La humanidad se ha duplicado desde 1969. Es cierto que se han atemperado los nacimientos en la mayor parte de los países “desarrollados” y que ha habido un aumento general de la longevidad. En muchos países la tasa de crecimiento ha descendido por debajo del nivel de sustitución (es decir, 2.1 hijos por mujer en edad fértil). Es el caso de España. El resultado es que la población mundial crece a una media de 1.1 % anual, la mitad de la tasa de los años 60.

Como se indica en “Informe Semanal de Política Exterior”, de 7 de noviembre de 2011, el menor crecimiento de buena parte de la población alivia la presión sobre el medio ambiente, pero genera otros problemas económicos derivados del aumento de la dependencia, del número de personas económicamente activas respecto a la población pasiva. En 1950 había 6 niños menores de 15 años por cada mayor de 65. En 2070, los mayores de 65 superarán a los menores de 15. En los próximos 20 años, la tasa de dependencia superará la actual.

En 2050, a título de ejemplo, la población japonesa mayor de 65 años llegará al 40%, y el 50 % tendrá más de 52 años, con lo que Japón será la sociedad más envejecida que haya existido nunca, con 3 dependientes por cada 4 adultos.

A principios del próximo siglo la suma de habitantes podría llegar a ser de 12000 millones. ¿Es posible? ¿Es posible que todos tengan acceso al agua, alimentos, servicios de salud? Sí: es posible, si hay un cambio radical. Si hay “el nuevo comienzo” del que habla la Carta de la Tierra. Una nueva era donde la palabra sustituya a la fuerza, la mano tendida a la mano armada.

Entre otros aspectos negativos, la “globalización” ha dado como resultado el olvido de los urgentes problemas del medio ambiente. Es imprescindible una nueva gobernación a escala mundial.

Las asimetrías actuales son éticamente inadmisibles. Unos cuantos tienen de todo. Pero la mayoría vive, con frecuencia, en condiciones inhumanas.

Es necesaria una política energética, monetaria, alimenticia, educativa, que asegure una calidad de vida mínima para todos los seres humanos.

¿7000 millones de ciudadanos sometidos a los designios de unos cuantos líderes del G7, G8 o G20? No. No podemos tolerar un liderazgo parcial y condicionado por los aspectos económicos. Es preciso un nuevo rumbo.

Si no, los seres humanos, como se indica en el segundo párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “se verán compelidos a la rebelión”.

 

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