En todo el mundo y, especialmente, en Europa, asistimos con cierta incredulidad y asombro a unos acontecimientos que están poniendo en jaque la paz en el Viejo Continente.
“¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, “¿Qué va a pasar ahora?”, esas y otras son ahora las dudas y preguntas que surgen sobre el futuro, a las que los medios de comunicación tratan de responder invitando a expertos en relaciones internacionales a sus redacciones o a los platós de televisión, o conectando en directo con reporteros desplegados en diversos rincones geográficos. Todos estos interrogantes me parecen entendibles, sin embargo, hay en toda esta cuestión algo que me desconcierta y que, hasta cierto punto, llega incluso a sorprenderme.
Quiero aclarar, primero de todo, que no pretendo quitarles peso a los acontecimientos, por si acaso, en esta era en la que se le saca puntilla a todo, alguno quiere tergiversar o malinterpretar lo que voy a escribir. Dicho lo cual, yendo al grano, lo que me resulta algo incomprensible es esa reacción, esos comentarios convertidos en mantra del estil, “¿cómo puede ocurrir esto en pleno siglo XXI?” o “parece mentira que esto ocurra en el Siglo XXI”. Señores y señoras, por si alguien no se ha enterado todavía ¡estamos en el Siglo XXI! ¿Y qué implica esto? Pues, según parece, para la mayoría de la población, esto implica que, supuestamente, después de milenios de historia, la Humanidad debería haber cambiado de un plumazo, que esta es la buena y que los siglos anteriores eran solo un ensayo para poder llegar al Siglo XXI y borrar de un plumazo todas aquellas cosas negativas de la Humanidad.
El Siglo XXI, ese Siglo del 11-S, de la Invasión de Irak, del 11-M, del Huracán Katrina, del Tsunami en el Sudeste Asiático, de la Guerra Civil de Siria, del Tsunami de Japón, de la Guerra en Libia, del incidente de Germanwings, de la crisis migratoria en el Mediterráneo, de Daesh, de una epidemia mundial y ahora otra Guerra en Ucrania… y esto es sólo un resumen muy básico de todos los desastres, de origen humano o natural, que han ocurrido en el mundo en lo que llevamos de Siglo XXI, pero, aún así, todavía el público en general piensa que “es increíble que estas cosas pasen en el Siglo XXI”. ¿Por qué se supone que el Siglo XXI debería ser distinto a cualquier otro siglo de la Historia de la Humanidad?
Y, segunda clarificación, ni mucho menos pretendo con esto lanzar una visión pesimista del mundo, lo único que pretendo es ser realista. Realista porque, siendo cierto que en el Siglo XXI hemos logrado un avance tecnológico y un progreso social y económico sin precedentes, no es menos cierto que el mundo sigue siendo mundo y los seres humanos seguimos siendo seres humanos. Los intereses geopolíticos siguen existiendo, y la diversidad de culturas, religiones e ideologías, por muchas cosas positivas que tengan, siguen y seguirán siendo causas de conflictos.
Es probable que está visión del mundo sea, en parte, causa de que en Occidente hemos gozado de relativa estabilidad social y económica, pese a crisis económicas y políticas, las cosas nunca han llegado a más, y hemos asumido que esta estabilidad es y seguirá siendo la norma. También es verdad que desde la segunda mitad del siglo XX hemos vivido la mayor época de paz y estabilidad y que, en general, el mundo es un lugar más pacífico y seguro ahora que hace un siglo, fundamentalmente porque en la inmensa mayoría de los países occidentales los últimos conflictos armados no se producen desde hace casi 100 años, o al menos, directamente en nuestros territorios. Puedo entender que, para los occidentales, ciertas cosas sean difíciles de procesar y digerir, pero extrapolar nuestra visión del mundo y convertirla en la visión real del mundo es un error.
Este error es, precisamente, el que ha aprovechado Putin para actuar contra Ucrania de esta manera, este error es, precisamente, el que aprovechan muchos de los dictadores y líderes autoritarios del mundo para actuar impunemente. No me creo, realmente, que nadie no pudiese esperar lo que ha acabado pasando, igual que nadie pudiese no esperar la pandemia que hemos vivido estos últimos años. Con respecto a la Guerra en Ucrania, Rusia ya hizo algo parecido en Osetia, en Abjasia, en Chechenia y en la propia Ucrania, anexionándose Crimea hace menos de una década, ¿de verdad esto no era previsible y esperable?, ¿de verdad nadie podía saber de antemano cuáles eran las intenciones de Putin?

Ciudadanos de Kiev tratando de abandonar la ciudad en tren
Lo cierto es que el riesgo existía y se sabía y, para muestra, aporto documentos que lo atestiguan. En primer lugar, remito a la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU de 2015, bajo el mandato de Obama, en la que, textualmente, se cita que “la agresión de Rusia en Ucrania pone en evidencia que la seguridad en Europa y las reglas y normas internacionales contra las agresiones territoriales no pueden darse por sentadas”[1]. A esto se suma la Estrategia de Seguridad Nacional del Reino Unido del año 2015, siendo David Cameron Primer Ministro, y que, en similares términos reconoce que “la anexión de Crimea y las acciones de desestabilización en Ucrania ponen en riesgo directamente la seguridad europea y las reglas del orden internacional”[2]. Incluso, en nuestro propio país, la Estrategia de Seguridad de 2017, siendo Mariano Rajoy Presidente del Gobierno, alertaba de que “ la anexión de Crimea por parte de Rusia y sus acciones en Ucrania Oriental, han supuesto un deterioro de la situación de seguridad en Europa”[3]. Las Estrategias de Francia, Alemania y prácticamente cualquier país occidental coinciden plenamente en el análisis. Para más inri, todas las Estrategias de Seguridad que he citado e, incluso, algunas anteriores, como la de EE.UU del año 2006, dedicaban un apartado a alertar sobre los riesgos a los que el sistema sanitario mundial podría enfrentarse en caso de una eventual y nada descartable epidemia mundial, que previsiblemente tendría su origen en la región de Asia-Pacífico.
A marzo de 2022 podemos confirmar que, tanto esa pandemia que iba a amenazar a los sistemas nacionales de salud, como ese conflicto en Ucrania que podría poner en jaque la seguridad en Europa, no solo eran posibles, sino que han acabado materializándose. Lo malo de vivir en una época prolongada de paz, seguridad, prosperidad y relativa estabilidad económica es que damos por sentado que los conflictos armados o las enfermedades contagiosas son propias de otras épocas o regiones del mundo,y, cuando esos conflictos o enfermedades llaman a la puerta, no sabemos cómo reaccionar y lo único que se nos ocurre es preguntarnos: ¿cómo es posible que esto ocurra en pleno Siglo XXI?
Entiendo el desconcierto generalizado de la población, es lógico que, para Occidente, todo lo que lleva ocurriendo estos últimos años esté siendo un shock, pero también espero que sea una cura de humildad, una dosis de realidad. Alardeamos de nuestras democracias, de nuestros sistemas sanitarios, de nuestras instituciones y organizaciones integradoras y de cooperación, y no pretendo negar que hemos construido sociedades sólidas y resilientes, pero, tirando del refranero español, soy consciente de que “imperios más grandes han caído” y de que “todo lo que sube, baja”. No podemos dar por sentado que el mundo es lo que nosotros queremos que sea o, al menos, lo que nosotros creemos que es, tenemos que entender el mundo como el complejo sistema de relaciones humanas, culturales, ambientales, sociales y geográficas que es. A cualquiera que le interese la historia, la geopolítica o las relaciones internacionales sabe que el mundo es un lugar cambiante y que nada es eterno. Que la sociedad occidental se pregunte cómo es posible que algo como esto pase en el siglo XXI no es sino un síntoma de que nos hemos acostumbrado a nuestra realidad temporal y creemos que hemos alcanzado ya la cúspide de la civilización que, como afirma Francis Fukuyama, es “el fin de la Historia”.
No tenemos que ser alarmistas, ni pesimistas, ni dejar de disfrutar de las bondades que nuestra era nos brinda, pero tenemos que ser realistas y afrontar el futuro como algo incierto aunque, en muchas ocasiones, predecible. Sabemos hoy más que nunca que la seguridad y la paz en Europa Occidental no están libres de amenazas, sabemos que los problemas medioambientales pueden ocasionar serios problemas en el futuro, sabemos que hay que afrontar una crisis demográfica, especialmente en los países desarrollados, sabemos que las crisis económicas y las enfermedades son una realidad, por ello, en vez de preguntarnos cómo es posible que estas cosas suceden en el Siglo XXI, deberíamos preguntarnos, ¿qué estamos dispuestos a arriesgar para evitar que estas situaciones se produzcan? y, en su caso, ¿cómo afrontaremos estos retos cuando lleguen?
Nos repiten constantemente que “aquel que olvida su historia, está condenado a repetirla”, el problema es que, en un mundo tan complejo, hay varias versiones de una misma historia, y si solo miras la tuya, lo que estás condenado es a vivir en una burbuja que, tarde o temprano, puede acabar reventando.
[1] The White House. (2015). National Security Strategy of de United States of America. pp.25. February 2015.Disponible en: https://obamawhitehouse.archives.gov/sites/default/files/docs/2015_national_security_strategy_2.pdf
[2] HM Government. (2015). National Security Strategy and Strategic Defence and Security Review 2015 A Secure and Prosperous United Kingdom. pp 53 Disponible en: https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/555607/2015_Strategic_Defence_and_Security_Review.pdf
[3] Departamento de Seguridad Nacional. Presidencia del Gobierno. (2017). Estrategia de Seguridad Nacional de España 2017 pp 41. Disponible en: https://www.dsn.gob.es/sites/dsn/files/Estrategia_de_Seguridad_Nacional_ESN%20Final.pdf
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