Nunca a lo largo de la historia del planeta habíamos llegado a ser tantos los seres humanos establecidos en la Tierra. Hace decenas de miles de años, durante el Paleolítico, apenas éramos varios cientos de miles desperdigados por África, Asía y Europa, próximos a ríos, lagos o zonas costeras.
El primer censo de población, más o menos fiable, se realizó durante el reinado de Augusto, en el siglo I, d. C. No fue, evidentemente, un censo a nivel mundial pues en aquella época se desconocía el continente americano y Oceanía al igual que gran parte de África y Asia. En dicho censo de Augusto se calculaba un total de casi 57 millones de personas asentadas en todas las provincias del Imperio romano. Posteriormente, en época antoniniana, otros censos dieron unas cifras no superiores a los 60 millones.
Durante la Edad Media y principios de la Moderna la población a nivel mundial va a experimentar épocas de leve crecimiento demográfico con otras de crisis demográficas. El crecimiento de la población a nivel mundial sería lento ya que si bien la natalidad y fecundidad eran altas también la mortalidad lo era lo que daba lugar a un crecimiento natural o vegetativo muy bajo.
En realidad, el crecimiento de la población mundial se aceleró a partir de finales del siglo XVIII con la Revolución Industrial en Inglaterra y, posteriormente, en Francia, Bélgica, principados alemanes, etc., de tal forma que se pasó de 680 millones de personas, en 1700, a 1.000 millones, en 1790, 1.240, en 1850, llegando a superar los 1.600 millones de habitantes, en 1900, en todo el mundo, según los censos realizados en aquellas épocas. Es un crecimiento demográfico sostenible pero no excesivamente rápido. Será una vez de finalizada la II Guerra Mundial, cuando la población mundial crezca de forma muy acelerada a nivel mundial dando lugar a la denominada “explosión demográfica”. De 1950 hasta 1985, todos los continentes duplican su población, tanto los desarrollados como los subdesarrollados, mientras que a partir de 1990 sigue aumentando la población mundial y se pasa de los 5.000 millones de habitantes, en 1990, hasta superar los 8.000 a día de hoy (unos 3.000 millones de personas más en todo el mundo en apenas 30 años) pero debido al fuerte crecimiento del continente africano y asiático pues el continente europeo, ya a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, sufre un crecimiento cero o negativo.
Así, pues, desde el punto de vista demográfico, podemos diferenciar, al menos, dos fases claramente diferenciadas:
A)Régimen demográfico pre-moderno.
Es la fase más extensa en el tiempo pues abarcaría toda la Historia Antigua, la Edad Media y Moderna. Sus principales características serían el gran número de nacimientos por mujer (lo normal eran de 6 a 9 hijos por familia) pero también una elevada mortalidad infantil y general. Esta alta tasa de natalidad se debía al desconocimiento de métodos anticonceptivos, la temprana edad para contraer matrimonio y el deseo de tener muchos hijos (especialmente niños) para ayudar en las labores agrícolas o artesanales a sus padres, así como el seguimiento masivo del precepto cristiano, y de otras religiones, de tener “hijos para el cielo”. Además, estaba muy mal visto no casarse y quedar soltero. La mentalidad de la sociedad de aquella época era muy distinta a la nuestra.
Por otro lado, la mortalidad también era muy alta. Bastantes niños se morían antes de cumplir los 5 años de edad al igual que jóvenes y personas adultas. Las causas eran múltiples pero, de entre las más destacadas, estaban las epidemias, las guerras y, por consiguiente, las hambrunas.
1º. La peste. Fue la principal epidemia que ocasionaría una alta mortalidad en Europa y Asia pero no era la única (otras epidemias eran el cólera, fiebre amarilla, viruela, tifus, tuberculosis, gripe…). Esta epidemia se conocía y producía picos de mortalidad desde la antigüedad hasta iniciada la Edad Moderna. Tal vez la más brutal y conocida por todos sea la Peste Negra. La epidemia de peste se inicia a principios del siglo XV, en Asia central y occidental para desembarcar, con los marineros contagiados, en los puertos italianos y de allí contagiar a más de media Europa incluyendo los reinos españoles. Los historiadores calculan que un tercio de la población europea murieron, entre 1430-80, debido a la Peste Negra lo que supuso más de 200 millones de personas.
2º. Las guerras. Los conflictos bélicos siempre fueron, y siguen siendo por desgracia, uno de los factores que explicarían el descenso demográfico en el mundo y, especialmente, en Europa. Desde el Neolítico hasta hoy en día, las guerras no han dejado de producirse y propagarse por todas las regiones del mundo. Durante esta primera fase pre-moderna demográfica destacaría los constantes conflictos, salvo alguna que otra excepción, entre Roma y las tribus indígenas pobladores del continente europeo y Norte de África para configurar lo que después se denominaría Imperio romano. Roma, durante siglos, está batallando contra indígenas en el continente europeo y cartagineses en el Norte de África y, también, contra los últimos faraones egipcios hasta su control absoluto hasta convertir Egipto en una provincia más del Imperio romano.
Otro conflicto importante y duradero en el tiempo fue la denominada Guerra de los Cien Años (1337/1453), siendo el conflicto más largo de la historia y cuyo inicio fue debido al deseo de ocupar el trono de Francia por parte de Inglaterra, conflicto que finalizaría a mediados del siglo XV con la victoria francesa y la expulsión de los ingleses de todo el territorio ocupado por los ingleses siglos antes, excepto Calais. Este enfrentamiento que involucró a otros reinos como el de Castilla o Portugal provocaría cientos de miles de muertos y ciclos graves de hambrunas.
Tampoco podemos olvidarnos de la conquista de América por parte de españoles y portugueses que desde el inicio de la conquista, a principios del siglo XVI, provocó una elevada mortandad entre la población indígena americana (según se puede deducir de algunos escritos del dominico Fray Bartolomé de las Casas). Numerosos documentos de la época analizados ya en esos momentos, y posteriormente por historiadores de prestigio, llegaron a la conclusión de que la población existente en América Central y del Sur antes de la llegada de Cristóbal Colón (época pre-colombina) era de entre 40 a 75 millones de habitantes. A finales del siglo XVI, la población indígena casi había desaparecido pues tan sólo en menos de un siglo murieron el 90% o lo que es lo mismo, al menos, 50 millones.
Las causas que explicarían este brutal descenso demográfico y que dio lugar a la denominada Leyenda Negra española serían el contagio de numerosas epidemias que diezmaría su población (viruela, cólera, sarampión, tuberculosis…), las luchas desiguales entre españoles e indígenas y a la explotación esclavista que tanto españoles, como en menor medida, los portugueses sometieron a los indígenas siendo, posteriormente, y debido a la escasez de indígenas, sustituidos por mano de obra esclava de raza negra procedente de África.
3º. Hambrunas. Como consecuencia de las inclemencias climáticas con lluvias en verano o excesiva sequía o bien por las guerras y las epidemias, las personas en el continente europeo morían a millones en determinados años, llegando las hambrunas a ser cíclicas. De esta forma la muerte masiva por epidemias o el alistamiento de los jóvenes para la guerra dejaba a las familias sin mano de obra para trabajar en el campo o en las labores artesanales. Además, los ejércitos, de uno u otro signo, quemaban cosechas y aldeas para hacer más daño al enemigo. Esto unido a que las familias eran numerosas daba lugar a que no hubiese alimento para todos sus miembros provocando la muerte por inanición de niños, mujeres o ancianos. El hambre provocó en épocas antiguas e incluso hasta bien avanzado el siglo XIX, millones de muertos, especialmente, en Europa y Asia. Sabemos de importantes hambrunas en países como: Rusia, Polonia, Francia, Inglaterra, España, principados alemanes o en China que llegaron a ser cíclicas, es decir, se repetían cada cierto periodo de tiempo.
En definitiva podemos decir que en la etapa demográfica pre-moderna (desde la antigüedad hasta finales del siglo XVIII) tanto el número de nacimientos como el de defunciones era muy elevado lo que suponía un lento crecimiento de la población tanto en Europa como en el resto del mundo.
Siguiendo el análisis del demógrafo italiano Livi-Bacci, catedrático de demografía en la Universidad de Florencia (al que tuve el placer de conocer personalmente en un curso magistral que dirigió allá por el verano de 1998 en la UIMP de Santander) voy a realizar una tabla estadística siguiendo sus indicaciones para esta primera fase demográfica denominada pre-moderna por continentes y años concretos.
Como se puede constatar en estos datos de población por continentes en determinados años en concreto, se observa, en general, un lento crecimiento de la población en todos los continentes en esta primera etapa pre-moderna debido a las altas tasas de mortalidad provocadas por conflictos bélicos, epidemias y hambrunas. Incluso se aprecia un significativo descenso de la población asiática y del este de Europa en torno al año 1400 d.C. debido a la Peste Negra que asoló, unas décadas antes, a gran parte de Asia y Europa.
Dejando aparte el periodo demográfico intermedio que abarcaría todo el siglo XIX cuyas características más destacadas serían el mantenimiento de altas tasas de natalidad y fecundidad junto con una paulatina caída de la mortalidad (especialmente en Europa) debido a los adelantos médicos como las vacunas para evitar diversas epidemias, mejoras en la alimentación e higiene, etc. paso a analizar la segunda gran etapa demográfica.
B)Régimen demográfico moderno.
Dentro de esta última etapa cabe diferenciar dos fases. La primera que iría desde finales del siglo XIX hasta el final de la II Guerra Mundial. En dicha fase la natalidad sigue siendo elevada aunque el crecimiento natural de la población mundial no sea excesivamente elevado debido a que todavía se producen periodos de hambrunas en Europa por escasez de alimentos en algunos años fundamentalmente países de Europa oriental (Polonia, Rusia, Imperio Austro-Húngaro…) que provocaba el aumento de la mortalidad en esos países o forzaba la inmigración para no morirse de hambre hacia América. Las dos primeras guerras mundiales provocaron decenas de millones de muertos debido al conflicto internacional y al descenso de la natalidad (los jóvenes iban a la guerra y por consiguiente no podían casarse y tener unas relaciones estables de pareja) lo que también provoca esa moderación del crecimiento natural en Europa y otras partes del mundo.
La segunda fase, bastante distinta a la anterior, se inicia a finales de los años cuarenta del siglo pasado hasta finales de la década de los ochenta, con una elevada tasa de natalidad y fecundidad en Europa y América y que continúa actualmente pero sólo en los países del Tercer Mundo. Es la época denominada explosión demografía o del “Boby boom” con un incremento notable de la población. Después de la II Guerra Mundial las familias se reencuentran o las forman lo que hace que la natalidad repunte de forma considerable. Tanto las regiones desarrolladas como las subdesarrolladas duplicaron sus poblaciones en tan solo tres décadas (50, 60 y 70). Este crecimiento natural se debe a la alta natalidad y también al descenso de la mortalidad debido a una mejor alimentación, prevención de enfermedades con vacunas, mejores fármacos y sistemas sanitarios…
A partir de finales de la década de los setenta y ochenta los países desarrollados de Europa y América van a descender sus respectivas tasas de natalidad y de fecundidad debido a un cambio de mentalidad de la mujer en todos los países desarrollados. La mujer se va a incorporar a la vida laborar de forma cada vez más activa y ello dará lugar a una mayor liberación de la mujer sin el deseo de quedarse en casa para cuidar a sus hijos. Se empieza a utilizar de forma masiva los anticonceptivos y el aborto para procurar no tener hijos. También las mujeres van a casarse de forma más tardía y, por consiguiente, tienen su primer hijo cumplidos los treinta años y su ciclo reproductor es más corto, además, no desean tener más de un hijo o ninguno. Tampoco ayuda al aumento demográfico una moda que se ha establecido a principios del siglo XXI en los países ricos que se denomina sologamia en la que los jóvenes (fundamentalmente mujeres) no desean vivir en pareja sino solas “casándose con ellas mismas”. A esto podemos sumar el gran número de solteras o solteros que viven de forma espontánea en pareja.
La crisis económica de finales de los años setenta del siglo pasado relacionada con la crisis del petróleo y, posteriormente, otra a principio del siglo XXI denominada “crisis del ladrillo” que se produjeron a nivel mundial, provocaron, en esos años, un claro descenso de la natalidad al igual que el encarecimiento del arrendamiento de la vivienda o su compra dificulta el asentamiento estable de las parejas y tener hijos. Tampoco debemos de olvidarnos del elevado paro juvenil, los bajos salarios que perciben y su inseguridad laboral. Todas estas circunstancias, evidentemente, no son las más idóneas para formar una pareja estable y pensar en tener hijos. De ahí que muchos jóvenes tarden en abandonar el seno familiar hasta ya cumplidos los treinta años como es el caso de los jóvenes españoles.
Además, proliferan por todos los países desarrollados, fundamentalmente, los grupos LGTB (lesbianas, homosexuales, trans y bisexuales) que viven con parejas del mismo sexo y que no contribuyen al crecimiento de la población. Por otra parte, el peso de la religión en los países desarrollados (católicos, ortodoxos, protestantes…) cada vez se tiene menos en cuenta tanto sus valores como la concepción de la vida y el deseo de tener hijos como era en épocas anteriores. La Iglesia ha perdido peso en las sociedades modernas dando lugar a sociedades más laicas y, por consiguiente, menos seguidoras de cualquier doctrina religiosa. Igualmente, en los últimos años el cambio de mentalidad entre los jóvenes de países ricos es tal que muchos de ellos prefieren tener mascotas (perros, gatos…) a niños pues ello les supondría una pérdida de libertad de actuación y movimiento que no están dispuestos a perder por el cuidado de un hijo.
Con el descenso de la natalidad y de la mortalidad en los países ricos (tasas de natalidad de menos del 10 por mil y de mortalidad igual o superior) no solo se desacelera o se produce un crecimiento 0 o negativo de la población sino que, además, provoca un aumento considerable de la esperanza de vida superando los 80 años en numerosos países desarrollados (Japón, España, Suiza, Italia, …) y al envejecimiento de sus respectivas poblaciones creando serios problemas como la falta de residencias para ancianos, mayor número de hospitales y más recursos para que la Seguridad Social pague a los jubilados sus pensiones que cada vez serán más numerosas y de mayor cuantía. Se puede decir que los países desarrollados han entrado en un “invierno demográfico” y si la población mundial sigue creciendo hoy en día se debe a los países africanos y asiáticos que mantienen su fuerte crecimiento con altas tasas de natalidad y fertilidad así como su lento pero constante descenso de la mortalidad.
A mediados-finales del siglo XVIII la población europea empieza a aumentar su población de forma palpable. Esto da lugar a que algunos eruditos, como el inglés Robert Malthus (1766-1834), miembro de la Royal Society inglesa y de la Academia de Ciencias de Rusia, llegase a la conclusión de que si la población siguiera aumentando a un ritmo acelerado no habría suficientes alimentos para todos puesto que “la población aumenta de forma geométrica y los recursos de manera aritmética”. Si la población aumenta sin ningún control y el marco de los recursos naturales son finitos no se tardaría en ver ese déficit que provocaría un aumento de las muertes por falta de alimentos.
Esta teoría expuesta en su obra “Ensayo sobre el principio de la población” (1798) señalaba que de no intervenir (pestes, guerras…) las elevadas tasas de natalidad dejaría a los nuevos nacidos, irremediablemente, en el hambre y la pobreza. Por ello sería necesario un control de la natalidad. Malthus dio lugar a una corriente denominada maltusianismo que contó con numerosos seguidores de prestigio como: Moses Harman, Lilian Harman, Foote, Walker, Ida Craddock (incluidos en el grupo de Chicago), George Dryslale, Paul Rabin (Liga de la Regeneración Humana de Francia) y, posteriormente, Luis Bulffi y Nelly Rousel.
Al igual que se produce una corriente neomalthusiana basándose en las teorías de Malthus se origina otra corriente contraria que se opone a las hipótesis del inglés ya que a pesar del aumento considerable de la población su crecimiento no llega a ser geométrico en el mundo. Además, los seres humanos seriamos capaces de producir alimentos para evitar el hambre y la miseria mediante la puesta en explotación de nuevas tierras que están sin explotar, mejoras en abonos para lograr una mayor productividad, selección de semillas y razas de ganado para conseguir un mayor rendimiento en este sector o nuevos avances técnicos. Los recursos no están limitados porque no lo está la mente humana (según Julián Simón). Por consiguiente, el problema no estaría tanto en el aumento de la población sino, más bien, en el desigual e injusto reparto de los alimentos y recursos necesarios para todo el mundo. Resulta paradójico que se tiren miles de litros de leche o toneladas de patatas en los países desarrollados para elevar el precio en el mercado de esos productos mientras que al otro lado del estrecho de Gibraltar millones de personas mueren de hambre por carecer de lo más mínimo para poder subsistir. En contra de las teorías de Malthus estuvo, ya desde un principio, la Iglesia Católica a través de sus representantes en el Vaticano pero también otras personalidades como: Karl Marx, Williams Peterson, Tupi y Pooley, Julián Simón, George Gilder, Banco Mundial, Naciones Unidas (UNDESA).
Poco más de dos siglos después y analizando los datos fiables de los que disponemos hoy en día, podemos decir que las teorías de Robert Malthus fueron erróneas. En primer lugar la población mundial no ha crecido de forma geométrica en estos dos últimos siglos en todas las regiones del mundo y, además, según las proyecciones demográficas, a finales de este siglo se producirá, en primer lugar, un estancamiento de la población mundial y, posteriormente, un decrecimiento considerable que se apreciará, de forma muy acusada, a mediados del siglo XXII bajando de 10.400 millones que tendremos a f. del s. XXI a unos 7.000 a mediados del siglo próximo.
El segundo error de Malthus que podemos apreciar después de dos siglos de sus teorías demográficas es que existen alimentos y recursos naturales para todos, el problema radica en la desigual distribución por todas las regiones del mundo. En un breve análisis que realicé, hace unos años, sobre población mundial total y alimentos producidos en un año, 2008, en el mundo, llegué a la conclusión de que cada persona disponía de algo más de 2.000 Kc, suficiente para vivir y no morirse de hambre, pero mientras algunos países desarrollados como Estados Unidos o Alemania se aproximaban a las 3.000 Kc. provocando obesidad y diversos problemas de salud, otros países pobres o subdesarrollados no consumen los suficientes alimentos pues están por debajo de las 1.000 Kc. por persona al día lo que les ocasiona diversas enfermedades por falta de alimentos o muerte por inanición. El problema, pues, radica en la mala distribución de los alimentos que son excedentarios en los países ricos y que los países pobres no los pueden adquirir por falta de recursos o malos gobiernos (dictaduras, clanes familiares, señores de la guerra, oligarquías, escasas infraestructuras y medios de transporte, altos costes en el transporte para enviar los alimentos de Norte a Sur, etc). Además, algunos países latinoamericanos desperdician los alimentos. Según un informe de la UNEP, de abril de 2024,en estos países se desperdician más de 1.000 tn al año (dejando a medias un menú, una fruta, parte del zumo…). Los países latinoamericanos que desperdician más alimentos por parte de las personas ricas de estos países son: R. Dominicana, México y Panamá (desperdician entre 100 y 160 Kg. por persona /año) y Ecuador, Brasil, Venezuela, Argentina y Cuba (desperdician entre 90 y 99 Kg. persona / año.
A continuación analizaré, brevemente, en qué situación poblacional se encuentra hoy en día cada continente y cuáles son las proyecciones demográficas previstas para las próximas décadas hasta el año 2085 utilizando, para ello, datos de las Naciones Unidas y de otros demógrafos y geógrafos de la población con datos reflejados en este histograma.
Como se puede observar en este gráfico demográfico el continente hoy en día más poblado es el asiático con más del 50 % del total de la población total y lo seguirá siendo en las próximas décadas (según las proyecciones demográficas analizadas sacadas de diversas fuentes) aunque su elevado crecimiento se irá moderando a partir de mediados de este siglo. El continente africano es el que experimentará un mayor crecimiento en los próximos 60 años, como indican todas las proyecciones de población, hasta casi triplicarla. En concreto, a finales de este siglo, un 30% de la población mundial será de origen africano y la explosión demográfica en la que están y estarán los países africanos, (muy especialmente los países situados en la zona subsahariana y occidental) tendrán un papel determinante en el futuro demográfico mundial. Muchos países africanos seguirán con un crecimiento natural o vegetativo por encima del 3% anual duplicando, de esta forma, sus poblaciones cada treinta años.
El continente americano irá, poco a poco, moderando su crecimiento demográfico hasta casi estabilizarse a finales de este siglo. Incluso países latinoamericanos irán decreciendo su fuerte crecimiento actual debido al cambio de mentalidad, mayor utilización de métodos anticonceptivos, y el fortalecimiento del colectivo de gays y lesbianas, etc.
El mayor problema poblacional nos lo vamos a encontrar en el continente europeo. Si ya hace décadas había países como Alemania en el que su población decrecía y la tendencia era, en general, a un crecimiento 0 de la población, ese “invierno poblacional” de Europa se va a agudizar en las próximas décadas lo que cabe preguntarnos si los inmigrantes son un problema o una urgente necesidad.
Por último, los países como Australia e islas limítrofes que constituyen Oceanía no van a tener ningún problema desde el punto de vista demográfico pues sus respectivos países seguirán creciendo de una forma más o menos acelerada. Su crecimiento demográfico repercutirá positivamente, en un mantenimiento y desarrollo económico, especialmente en Australia y Nueva Zelanda.
En las últimas décadas, el crecimiento de la población mundial fue de unos 80 millones de personas al año siendo los países del Tercer Mundo los que aportaron la mayor cantidad de personas a esa media mundial pero se prevé que disminuirá esa cifra, de forma paulatina, en los próximos años. Como es lógico, también la densidad media de la población mundial ha crecido, a lo largo de estos dos últimos siglos. En el año 1800, la densidad media era de tan solo 7 habitantes por kilómetro cuadrado, en 2024, 59 habts/Km2 y se llegará hasta los 75 habts/Km2, en 2085 (por debajo de la media existente hoy en España que es de 96 habts/Km2). Las proyecciones demográficas nos indican que a mediados del siglo XXII apenas habrá algo más de 7.000 millones de personas viviendo en la Tierra, lo que supondría una densidad media de poco más de 50 habts/Km2, proporción perfectamente asumible para el asentamiento y alimentación para todos si el reparto fuese equitativo.
El grave problema al que nos tendremos que enfrentar en las próximas décadas será el deterioro y la destrucción del medioambiente y de los diversos ecosistemas existentes. Desde el evidente peligro que suponen las centrales nucleares o las decenas de pruebas de bombas atómicas realizadas todos los años en superficie o bajo túneles a la contaminación más “convencional” producida por la industria, automóviles, aviones, abonos, fertilizantes, etc, que dan lugar a la contaminación atmosférica, terrestre, mares, ríos, lagos y que ponen en peligro los paisajes naturales y su entorno dando lugar a una peor calidad de vida. Todos estos agentes contaminantes provocan el aumento de las temperaturas de forma alarmante lo que supondrá ya, casi de forma irreversible, el deshielo de las masas polares lo que supondría el aumento del nivel del mar lo que daría lugar a que más de 1.000 millones de personas tuvieran que abandonar las zonas costeras continentales para vivir más hacia el interior.
Así, pues, las predicciones catastrofistas neomaltusianas de que llegaríamos en un periodo determinado a no caber físicamente en nuestro planeta (tendríamos que vivir en 1 m2 por persona) no son ciertas pues, como indican las proyecciones demográficas, a finales de este siglo el crecimiento de la población mundial será 0 y en el siglo XXII, negativo. El problema que se plantea, cara a las próximas décadas, no es tanto el aumento de la población mundial cuanto al empleo abundante de materiales peligrosos por sus componentes tóxicos o radioactivos (fertilizantes, abonos, productos químicos de todo tipo, plutonio, radio…) que pueden dañar o destruir nuestros ecosistemas. Todos estos agentes contaminantes al igual que los humos procedentes de las industrias, automóviles, camiones, aviones etc, provocan el aumento del calor medio de la Tierra, de forma constante y cada vez en un menor periodo de tiempo, dando lugar a la polución atmosférica, pérdida de tierras de cultivo, aumento de las zonas desérticas, huracanes, inundaciones y todo tipo de enfermedades para las personas (cáncer de piel, problemas respiratorios y cardiacos…). Estos efectos ya son palpables hoy en día e irán a más si no somos capaces de disminuir, considerablemente los componentes nocivos que provocan la contaminación y tanto daño están haciendo a la naturaleza y a todos los seres vivos.
Por consiguiente, hemos de cuidar “nuestra casa” pues no existe un plan B, buscando y potenciando energías alternativas no contaminantes aunque tengamos que luchar contra los negacionistas o grandes grupos y compañías multinacionales que están negando las evidencias para no mermar sus cuantiosos beneficios económicos. Es necesario que los grandes mandatarios se sigan reuniendo periódicamente para llegar a acuerdos que pongan limites a los agentes contaminantes (no solo firmar acuerdos sino cumplirlos) pues de seguir deteriorando, destruyendo nuestro entorno natural y contaminando en exceso, los efectos negativos los pagaremos todos los seres vivos incluido, claro está, los seres humanos con el aumento de muertes por “olas de calor” (47.000 personas solo en Europa, en 2023, 8.300 de ellas en España), ciclones, huracanes, inundaciones, aumento de los desiertos y zonas áridas…, y las personas que nos sucedan vivirán en condiciones bastante peores que las actuales.
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