Al final, llego a la conclusión de que solo pediría una cosa al 2014. Que termine la indiferencia. Que es aquello que todos negamos sentir, pero que gana la batalla en el día a día.
Hoy nos solidarizamos con mil y una causas, a cual más digna, sin duda, pero realmente la indiferencia se palpa en todos y cada uno de los detalles que hacen nuestra cotidianidad. Solo hace falta ir en metro, caminar por los barrios de prácticamente todas las ciudades, fijarse en el trabajo o al ver la tele.
Cuántos no nos quedamos absortos delante de la caja tonta escuchando las nuevas cifras del paro o las protestas de los desahuciados, por poner dos ejemplos mayoritarios, con cara de una vaca que mira el prado. Como mucho dejamos escapar un “si es que no hay derecho” y seguimos con lo nuestro.
Aunque honestamente no creo que sea culpa nuestra. No del todo. La injusticia y los problemas pueden resultar, como poco, abrumadores e incluso atosigantes. Y desde luego la mayoría de ellos no pueden ser solucionados por la gente de a pie. Son los gobiernos los que deberían estar aplicando soluciones. Pero bueno, no es de utopía de lo que aquí hablo…
No obstante, siempre hay cosas que podemos hacer. Siempre. Una de ellas es intentar implicarnos más. A veces eso incluye cosas tan sencillas y tan al alcance de todos como prestar atención, si se presenta la ocasión, a la historia de alguien que esté sufriendo la violencia de esta crisis, o de cualquier otra. Porque hablar tiene poderes sanadores. No lo digo yo, lo dicen los estudios. Y porque escuchar es el ejercicio más sencillo del mundo y una buena costumbre que quizá estamos perdiendo.
Leer un poco más y viajar, en la medida de lo posible, porque ya decía Unamuno que el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando.
Protestar, por mucho que algunos se empeñen en hacer callar a los demás. Porque el silencio y la resignación le ponen en bandeja a la indiferencia el salir ganando.
Ser más amable. Porque, literalmente, no cuesta nada y sus efectos siempre son positivos.
Se me ocurre una propuesta popular al Gobierno sobre creación y aplicación inmediata de una ley que obligue a recordarnos unos a otros que la indiferencia perjudica seriamente a la salud.
Feliz Navidad.
Estoy de acuerdo con tu propuesta, Alba. La aplaudo. Pero me temo que el más indiferente es, precisamente, el gobierno.Feliz año.