeras semanas debido a la exposición a las radiaciones, y 134 más sufrieron secuelas severas. Además, 220.000 habitantes de la zona se vieron obligados al desplazamiento permanente de su residencia a zonas seguras.

Por su parte la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un informe publicado el año pasado, señalaba que a lo largo del tiempo la cifra final de víctimas relacionadas con el accidente podrá incrementarse hasta las 5000, entre los seis millones ochocientas mil personas que pudieron estar expuestas de alguna manera.

Respecto a este accidente, diversos estudios han señalado que fue debido a la conjunción de una serie de errores en el manejo y a un diseño obsoleto. En ese sentido recuerdan el sufrido en 1979 por el reactor de la central nuclear de Three Mile Island, en el estado de Pensilvania. También se produjo una fusión parcial del reactor, pero el edificio de contención (la central de Chernóbil no contaba con él) soporto las condiciones y evitó una fuga masiva a la atmosfera, a pesar de lo cual cerca de 2,5 millones de curios de gas radiactivo acabaron escapando. No existen victimas registradas como consecuencia de este accidente.

Sin embargo, el terremoto que sufrió el pasado mes de Julio la costa oeste de Japón afectó directamente a la mayor central nuclear del mundo (Kashiwazaki-Kariwa) sin que se produjeran incidentes de gravedad conocidos. En esta ocasión parece que debido al correcto diseño y funcionamiento de los sistemas de seguridad.

En cualquier caso mantienen que, bien por error mecánico o por error humano, la posibilidad de fallo en una instalación siempre está presente.

Es un riesgo para la proliferación del armamento nuclear.

A pesar de que el
Organismo Internacional de la Energía Atómica tiene facultades para supervisar cualquier instalación nuclear de cualquier país, y proponer al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la adopción de medidas que eviten un uso indebido del ciclo nuclear, las fuentes críticas sostienen que es difícilmente evitable que determinados países no acaben derivando los subproductos nucleares, como el plutonio, hacia la fabricación de vectores nucleares, en una espiral que convierte en más peligroso e inseguro al planeta.

fotoCasos recientes como los de Corea del Norte e Irán, siguen el camino que anteriormente recorrieron Israel, Pakistán y la India, y confirman los recelos sobre el desvio hacia la obtención del inquietante armamento nuclear.

En paralelo, las periódicas informaciones relativas al tráfico ilegal de residuos nucleares procedentes del este europeo, desvelan la posibilidad de que grupos terroristas de diversa índole adquieran capacidad para su empleo en la contaminación radiactiva de importantes zonas en cualquier ciudad del mundo.

En fin, que quieren que les diga. Comentemos por último los argumentos que se contradicen.

Seguridad en el tratamiento medioambiental de residuos.

El propio organismo de Naciones Unidas para la energía atómica, el OIEA, reconoce en sus informes que “la seguridad nuclear y los residuos, constituyen las principales razones que impiden a los países, hoy en día, adoptar esta tecnología”.

Según sus propios cálculos, anualmente se producen en todo el mundo residuos de material radiactivo equivalentes a rellenar toda la superficie de un campo de fútbol, con una profundidad de 1,5 metros.

La naturaleza de estos residuos implica un tratamiento distinto en base tanto a su nivel de emisiones radiactivas, como a su período de actividad.

Siguiendo ese criterio, es cierto que los residuos que generan emisiones bajas o medias durante un período inferior a los 30 años reciben un tratamiento adecuado y vigilado, motivo por el cual no representan un inconveniente serio para el funcionamiento de las centrales nucleares, pero donde realmente existe un problema es con aquellos residuos de baja y media radiación con períodos de degradación superiores a los 30 años y con los de alta emisión. En este caso el ciclo de actividad pueden situarse en miles de años, generando un problema latente a las generaciones futuras.

Para tratar estos materiales, la solución adoptada consiste en el confinamiento de los residuos en envases especiales, pero al desconocerse el comportamiento que puedan tener los contenedores a lo largo de un período tan dilatado de tiempo, se añade una segunda medida de seguridad con el uso de almacenamientos geológicos profundos (a partir de 800 metros), dado que ante la hipótesis de una fuga radiactiva, se supone que ésta se disiparía de forma natural.

En un esfuerzo por solucionar este problema de forma aún más segura, en Estados Unidos, Finlandia y Suecia se estudia la posibilidad de construir depósitos de almacenamiento en estratos geológicamente estables a miles de metros de profundidad, pero las complejidades técnicas y económicas todavía no han sido resueltas.

Costes de generación.

Este apartado ofrece una visión igualmente divergente entre los sectores opuestos a la energía nuclear y los representantes de esta industria.

Los opositores a ella afirman que si se tuvieran en cuenta los costes que asumen los estados en el aseguramiento, desmantelamiento de centrales y tratamiento de los residuos, la energía nuclear sería posiblemente la fuente de energía más cara de las actualmente en uso.

También señalan el importante diferencial que existe en la repercusión por KW de potencia instalado en lo relativo a la construcción de nuevas instalaciones. Si para una central de gas de ciclo combinado esta repercusión se sitúa en 450 euros, en la eólica llega a alcanzar los 900, pero en la nuclear se dispara hasta los 2000 euros por KW. Es decir, para una central de 1.000 MW de potencia, el coste de construcción si es de gas de ciclo combinado ascendería a 450 millones de euros. En el caso de que fuese nuclear se situaría en los 2.000 millones.

Por su parte la industria nuclear admite que en los ratios tradicionales de repercusión por KW/hora no se encuentran incluidos todos los costes externos (costes de tratamiento de residuos, de emisión de gases, de deterioro medioambiental, de subvenciones, de problemas para la salud, etc.), pero que si todo tipo de instalaciones hicieran lo propio, su competitividad no sufriría ninguna erosión.

El Foro Nuclear español señala en sus informes distintas externalidades a tener en cuenta. Por ejemplo compara la ocupación de terreno necesaria para una central de 1.000 MW de potencia y concluye que en el caso de la nuclear se necesitan entre 1 y 4 Km2, entre 1 y 2 Km2 para las de fósiles, entre 20 y 50 Km2 para la fotovoltaica y entre 50 y 150 Km2 para la eólica.

Por otro lado, si bien es cierto que en la imputación de costes por tratamiento de los residuos, a la nuclear sólo le asignan los gastos generados en un período limitado de tiempo, el informe más completo que se maneja sobre costes de generación de energía incluyendo externalidades, es el proyecto de la Unión Europea denominado ExternE.

Sus conclusiones, en céntimos de euro por Kilovatio/hora, son las siguientes:

Carbón 7

Eólica 6,2

Petróleo 6

Hidráulica 4,7

Gas3,9

Nuclear 3,5

Pero ésta es una energía con severas incertidumbres para la inversión privada. El elevado componente político que rodea éste tipo de instalaciones hace imprescindible la participación de los distintos estados, tanto para su autorización como para su explotación.

fotoEl Banco Mundial, encargado de velar por el desarrollo, afirma en sus informes que “otorgar un préstamo al sector energético requiere una revisión de las políticas, las instituciones y las inversiones del sector. Las centrales nucleares en el sector energético no son económicas”.

Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts indica que “la opción nuclear debería mantenerse porque es una importante fuente de generación de energía eléctrica libre de dióxido de carbono”, pero afirma también que no es competitiva frente al uso de combustibles fósiles. Para que lo fuese, señala la necesidad de reducir un 25% los costes de construcción y explotación, además de conseguir rebajar los plazos para la ejecución de las plantas, desde los 8 años actuales hasta los 4.

Frente a estos argumentos, la industria nuclear responde que los actuales desarrollos (los reactores de la Generación IV, entre los que se encuentran los coordinados por la OCDE e impulsados por Estados Unidos, y los promovidos por el OIEA e impulsados por la Unión Europea), son más eficientes, más seguros, generan menos residuos radiactivos, y son susceptibles de estandarización.

CONCLUSIONES

Las proyecciones que realiza la Agencia Internacional de la Energía (AIE) no dejan lugar a dudas: el consumo energético mundial seguirá incrementándose de forma importante durante los próximos años.

Las que realiza Naciones Unidas a través de la Conferencia sobre el
cambio climatico tampoco: la continuidad del modelo energético actual, basado fundamentalmente en el empleo de combustibles fósiles, puede implicar problemas medioambientales permanentes que pongan en peligro el ecosistema del planeta y el propio progreso de la sociedad humana.

Es decir, en el terreno conceptual nos enfrentamos a la búsqueda de un modelo energético capaz de compatibilizar el incremento de producción con el respeto medioambiental. Si además aspiramos a que permitan la satisfacción de las necesidades de generaciones futuras, deberá tener como base el uso de fuentes de energía sostenibles en el tiempo.

En el espacio temporal, afrontamos la necesidad de aportar soluciones en el plazo de unas cuatro décadas, momento en el cual las reservas de petróleo comenzarán la cuenta atrás irreversible.

Con estas premisas, los distintos organismos internacionales anticipan soluciones de compromiso, capaces de ser asumidas sin añadir más polémica al debate, pero contemporizadoras con el actual estatus energético.

Sustitución gradual del componente fósil en la generación de energía, mantenimiento del nuclear, impulso decidido a las renovables, mayor eficiencia energética en todas las áreas y una mayor sensibilización de nuestra conducta hacia el ahorro en el consumo energético, son los paradigmas que abanderan el trascendental debate de la consecución de un modelo energético sostenible para el futuro.

¿Me permiten una indiscreción? Yo no sé que les parecerá a ustedes, pero a mi lo de seguir echando constantemente esos humos cainitas a la atmósfera me parece un disparate. Tampoco acaban de convencerme esas inquietantes centrales nucleares, siempre amenazantes con desencadenar desastres espantosos.

Por otro lado me parecen muy limpias las actuales renovables, pero cada vez que veo uno de esos huertos solares tan al uso, no dejo de imaginar que estoy dando un paseo por la superficie marciana, al igual que me retraen el ánimo los grandes campos con enormes aerogeneradores. En mi fuero interno, algo me dice que llenar el planeta de enormes superficies de espejos y sembrar ávidamente con extraños y enormes molinos el entorno natural, no acaba de ser el concepto de sostenibilidad que todos esperamos.

El enorme esfuerzo económico y de investigación que se está llevando a cabo en la actualidad con el objetivo de conseguir la tecnología necesaria para explotar industrialmente la fusión nuclear (energía prácticamente ilimitada y sin residuos peligrosos), augura resultados operativos en menos de dos décadas. Paralelamente, el desarrollo de la energía de hidrógeno ha alcanzado el umbral de su explotación comercial rentable.

Energía eléctrica para industria y hogares, y combustible para el transporte.

Contemporicemos con el actual modelo energético el tiempo imprescindible para conseguir la rentabilidad de nuevas fuentes de energía más limpias, más discretas, operativas las 24 horas y sostenibles para generaciones futuras.

Por cierto, ya disculparán la indiscreción.