Parlament CatalunyaCatalunya estaba dividida ante la gran decisión en cuatro grupos: los convencidos, los convenientes, los tibios y los opuestos. Entre los primeros, todo el mundo lo sabe, estaba desde siempre Esquerra republicana de Catalunya, nunca lo ocultó, siempre mostró su deseo de una independencia total y amistosa del estado español, sus seguidores no eran demasiado numerosos pero siempre fieles. A Esquerra se le unió la CUP (Candidatura d’unitat popular) un joven partido que hizo de la segregación y el cambio social su bandera, y las plataformas ciudadanas convencidas de que esto puede ser lo mejor para Catalunya. Entre los convenientes está Convergencia Democrática de Catalunya o “Conveniencia” porque, supuestamente, su independentismo está basado en la conveniencia de tener hacienda propia, mantener a familiares dentro de los funcionarios y cargos de la Generalitat, y proteger a sus líderes del escándalo y a su presidente Mas en su fuga hacia adelante; pura conveniencia. Entre los tibios se encuentra Unió Democrática de Catalunya tan nacionalista como el que fuera su socio y miles de catalanes que, por falta de una buena información o por independencia política, dudan qué sería lo mejor para catalanes y españoles. Por último está la oposición, aquí entran el resto de partidos, separados por las ideologías propias pero deseosos de llegar a acuerdos que no cercenen lo que hoy llamamos España porque consideran, cada uno con sus matices, que España es menos sin Catalunya y viceversa y que la viabilidad de una Catalunya independiente es compleja.

Que nadie se equivoque: todos los que componen los cuatro grupos aman a Catalunya. No hay ningún título ni ninguna razón, para que unos piensen que son más catalanes que los otros. La visión de cada uno es libre y un derecho de todos los que han nacido o viven en Catalunya. Catalunya ni es un señor ni un pensamiento único. Sin embargo, la actuación del gobierno central ha sido tan insensata que los convencidos han refrendado su creencia en base a los sentimientos, los convenientes siguen con la suya en base a los bolsillos, los tibios cada vez lo son menos, y algunos opositores se rebelan ante los agravios gubernamentales y las muestras de fanatismo separador de algunos equivocados o mal informados ciudadanos del resto de España. Sin esos componentes ¡jamás! y digo ¡jamás! el pueblo catalán hubiese refrendado una aventura como esta, más allá del lícito deseo no renunciable de mantener su cultura, su lengua y sus derechos, entre los que se encuentra un mejor reparto – no un mayor reparto, como gusta repetir a algunos sectores – de las aportaciones a las arcas comunes.

¿Se imaginan todos ustedes, amables lectores, como se sentirían ahora los Pujol y Artur Mas si el gobierno central hubiese sido más perceptivo, más sensible y menos intolerante? Probablemente las elecciones del 27S hubiesen tenido otro sesgo y ante la contingencia de formar un gobierno autonómico con posibilidades de diálogo y de éxito en beneficio, no solo de Catalunya sino de toda España, lo importante hubiese sido perseguir a los corruptos, a los malversadores y a los comisionistas. ¿Imaginan una plataforma de “Juntos contra la corrupción, por el federalismo y la República”? Sin embargo, las cosas no han sido así y algún día tendrá Rajoy que rendir cuentas, tal vez no a los catalanes, pero sí al resto de los españoles. Parafraseando a Winston Churchill: “Nunca en la historia de España, tan pocos hicieron tanto daño a tantos.”

Y ahora para culminar los desatinos y darle argumentos a los convencidos, a los que se sienten defraudados y razones a los tibios, deciden presentar este martes en el Congreso una proposición de ley de reforma del Tribunal Constitucional que permita a esta instancia judicial multar e incluso suspender a los funcionarios y gobernantes que no cumplan sus sentencias y resoluciones. Una reforma que, pese a ser de ámbito estatal, está hecha a medida para presionar a los catalanes y convertir a Mas en una “víctima” del centralismo. Una verdadera estupidez, fuera de lugar  y de tiempo, con una visión política de tal mezquindad que puede conducir al desastre. No lo entiendo, parece como si el gobierno quisiera que se consumara el triunfo de la coalición: “Juntos por el sí”. Con esta medida el PP de Catalunya se retira del grupo de los opositores para pasar al de los imposibles. ¿Es posible tanta miopía política?