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Una Universidad de cierto prestigio de Santiago de Chile fundò –post mortem–, una “Càtedra Abierta” de nivel internacional, cuyo objetivo principal consiste en “resaltar la figura y obra de Roberto Bolaño y promover el intercambio de pensamiento crítico respecto a la sociedad y al mundo cultural en que estamos insertos”. Probablemente Bolaño hubiera rechazado una dedicatoria tan convencional y academicista.

También es cierto que yace sepultado en España hace + de 20 años, sin premios nacionales al haber. En vida sin embargo, se comenta, muy pocos (especialmente chilensis), se pretendìan sus amigos. Por causa, entre otros probablemente, de sus a veces comentarios. Como este :

“Siempre quise ser un escritor político, de izquierda, claro está, pero los escritores políticos de izquierda me parecían infames”

O este:

“Chile es un país en donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo”

En un país cuya cultura oficial circula alrededor del Ministerio respectivo y sus dineros para “apitutados” o “amiguistas”, Bolaño no ganaba, con seguridad, ni un solo concurso de platas, mientras de la otra vereda, había quienes “se-hacìan-un sueldo-mensual” por años con las mismas.

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Recibì “duras calificaciones” de personas por haber escrito del olor del cuerpo de la hoy Premio Nacional de Literatura –unos dos meses antes de la selección, por julio 2024, cuando, al parecer, se trataba de la “carrera” por el mismo.

Se me exigía, por algún@s, “análisis y no basura” de la poesía de Elvira Hernández. Y yo respondía, hace dos meses atrás, que lo mìo no era más qu’ un testimonio de mi último encuentro personal (“presencial” como se usa ahora), con tres “candidatos en carrera”: ella, Teresa Calderón y Tomas Harris. “Vivencias” intensas (pero desagradables)  para mí, de modo que elementos de esos encuentros los conservo “en-el-alma”.

En aquel artículo quedaban rezagadas las consideraciones estético-literarias, las “relevancias-histórico-culturales” de cada un@ de esos tres, y destacaban, en cambio, sus cuerpos y maneras, algunos “detalles”… Agregaba en un wasap de contexto:

<Ofender a alguien por ocuparse de su olor corporal resulta, me parece, una señal de desprecio de las huellas corporales –las que me ocurre valorar mucho màs que las ideas de la gente>. Pues las ideas, muy a menudo, tienden a las abstracciones m/m vacías o las convenciones sociales y formas de poder màs patéticas, cuando se trata de Premios y Honores.

Se me conminaba a “analizar” los poemas de Elvira Hernández, a lo que respondì, dentro de mis capacidades, que: “No analizo poemas. Pq trato nunca de analizar ni poemas ni fenómenos humanos.  Deberás esperar un artículo futuro donde me ocupe de mostrar “què-me-pasa-con-un-poema”.

Y adoptando una actitud más recia, añadí: “El ‘análisis’, o el ‘analizar’, como lo sugiero en mi comment a la publicación de quintopoder.cl, dice (desde Aristóteles) dividir para conocer mejor, o conocer dividiendo/partiendo/creando y apoderándose de una ‘estructura de partes’. No comparto ya para nada ese modo de conocer”.

Lo que sucedía, seguramente, es que se me estaba exigiendo “inteligencia en lugar de emocionalidades” –cuando la palabra “análisis” sugiere ‘mucha teoría’, ‘rigurosos conceptos’, ‘argumentaciones poderosas’, mientras creo haber optado por poner lo teorético bien en segundo plano, notar como un concepto no resulta muy diferente de una metáfora, y que el “poder”, siendo fenómeno eminente de lo humano-social, corrompe…, desde la academia universitaria misma.

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De modo qu’ ahora un poco del fenomenológico “qué-me-ocurre” con un poema –prefiriendo incluso un particularismo extremo: un solo poema –aunque debo confesar que, mientras màs la leo, menos interesante me parece la obra de E. Hernández.

Por eso, no sé si a este <No todo lo que vuela>[1] suyo llamarlo un haikú. El asunto con los haiku es la “facilidad”. Casi cualquier frase dejada a medias los sugiere. El asunto es la a veces magia. Requieren, al parecer, un nivel tal de concentración del “sentido” como, al mismo tiempo, de liviandad “absoluta” de la construcción, que este poema de Hernández no llega.

Y se trata del fenómeno o aparecer perceptivo de la escritura de Hernàndez. Leamos:

“No todo lo que vuela

es pájaro.

A veces lo que piensas

alcanza una pequeña altura”

“Volar” ocurre como el asunto. El pájaro en el aire, diría, es un imposible de la intuición primera, la “del-niñ@”: eso debería caer pq sostenido en la nada del aire. Pero no cae sino, digamos, goza planeando, bajando, aleteando,…, fácilmente. Entonces: vuela pq es mágico.

“Volar”, claro, se usa del pensamiento decir esa archisabida metáfora (aunque “la metáfora”, su “cómo”, resulte siempre una cosa de enigmas). El pájaro vuela “naturalmente”. El pensamiento solo lo puede <como si> lo hiciera –y permitan aquí la entrada del “como si” de J. Derrida: una metáfora aparece un “como-si” algo fuera lo que no es siendo eso mismo.

Un pájaro fácilmente alcanza muy alto. En cambio, la poeta no quiere decir simplemente lo altamente inteligente o sabia que se siente (eso percibo/siento yo) –y, de pasada, opera otra metáfora repetitiva: altura y sabiduría.

¿Cómo dice lo contrario? Con la imagen, con la “movida pa’l lado”, con el roce de la cosa sin tocarla: pensar en alturas, a veces. Pues, ahora, ¡no se vaya a decir que este poema deviene también un poco un “moralismo” de la humildad!

En fin fácil, no liviana ni intensa, la construcción: si, no todo lo que vuela es pájaro; si, a veces un@ es inteligente. La intensidad necesaria degrada en ese moralismo…

En cambio, lo más poemático y sutil de este breve, es el corte de la frase que deja “desnudo” (precisamente “en-el-aire”) al <es pájaro>, y entonces pueden suceder muchas cosas màs.

Concluyamos con Bolaño:

“Nunca hay demasiados libros. Hay libros malos, malísimos, peores, etcétera, pero nunca demasiados”

[1] Elvira Hernàndez “Diez poemas”. https://www.zendalibros.com/10-poemas-de-elvira-hernandez/