Tanto en la fase de obtención del combustible nuclear (extracción del mineral, lavado y concentración, producción de lingotes de uranio o plutonio), como en la etapa de funcionamiento de los reactores nucleares (proceso de fisión, activación y térmicos) se obtienen ingentes masas de residuos radiactivos con grave peligro de contaminación del medio ambiente. En la refrigeración de los reactores se utilizan grandes cantidades de agua que luego son nuevamente vertidas al río, transportando productos peligrosos.
Sustancias radiactivas y condiciones ecológicas de la contaminación.
Los productos radiactivos liberados en las explosiones nucleares accidentales comprenden restos de explosivo no consumido (uranio 235 y plutonio 239), los productos de fisión derivados del explosivo y los productos de activación formados por bombardeo con neutrones de los elementos contenidos en el suelo o en el agua. Las sustancias radiactivas contaminantes que permanecen al cabo de cierto tiempo son el estronio 90 y el cesio 137.
El destino de las impurezas radiactivas contenidas en la atmósfera tras una explosión nuclear depende, además de los factores meteorológicos, de las condiciones ecológicas. En realidad el principal peligro actual proviene del alto grado de concentración biológica de las sustancias radiactivas a lo largo de la cadena alimentaria. De este modo se produce una contaminación radiactiva indirecta que se inicia con el depósito en el suelo y en el agua de los agentes contaminantes radiactivos caídos de la atmósfera. En los animales y vegetales que extraen su alimento del suelo y del agua se concentran dichos cuerpos, transmitiéndolos a sus depredadores en proporciones igualmente peligrosas. En el hombre, eslabón final en la cadena alimentaria, la contaminación indirecta se produce a través del tubo digestivo tras la toma de alimentos vegetales o animales contaminados, provocando, si se ingieren cantidades excesivas, una serie de enfermedades, entre ellas el cáncer.
Efectos de la contaminación radiactiva.
Se ha calculado que la población mundial está expuesta a una radiación natural ambiente comprendida entre 100 y 150 mrem. Según los especialistas, el hombre puede llegar a soportar, sin peligro aparente, hasta 1.000 mrem.
Por encima de estas dosis máximas permisibles de radiación existen para el hombre riesgos somáticos, como el acortamiento de la vida y la inducción a la leucemia. Las partes más sensibles del organismo son: la piel, los ojos, ciertos tejidos y glándulas; ello pudo ser comprobado tras la explosión de la bomba atómica en Hiroshima.
Los principales accidentes nucleares de la historia fueron:
- 1952, Chalk River (Canadá) magnitud 5 según la escala INES.
- 1957, Mayak (Rusia) magnitud 6 según la escala INES.
- 1957, Windscale (Gran Bretaña) magnitud 5 según la escala INES.
- 1977, Jaslovske Bohunice (Checoslovaquia) magnitud 4 en la escala INES.
- 1979, Three Mile Island (EE. UU.) magnitud 5 según la escala INES.
- 1986, Chernóbil (Ucrania) magnitud 7 según la escala INES.
- 1987, Accidente radiológico de Goiania (Brasil) magnitud 5 según la escala INES.
- 1999, Tokaimura (Japón), magnitud 4 según la escala INES.
- 2011, Fukushima (Japón), magnitud 7 según la escala INES el incidente en los nucleos de los reactores 2 y 3, magnitud escala 3 en las piscinas de la unidad.
No es extraño que periódicamente surjan alarmas en alguna central nuclear ya que según el diario El País (14/5/2011) “Existen en el mundo 442 reac-tores nucleares y otras 65 plantas en construcción. Estados Unidos encabeza la lista con 104, seguido de Francia con 58, Rusia, 32, Corea del Sur, 21, India, 20, Reino unido, 19, Canadá, 18, Alemania, 17, China, 13, España, 8, Bélgica,7, y las regiones con menos reactores serían, si exceptuamos Aus- tralia que no tiene ninguno, el continente africano con 2, en Sudáfrica y los países de América del Sur, México, Brasil y Argentina con 2 reactores cada país.Veamos su localización en este mapamundi elaborado por Óscar Torga
PRINCIPALES PAÍSES CON CENTRALES NUCLEARES A NIVEL MUNDIAL
Mapa elaborado por Óscar Fernández Torga.
No voy a analizar todos y cada uno de los accidentes nucleares porque me extendería demasiado, pero sí analizaré, a continuación, los dos accidentes nucleares más importantes en cuanto a su magnitud y, por consiguiente, de mayor peligro para las personas que vivían próximas, y no tan próximas, a las centrales nucleares.
Uno de los accidentes nucleares más importantes, hasta hoy en día, se produjo en la central nuclear de Chernobyl (Ucrania) en la madrugada del 26 de abril de 1986. Irónicamente, el accidente se produjo como consecuencia de una prueba con la intención de aumentar la seguridad del reactor. La prueba consistía en un simulacro de un supuesto corte eléctrico. Para ello deberían averiguar durante cuánto tiempo continuaría generando energía eléctrica la turbina de vapor una vez cortada la afluencia de vapor. Las bombas refrigerantes de emergencia, en caso de avería, requerían de un mínimo de potencia para ponerse en marcha (hasta que se arrancaran los generadores diésel) y los técnicos de la planta desconocían si, una vez cortada la afluencia de vapor, la inercia de la turbina podría aportar esa potencia necesaria para que las bombas de refrigeración siguieran funcionando hasta entrar en marcha los generadores.
Durante la prueba, los operadores insertaron las denominadas barras de control (de acero al boro, de una aleación de plata y cadmio que tiene gran capacidad de absorción de neutrones) para disminuir la potencia del reactor y esta decayó hasta los 30 MW. Pero el reactor no se podía parar para evitar un fenómeno conocido como envenenamiento por xenón.
Los operadores disminuyeron la potencia del reactor. Los sistemas automáticos detendrían el reactor al detectar un nivel tan bajo y por esta razón los operadores desconectaron el sistema de regulación de la potencia, el sistema refrigerante de emergencia del núcleo y otros sistemas de protección. Estas acciones, así como la de sacar de línea el ordenador de la central que impedía las operaciones prohibidas, constituyeron graves y múltiples violaciones del Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión Soviética.
Con el reactor a punto de apagarse, los operadores retiraron manualmente demasiadas barras de control. De las 170 barras de acero al boro que tenía el núcleo, las reglas de seguridad exigían que hubiera siempre un mínimo de 30 barras bajadas y en esta ocasión dejaron solamente 8. Con los sistemas de emergencia desconectados, el reactor experimentó una subida de potencia extremadamente rápida que los operadores no detectaron a tiempo. A la 1:23, cuatro horas después de comenzar el experimento, algunos en la sala de control comenzaron a darse cuenta de que algo andaba mal.
Cuando quisieron bajar de nuevo las barras de control, estas no respondieron debido a que posiblemente ya estaban deformadas por el calor y las desconectaron para permitirles caer por gravedad. Se oyeron fuertes ruidos y entonces se produjo una explosión causada por la formación de una nube de hidrógeno dentro del núcleo, que hizo volar el techo de 100 t del reactor provocando un incendio en la planta y una gigantesca emisión de productos de fisión a la atmósfera. Para dar idea de la gran liberación de energía se dirá que partículas de plutonio alcanzaron los 2 km de altitud.
La explosión, en el actual Estado independiente de Ucrania, liberó unas 500 veces más radiación que la bomba atómica arrojada por Estados Unidos sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945.
Algunos fragmentos de combustible y grafito en llamas fueron lanzados hacia afuera, cayendo sobre el techo de turbinas adyacentes, causando una treintena de incendios. Los bomberos apagaron la mayoría de ellos, con un terrible costo en vidas por la sobreexposición.
Luego de fracasar en su intento de inundar al núcleo, los soviéticos decidieron cubrirlo con materiales absorbentes de neutrones y rayos gamma ( plomo, sustancias boradas, arena, arcilla, dolomita). Del 28 de abril al 2 de mayo de 1986, se dedicaron a hacerlo desde helicópteros. Cavaron un túnel por debajo de la central, para introducir un piso de hormigón y evitar la contaminación de las capas de agua subterránea. Así consiguieron que cesaran las grandes emisiones de material radiactivo.
El reactor fue finalmente recubierto con un “sarcófago” de hormigón, que provee un blindaje suficiente como para trabajar en los alrededores. Para evacuar el calor residual, se instalaron ventiladores y filtros.
La consecuencia inmediata del accidentes fue la muerte de 31 personas, 2 por la explosión y 29 a causa de la radiación. Todas formaban parte del personal de la planta. Y propagó una nube de humo radiactivo sobre gran parte de Europa.
Alrededor del sitio del accidente hay un área contaminada de unos 30 km cuadrados, y los tres países que sufren las peores consecuencias son: Ucrania, Rusia y Bielorrusia.
La radiación lanzada a la atmósfera fue la causa de decenas de miles de muertes por cáncer y por el notorio aumento de enfermedades genéticas en esos tres países desde 1986.
Siete millones de habitantes de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, incluidos tres millones de niños, padecen aún efectos secundarios del desastre nuclear y necesitan tratamiento médico, afirmó la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El principal obstáculo para paliar las consecuencias del accidente ha sido la escasez de los recursos aportados por la comunidad internacional, que dejó la cuestión librada en gran parte a los esfuerzos de las tres naciones más afectadas, las cuales tienen importantes problemas económicos.
Las estadísticas sanitarias de Ucrania, Bielorrusia y Rusia muestran el aumento de enfermedades relacionadas con la exposición a radiactividad, y el cáncer de tiroides se multiplicó por 10 para los ucranianos desde 1986.
Ucrania tiene 50 millones de habitantes, y unos 3,2 millones de ellos han sido afectadas por el accidente, incluyendo a un millón de niños. Las víctimas mortales han sido 167.653. En ese país se ha registrado también un importante descenso de la natalidad, y la mortalidad infantil casi triplica el promedio europeo.
Tras el desastre, los casos infantiles de cáncer de tiroides en Bielorrusia se multiplicaron por 33,5, según el viceministro de Salud de ese país, Vladimir Orekhovsky, en una entrevista difundida por televisión.
La contaminación causada por el accidente en Rusia afectó a unos 57.000 kilómetros cuadrados de territorio, en los cuales viven tres millones de personas, señaló el funcionario sanitario ruso Guennady Onischenko.
Unos 184.000 rusos sufrieron consecuencias de la radiactividad, en especial quienes trabajaron para paliar las consecuencias del desastre, y las víctimas mortales fueron unas 10.000, añadió Onischenko.
El último gran accidente nuclear se produjo en la central de Fukushima como consecuencia del terremoto (9 grados en la escala de Richter) y el tsunami ocurrido el 11 de marzo de 2011 en Japón. La central nuclear de Fukushima resultó seriamente dañada. Esta planta número 1 de Tokyo Electric Power en Fukushima está situada a unos 270 kilómetros al noreste de Tokio y cuenta con seis reactores de agua ligera en ebullición.
Ese día los reactores 1, 2 y 3 estaban operando, mientras que las unidades 4, 5 y 6 estaban en corte por una inspección periódica.Cuando el terremoto fue detectado, las unidades 1, 2 y 3 se apagaron automáticamente (llamado SCRAM en reactores con agua en ebullición).Al apagarse los reactores, paró la producción de electricidad. Normalmente los reactores pueden usar la electricidad del tendido eléctrico externo para enfriamiento y cuarto de control, pero la red fue dañada por el terremoto. Los motores diésel de emergencia para la generación de electricidad comenzaron a funcionar normalmente, pero se detuvieron abruptamente a las 15:41 con la llegada del tsunami que siguió al terremoto, que inundó numerosos sistemas críticos. Es decir, lo que los técnicos de Chernobyl estaban evaluando como ejercicio, en Fukushima se convirtió en realidad: fallo de suministro eléctrico a las bombas de refrigeración.
Se generaron fusiones nucleares descontroladas en la planta, provocando el escape de radiación, la contaminación de alimentos y del agua, y evacuaciones masivas de las personas que vivían en esta zona. Murieron 2 jóvenes, de 21 y 24 años de edad, justo después del terremoto como consecuencia de heridas múltiples cuando estaban inspeccionando el edificio de la turbina del reactor nº 4. La radiación de sus cuerpos era muy elevado por lo que tuvieron que ser desinfectados.
Los escapes radiactivos fueron muy importantes y se produjeron al estallar el edificio del reactor número uno de la central nuclear de Fukushima I, según el Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN). Por otra parte, la agencia de prensa japonesa Kyodo, citando una comisión de seguridad, había indicado que: “un nivel de radiactividad 1.000 veces superior a lo normal había sido detectado en la sala de control del reactor número uno de Fukushima I”.
Más de tres semanas después de que dejaran de funcionar los circuitos de refrigeración de la central, seguía existiendo el peligro de una catástrofe nuclear en Fukushima (nordeste de Japón). Todavía había emisiones radiactivas que hacían temer una contaminación medioambiental perdurable y extensa. En este sentido, la televisión japonesa NHK informó que: “Los responsables de la ciudad de Fukushima descontaminarán 110.000 casas afectadas por emisiones procedentes de la central nuclear de Fukushima, afectada por el desastre del 11 de marzo de 2011”.
La contaminación del agua y del aire provoca que los alimentos se contaminen dando lugar a que el Ministerio de Sanidad japonés retirase del consumo varias partidas de espinacas y leche por contener un nivel excesivo de radiactividad. La leche fue detectada en una granja situada a 30 km. de la central de Fukushima. Las espinacas, más al sur, en la provincia de Ibaraki. De hecho, esa prefectura es el lugar que más está sufriendo los efectos de la radiación por culpa de los vientos, que caprichosos, empujan la nube tóxica que emana de los reactores directamente hacia su territorio. Varias ciudades de Ibaraki presentaron cien veces más radiación de la habitual.
Las consecuencias sobre la salud de las personas directamente afectadas por la contaminación radioactiva se conocerán dentro de 10 ó 20 años. Según estimaciones del Departamento de Energía de EE UU se calcula que se encuentra distribuida por el territorio suficiente radiactividad para que las personas que habiten zonas incluso a más de 80 km. de Fukushima reciban dosis superiores a 20 mSv al año. Pero los efectos van más allá, el consumo de pescado y de otros productos marinos pueden producir una afección en la población humana con una distribución mucho más amplia y difícil de determinar.
Eliminación de residuos radiactivos.
Otro serio problema que se plantea con las centrales nucleares es qué hacer con los residuos o material radiactivo ya inservible. La eliminación de los productos radiactivos provenientes de las centrales nucleares plantea, en la actualidad, graves problemas. Una de las soluciones adoptadas y que ha ocasionado una gran controversia es su eliminación mediante recipientes herméticos e impermeables a las radiaciones, que son sumergidos en las grandes profundidades de las fosas oceánicas.
Se calcula en unas 140.000 toneladas de basura radioactiva depositada en la fosa Atlántica, a 630 kilómetros de la costa gallega, sin que ni la Xunta ni el Gobierno central, ni la UE, ni la Organización Marítima Internacional se responsabilicen del estado de los bidones que a principios de los ochenta fueron arrojados al mar por la industria nuclear para librarse del ingente volumen de desechos que generaba su actividad. Han pasado 30 años y los científicos apuntan que los contenedores que almacenan la radiactividad pueden empezar a deteriorarse debido a la salinidad del agua y las fuertes presiones que soportan situados a más de 3.000 metros de profundidad.
Desde Greenpeace, Carlos Bravo, experto en materia nuclear de la organización ecologista asegura que: “El cementerio de la fosa Atlántica es una bomba de relojería y el principal riesgo es la corrosión de los bidones”.
Durante bastantes años, el almacenamiento de residuos radiactivos se realizaba mediante vertidos al mar, práctica en moratoria desde 1983 y totalmente prohibida desde 1993. Dos años más tarde, en 1995, se prohibió definitivamente en España tirar bidones con carga radiactiva al mar, sumándose al acuerdo internacional y a la fuerte contestación social surgida en Galicia por estos vertidos.
Según el Comité de Manejo de Desechos Radioactivos (CORWM) la mejor solución “en términos de seguridad y protección al público y el medio ambiente, es enterrarlos”.
Esta práctica, según el profesor Antonio Ruíz consiste en “enterrar los residuos nucleares en minas muy hondas, de hasta 1.000 metros de profundidad. Los residuos nucleares -explica el experto- se almacenan primero en bidones de hormigón en las centrales nucleares y luego se transportan hacia minas abandonadas”. No obstante señala Antonio Ruíz “ Los desechos deben estar encajonados en materiales muy resistentes y la roca adyacente actuaría como una barrera para evitar fugas radioactivas en el medioambiente. Sin embargo, continúa el profesor “Los residuos radiactivos no desaparecen sino que los entierran y estarán allí, contaminados, más de lo que dura una vida humana”.
La mejor solución, en la actualidad, es el almacenamiento definitivo en tierra firme, donde existen dos opciones:
A) En superficie con barreras de ingeniería, como en El Cabril en Córdoba (España), con capacidad de 50.000 metros cúbicos o L´Aube en Francia, con capacidad de 1.000.000 metros cúbicos. El fin de este tipo de almacenamiento es impedir que el agua, superficial o subterránea entre en contacto con los bidones. Tanto durante la fase de almacenamiento como posteriormente es necesaria la vigilancia de la instalación.
El centro de El Cabril, creado en el año 1961, está gestionado en la actualidad por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa). Posee 28 estructuras de almacenamiento, de las cuales 18 ya están completas. Su nivel de actividad se encuentra en torno al 65% y, dados sus recursos, pretende seguir almacenado residuos radiactivos de mediana intensidad hasta 2080.
Según dicen Fermín Apezteguia y Natxo Artundo, en la revista digital Waste Magazine “A El Cabril, único cementerio nuclear español, llega todos los días un camión procedente de los nueve reactores nucleares existentes en España y, además, cada semana arriban dos camionetas cargadas con material radiactivo de los 600 hospitales y centros de investigación. En total unas 2.000 Toneladas.”
B) El almacenamiento subterráneo a baja o media profundidad, como en el centro SFR de Suecia y las minas de Asse en Alemania. Se aprovechan minas o galerías subterráneas artificiales. Cuando la galería de almacenamiento está llena, los túneles de entrada se sellan con bentonita y cuando se completa todo el almacenamiento se sellan hasta la superficie para evitar la posibilidad de acceso. El almacenamiento sellado no necesita vigilancia alguna.
No obstante este sistema tampoco es muy seguro. Según un artículo publicado, en julio de 2010, por Laura Luchini para el diario El País:“Las minas alemanas de Asse amenazan ahora con hundirse a causa de una constante filtración de agua. Evitarlo implica una lucha contra el tiempo: evacuar los 126.000 barriles almacenados, a unos 700 metros de profundidad, antes de que ocurra el desastre, que los expertos esperan como máximo en 2026. El incidente abre nuevos interrogantes en un país cuyo Gobierno conservador planea prorrogar el plazo de vida de las centrales nucleares”.
Además, el registro epidemiológico de cáncer (EKN) constata que: “Entre los años 2002 y 2009, los casos de leucemia entre hombres se han duplicado, mientras que el cáncer de páncreas entre las mujeres se ha triplicado sobre los registros normales, en las zonas próximas a las antiguas minas de sal de Asse, en la Baja Sajonia, al norte de Alemania”. En Alemania, las centrales nucleares producen cada año unas 470 toneladas de desechos radioactivos.
Evidentemente la mejor solución de todas sería la no existencia de energía nuclear, siendo cerradas las centrales, ya existentes, a medida que fuesen caducando sus licencias, para sustituir la producción de energía nuclear por otra energía alternativa más limpia, renovable y menos contaminante (solar, eólica, geotérmica, maremotriz…) que ya están en funcionamiento en muchos países, a nivel mundial, y que en España, va adquiriendo cada vez más relevancia.
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