Podemos hablar incluso, y pesimistamente, de una “crisis civilizatoria” (una “pobreza” global) en relación con las dificultares del modelo del industrialismo depredador, que supone la continuación indefinida de las expectativas de crecimiento económico y modos de consumo –y una relación de control parcial optimista (una “riqueza”) continuamente superada sobre la Naturaleza.
Hay mucho que decir y aprender de las condiciones diversas, la plurivalencia y ambivalencias de los tèrminos “pobreza/riqueza” alrededor nuestro. La economía, el utilitarismo y la tecnociencia se instalan en el centro del mundo social. Entonces el “bienestar” se identifica también, y hegemónicamente, con una “riqueza” comprendida como acumulación de bienes y servicios de tipo industrial y global.
Nuestro planeta está siendo explotado y consumido más allá de su capacidad de reposición –se está haciendo más “pobre”. Actualmente lo habitamos sobre la base de una utilidad que comprende aquello que no recibirán las futuras generaciones (otra “pobreza”). Y esto se muestra así aunque, al mismo tiempo, una proporción importante de la población no tiene acceso a bienes fundamentales como el agua y suficiente alimento –aun otra “pobreza”.
Todo está indicando la progresiva facticidad de una predicción que parece de orden apocalíptico: el cambio climático ha aparecido para volverse una amenaza cada vez màs cierta. Si hay un progreso, está virando de las “conquistas materiales” (una “riqueza”) de la modernidad, deviniendo uno de constatación destructiva cada vez menos dudosa (una “pobreza”). Pero como si nada, como si fuera un problema para otros –de otro planeta; sin necesidad de un planeta de repuesto-, se continúan políticas públicas y privadas en función de lo que recibe los nombres de “modernización” y “desarrollo”.
Con sus variantes, el devenir “naturalizado” de la actual concepción de mundo, su hegemonía sobre las culturas, se muestra repetidamente en las dificultades o debilidades de la imaginación (“pobreza”) que se esfuerza por señalar alternativas viables. Lo que muchas veces se concibe como acumulación de “riquezas”, oculta la alteración de las condiciones de continuación de la vida humana y no humana, dando lugar a un proceso de su progresiva “pobreza”. ¿Por qué se produce ese olvido radical de las cosas que realmente importan en la vida?
De seguir actuando y pensando asì, transformando ideológicamente las condiciones ecosistémicas y la biodiversidad en “recursos naturales” -meros insumos para las estructuras socioeconómicas humanas (“riqueza”)-, el lenguaje nos atraparà (pobreza) en la forma total de un utilitarismo antropocéntrico del planeta.
Hay que revisar las pátinas y barnices ambientalistas de las formas industriales modernas. En innumerables casos la “economía verde” (riqueza/pobreza) refiere de políticas secundarias que co-ayudan a mantener en su sitio las decisiones fundamentales, dominadas por la hegemonía capitalista transnacional.
Poco se puede esperar hoy de las actuaciones de las agencias internacionales o de Naciones Unidas. Así la Declaración de Estocolmo de 1972 sobre Medio Ambiente (una “riqueza”), se muestra fundamentalmente ambigua y está frenada por la permanente oposición al cambio ecológico que en los hechos resulta de las potencias mundiales y países llamados “desarrollados”. Otro tanto se puede decir de los resultados de las COP (su “pobreza” de resultados).
Las concepciones de la “riqueza/pobreza”, en su sustrato ideológico, mantienen como inevitable la evolución de lo que existe. Ello se refuerza por los contenidos transmitidos entre nosotros por la educación formal o cotidiana de tradición occidental. Es llamativo lo que sucede en las facultades de economía de las universidades, donde se naturaliza un modelo de ciencia cuyos supuestos y leyes obedecen a la dominación sociopolítica de los mercados capitalistas.
La dualidad de “pobreza/riqueza” podría aprender de ciertas posiciones ambientalistas que reclaman un reemplazo del paradigma cuyo predominio es tan fuerte que se nos aparece como homogéneo y unitario. La “riqueza” a disposición humana podría ser consecuencia de otra actitud, una que considera valiosas las posibilidades de continuación de las formaciones de la Naturaleza, y de la vida humana en ellas. Su multiplicidad y unas relaciones de restauración armónica con ellas constituirán un tesoro que disfrutar.
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