Había una vez un hermoso jardín en un pequeño pueblo. En ese jardín, crecían flores de todos los colores: rojas, amarillas, azules, moradas y verdes. Cada flor tenía su propio olor y belleza, y todas juntas hacían del jardín un lugar mágico. Las personas del pueblo solían visitar el jardín para disfrutar de su belleza y olor, encontrando paz y alegría entre sus pétalos.

Un día, llegó al jardín una nueva flor llamada Sol, era de un color dorado brillante, diferente a todas las demás flores del jardín. Al principio, las otras flores se acercaron a Sol con curiosidad, pero pronto comenzaron a alejarse. Algunas flores susurraban entre ellas y decían cosas como: “Es tan diferente” y “No pertenece aquí”. Estas palabras marcaban el corazón de Sol, llenándola de tristeza.

Sol se sentía muy triste y sola. Quería ser amiga de las otras flores, pero no sabía cómo, siempre que intentaba acercarse, las flores la ignoraban o se alejaban, Sol pasó muchos días llorando en silencio, sintiendo que nunca sería aceptada por ser diferente; A veces, miraba el cielo y se preguntaba si había algún lugar en el mundo donde pudiera encajar.

Un día, una mariposa llamada Luna voló hasta el jardín y vio a Sol llorando. Luna se posó suavemente sobre uno de los pétalos de Sol y le preguntó: “¿Por qué estás tan triste?” Sol suspiró y respondió: “Las otras flores no quieren ser mis amigas porque soy diferente, no soy como ellas y eso las hace, no quererme aquí en este hermoso jardín”.

Luna pensó por un momento y luego dijo: “¿no te das cuenta de lo especial que eres? Tu color dorado brilla como el sol mismo y traes una luz especial a este jardín, ven, déjame mostrarte algo.”

Luna llevó a Sol a un pequeño estanque en el centro del jardín el agua era tan clara como el cristal y reflejaba la imagen de todas las flores “Mira,” dijo Luna, “mira cómo todas las flores juntas hacen que el jardín sea hermoso, cada una con su color único, y tú eres una parte importante de esa belleza.”

Sol miró su reflejo y vio cómo brillaba junto a las otras flores, por primera vez, se dio cuenta de que ser diferente no era algo malo, sino algo especial, con una sonrisa, Sol agradeció a Luna y decidió no rendirse.

Esa noche, cayó una fuerte tormenta en el jardín, la lluvia y el viento eran tan fuertes que muchas flores estaban en peligro de ser arrancadas de raíz; Sol, con su firmeza y brillo, decidió ayudar, con su luz dorada, guio a Luna y a otros pequeños insectos para que protegieran a las flores más débiles, juntos, construyeron pequeños refugios y ayudaron a mantener firmes a las flores más jóvenes.

Cuando la tormenta terminó, las flores se dieron cuenta de lo mucho que Sol había hecho por ellas. “Sol,” dijeron avergonzadas, “hemos sido injustas contigo. Nos hemos dado cuenta de que, sin ti, nuestro jardín no sería el mismo. Gracias por ayudarnos.”

Sol sonrió y dijo: “No importa cómo somos por fuera, lo importante es lo que llevamos dentro. Juntas, podemos hacer de este jardín un lugar más hermoso.” Desde ese día, todas las flores aprendieron a valorar y respetar las diferencias de cada una. El jardín se volvió aún más hermoso, no solo por los colores, sino por la amistad y la aceptación que ahora florecían allí. Las personas del pueblo notaron el cambio en el jardín y lo visitaban más frecuentemente, ya que se notaban sus lindas flores y la armonía que este regalaba.

 

CATEGORIA: Diferentes pero iguales

NOMBRE: Emily Patiño Patiño

EDAD: 9 años

COLEGIO: Institución Educativa A.S.I.A Ignaciana

PAÍS: Colombia