Cada año, cuando se acercan estas fechas de Navidad, me surgen siempre las mismas preguntas y las mismas inquietudes.

Para mí es tiempo de mirar alrededor y de pararse a pensar. No todo lo que nos rodea es bueno, sigue habiendo grandes diferencias sociales, gente que no tiene nada y otros a los que, sin saber por qué, la vida nos ha puesto en una situación de privilegio.

Tenemos casa, trabajo, una salud más que aceptable, una familia unida en la que apoyarnos y en la que nos sentimos queridos…en fin, podemos considerar que, a pesar de los problemas, estamos en ese porcentaje en el que sólo podemos agradecer y hacernos responsables de hacer un mundo más humano y más solidario.

Y ante todo esto, las ciudades se llenan de luces en una llamada a la alegría y a la fiesta, pero también a un consumismo excesivo al que resulta muy fácil dejarse arrastrar.

Pienso que debemos abrir bien nuestros sentidos para dejarnos llenar por todo lo que hay detrás de esas luces. Mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de quién sufre, de quien está solo o enfermo, de quien necesita una palabra, un abrazo, un poco de ternura.

Abrir nuestros oídos y escuchar, estar atentos, acompañar, poder tender mi mano para levantar al que se encuentra caído…

¿Qué necesidades hay a mi alcance? ¿Quién me necesita? Se me ocurren muchas cosas que podría hacer y que no hago. A veces por comodidad, a veces por no caer en la cuenta y a veces simplemente porque no tengo ganas. El cansancio es un mal compañero de viaje y hay que luchar contra él, pero hay que cuidar que no se instale y decida quedarse con nosotros.

Pero también detrás de esas luces hay mucho más. Mucha gente que comparte alegría, que cuida, que hace la vida más agradable, que se convierten en manos abiertas que se entregan.

Sí, estamos en momentos de incertidumbre, pero no podemos perder la esperanza ni la ilusión. Navidad es la llamada profunda que vuelve cada año para hacernos descubrir los signos de amor que esconde también nuestro mundo. Es una llamada a hacer de mi vida un canto de ilusión que sepa trasmitir la alegría de un corazón agradecido, por la vida.

Sí, hay dolor, hay soledad, hay ausencias, nostalgias, puede haber motivos para la tristeza pero la Navidad es un tiempo para llenar el mundo de esperanza y que, a pesar de todo, la alegría debe encontrar un hueco en nuestro corazón porque no estamos solos.

El camino es esa pequeña luz, donde depositamos nuestras inquietudes con la esperanza de que las transforme en luz.

Que tengamos salud y paz y así una Feliz Navidad.