En el corazón de París, entre calles empedradas y cafés acogedores, se encontraba la Escuela Rancoise – Duponte de París un refugio del saber donde la alegría y el respeto florecían como rosas en primavera. Sin embargo, como en cualquier jardín, a veces crecían pequeñas espinas de rencor y discriminación.

Un día soleado, mientras los estudiantes disfrutaban del recreo, un grupo de niños rodeaba a Santiago un chico nuevo de tímida sonrisa y ojos llenos de sueños. Sus risas burlonas resonaban en el patio, hiriendo el corazón de Santiago como si fueran piedras lanzadas con crueldad.

La maestra Paula Andrea, atenta siempre al bienestar de sus alumnos, observó la escena con preocupación. Su mirada, llena de compasión, recorrió los rostros de los niños, buscando una chispa de empatía. Y la encontró en Luciana, una niña de mirada profunda y corazón bondadoso.

Paula Andrea se acercó a Luciana y le susurró: “Luciana, ¿te gustaría ayudarme a crear un jardín especial en la escuela?”. La niña, intrigada, asintió con entusiasmo.

Al día siguiente, la maestra reunió a toda la clase en el patio. Con una sonrisa cálida, les explicó que plantarían un “Jardín de la Gratitud”, un lugar donde cultivarían las flores más hermosas: el respeto, la amabilidad y la comprensión.

Cada niño recibió una semilla y una maceta decorada con colores vibrantes. Paula Andrea les pidió que pensaran en alguien a quien quisieran agradecer algo especial y que escribieran esa gratitud en un pequeño papel. Luego, con cuidado, sembraron la semilla y colocaron el papel junto a ella.

Los días siguientes, el jardín se convirtió en un lugar mágico. Los niños cuidaban con esmero sus plantas, regándolas con palabras de agradecimiento y adornándolas con dibujos llenos de cariño Compartían historias sobre las personas a las que agradecían, y poco a poco, sus corazones se abrían como pétalos bajo el sol.

Un día, mientras Santiago observaba las flores coloridas del jardín, Luciana se acercó a él con una sonrisa tímida. Le obsequió el papel y le dijo: “esto es para ti, Santiago”. En el papel, él leyó las palabras más hermosas que jamás había escuchado: “Gracias por ser amable conmigo, incluso cuando los demás no lo son”.

Las lágrimas brotaron en los ojos de Santiago. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba solo porque Luciana, con su simple gesto de gratitud, había plantado una semilla de amistad en su corazón.

A partir de ese día, algo mágico comenzó a suceder en la Escuela Rancoise -Duponte de Paris. Los niños se miraban con más amabilidad, hablaban con respeto y se ayudaban unos a otros. Las risas burlonas se transformaron en palabras de aliento y los rencores se disolvieron como rocío al amanecer.

El Jardín de la Gratitud se convirtió en un símbolo de paz y armonía en la escuela. Las flores de respeto, amabilidad y comprensión florecían por doquier, llenando el aire de una fragancia dulce y reconfortante.

Santiago, Luciana y sus compañeros aprendieron que la gratitud y el respeto son las flores más poderosas que podemos cultivar en nuestro corazón. Con ellas, podemos construir un mundo donde la violencia, el acoso y la discriminación no tengan cabida, y donde la paz reine en cada rincón, como un sol radiante que ilumina nuestros días.

 

CATEGORIA: Diferentes pero iguales.

NOMBRE: Luciana Moncada Botero

EDAD: 9 años

COLEGIO: Institución Educativa A.S.I.A Ignaciana

PAÍS: Colombia