¿Cuál es la situación actual del movimiento indignado en el Estado español? ¿Cómo se organiza?

La marea indignada que surgió a partir del 15 de mayo del 2011, y que ocupó miles de plazas en todo el Estado español, ha tomado hoy nuevas formas. La fuerza y la radicalidad de las luchas contra la privatización de la sanidad y la educación, por una vivienda digna y contra los desahucios… son resultado del nuevo ciclo de protesta que se abrió con el movimiento de los indignados.

Asimismo, las acciones de desobediencia civil se han multiplicado y extendido, debido a la profundidad de la crisis pero también porque el movimiento ha sido capaz de destapar la estafa de la crisis y el robo y el expolio colectivo que significa. De tal modo, que frente a políticas y leyes injustas se toma conciencia de que la única opción que queda es desobedecer. Y esto no es sólo patrimonio de los activistas sino que amplios sectores sociales, y la opinión pública en general, apoya dichas acciones. Lo que es un paso adelante muy importante.

En términos organizativos, el movimiento tiene una gran dispersión y fragmentación y han florecido una gran amplitud de iniciativas y experiencias. Se estructura principalmente a través de movimientos sectoriales (educación, sanidad, cultura…) contra los recortes o contra los desahucios (como es el caso de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas). Permanecen también, aunque reducidas en su tamaño, asambleas de barrio pero con una coordinación  más bien débil entre sí.

Una parte del movimiento empezó como Democracia Real Ya!. Obviamente, esto significa una crítica rotunda al sistema democrático representativo liberal. ¿Cómo se concreta la demanda del 15M por una “democracia real”? Y, ¿hay actualmente un debate para impulsar una nueva constitución?

Los pilares del régimen surgido de la transición en el Estado español están en crisis: la monarquía, el sistema de partidos, el modelo de autonomías… Y hay una pérdida muy grande de legitimidad de las instituciones y de los representantes políticos, debido a su servilismo frente al poder financiero. Pero, paradójicamente, el movimiento de los indignados ha significado un reinterés por lo político, por querer decidir sobre los asuntos colectivos, por exigir otra salida a la crisis que no haga recaer el peso de la misma en la mayor parte de la población.

Y es aquí donde desde diferentes espacios, y a veces de una manera fragmentada y no muy coordinada, se ha planteado la necesidad de un proceso constituyente que nos permita redefinir qué sociedad, qué política y qué economía queremos. Y más que un proceso consituyente en el Estado español tenemos que hablar de procesos constituyentes independientes pero coordinados debido a la realidad plurinacional del Estado.

¿Qué piensa el movimiento en el Estado español sobre los actuales cambios institucionales en la Unión Europea. Especialmente, sobre el pacto fiscal y los intentos para establecer una “unión fiscal y económica?.

La agenda de los movimientos sociales en el Estado español está marcada por la crisis de régimen y la intensificación de las políticas neoliberales, los recortes, el aumento de la pobreza… Si hace diez años campañas contra la Europa del Capital y la Guerra, contra el G8, contra la guerra en Irak tenían una centralidad importante, ahora esto ha cambiado. Las movilizaciones actualmente están más vinculadas al retroceso de derechos básicos que afectan nuestra vida cotidiana. Hay la comprensión de que estas políticas están relacionadas con los dictados de la Troika y la política de Angela Merkel, pero los debates concretos acerca de la Unión Europea caen lejos.

¿Cuáles son las ideas del 15M sobre el futuro de la integración europea? ¿Cómo tendría que ser? ¿Tiene sentido hablar de una “Europa democrática y social”?

Ha habido pocos debates programáticos sobre la  Unión Europea. La mayoría de las discusiones se han centrado más en temas internos (deuda, sistema electoral, recortes…) . Sin embargo, debido al papel central de la Troika en la aplicación de las medidas de ajuste y de recesión, la simpatías hacia la Unión Europea (UE se han desmoronado. Esto marca una diferencia con el pasado reciente, donde la mayoría de la población del Estado español tenía una visión favorable a la integración europea, pues las élites económicas y políticas consiguieron presentar la  presencia del Estado español en la UE como sinónimo de modernización, en un país con un largo pasado de aislamiento.

Otro tema es la coordinación internacional del movimiento indignado, que es más bien débil, aunque hay un sentimiento de pertenencia a un movimiento más amplio y global que bebe de las revueltas en el mundo árabe, las protestas en Grecia y que está conectado con los movimientos ‘occupiers’ en Estados Unidos.

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