No obstante, me place decir “mi” verdad que, obviamente, no coincidirá con la de otros;  haciéndonos eco de las palabras de Aristóteles: Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente alejado de ella. Por tanto la verdad se mide por puntos de vista, los mismos con los que medimos la mentira.

Los hechos en el Parlament de Catalunya, impidiendo la entrada  y “tuneando” los uniformes de trabajo de los diputados, merecen el reproche de los ciudadanos. La misma reprensión que merecen los que no escuchan a quienes representan, la misma reconvención que merecen los que visten trajes regalados por sicarios del ladrillo, la misma sospecha que planea sobre herederos de fortunas de ancianas que “premian” misteriosamente con miles de hectáreas a políticos, como antes hicieron con los religiosos espabilados. ¿Qué hay de verdad? ¿Qué hay de mentira?

Pero volvamos a los “ataques” a los que estuvieron sometidos los parlamentarios catalanes. ¿Quién estaba tras de ellos? ¿Quién es el autor intelectual de la felonía? Me temo que esta es una verdad-mentira que nunca se sabrá.

Corre un video por YOUTUBE en el que se pueden observar supuestos policías secretas del Consejero de Interior Felip Puig i Godes (consellerpuig@gencat.cat) – por si ustedes quieren felicitarle -, aparentemente participando y boicoteando a los manifestantes del 15-M. El Conseller se ha apresurado a decir que es del todo incierto y una trola muy grande la de que, los policías, provocaran altercados. Como ustedes pueden ver en el vídeo, si a estas alturas sigue colgado en youtube, varios jóvenes de cabezas rapadas, perillas, y con aspecto de agentes de seguridad, se protegen en unos portales a la espera que sus compañeros de uniforme les “rescaten”. Los policías – esta parte no la ha desmentido Felip Puig -, se esconden bajo pasamontañas y miradas de corderos degollados, como diciendo: “a mí que me registren”.

Después de las palabras del Conseller y a la vista del vídeo, no me queda más remedio que suponer que los jóvenes guerreros se habían encontrado por casualidad en mitad de la manifestación. Sí, llevaban pasamontañas, pero era por el terrible frio que estamos pasando estos días; se escondían pero era por el miedo que les daban todos aquellos gritones exaltados, ¡con lo calladitos que ellos estaban! Luego, pasaron por allí –casualmente – unos compañeros de vistosos uniformes negros como la noche del eclipse. “Joder ¡qué hacéis aquí!, ¡qué casualidad!”, se oyó decir. Y todos juntos se dirigieron a los transportes públicos – me refiero a las cochineras, y digo públicas porque las hemos pagado todos -, a tomar unos vinos después del arduo trabajo. ¿Mentiras? ¿Ficción? Juzguen ustedes mismos.   

 http://www.youtube.com/watch?v=YcmvzRvsf8g&feature=share

http://blogs.terra.es/blogs/lacuentaatras/archive/2011/06/16/los-anacletos-agentes-secretos-al-servicio-de-la-generalitat.aspx

Pero si yo les cuento lo que veo en el vídeo, si les comunico mi percepción: es la de unos “boicoteadores” que después de reventar la manifestación y provocar a los mossos, es decir, a sus propios compañeros, se esconden en los soportales y bajo las capuchas, temerosos de que les descubran. Algunos de los manifestantes les increpan por su actitud, pero ellos permanecen impasibles y cariacontecidos. Son técnicas policiales de infiltración y provocación, que nos son familiares a los que peinamos canas o ya no peinamos nada, y por tanto, es difícil que nos tomen el pelo. No obstante, puedo estar equivocado, porque, como dice el Conseller, las apariencias pueden ser engañosas.

Cabe ahora preguntarse quién está detrás de las  denunciadas agresiones a los diputados y el porqué de esas acusaciones, sin pruebas, a un colectivo y un movimiento que se ha cansado de repetir que es pacífico, y que solo aspira a  que sus representantes políticos arreglen las cosas de la mejor manera y lo antes posible. Después de tantas y tantas mentiras, de tantos intereses, uno mira por la ventana y ve sombras jugando a las cartas – las suyas – y como en la novela de George Orwell, no sabe lo que es verdad o mentira y, lo que es más triste, como en Rebelión en la Granja, ya no es posible distinguir quienes son los cerdos y quienes los hombres.