Miguel Esteban Torreblanca- Esta primera pregunta se ha convertido en un clásico y es obligatoria en mis entrevistas, ya que me interesa mucho conocer vuestra respuesta y profundizar en vuestras referencias literarias. Estoy convencido de que, siendo escritora, eres primero una gran y apasionada lectora.  ¿Qué te gusta leer y cuáles son tus autores preferidos? 

Aída Acosta- Me gustaría leer más de lo que leo habitualmente, ya que acumulo libros que voy dejando en la retaguardia para poder zambullirme en ellos algún día.

El gusto por la lectura me acompaña desde niña, sin duda tuvo mucho que ver crecer rodeada de cuentos.

Autores hay tantos que me resulta complicado hacer una selección, sé que me voy a dejar bastantes en el tintero, también considero que cada etapa en la vida está marcada por diferentes autores. Por ejemplo, recuerdo haber leído mucho a Unamuno, Baroja, Tolstoi, más tardíamente a Hesse, Dante, Octavio Paz, Benedetti, Gioconda Belli, Ángel González, Claudio Rodríguez, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik… por citar algunos, pero si hay un autor que ha permanecido y permanece es Julio Llamazares, siempre regreso a él o a alguna de sus obras, es como un imán. También me sucede con más, pero con Llamazares especialmente.

Quizá más que autores habría que nombrar obras. De las lecturas más recientes y que quiero de algún modo recomendar a pesar de su dureza, es Alegría de Miguel Ángel Carmona del Barco, pone voz a las mujeres maltratadas, a ese infierno que es la violencia machista. Lectura, sin duda, imprescindible.

P-  Tengo la seguridad de que todos los principios son difíciles para cualquier autor.  Por eso, quiero pedirte que nos cuentes con detalle cómo comenzó tu aventura de escribir, cómo fueron esos primeros pasos dando forma a tus palabras. 

R- Depende qué entendamos por esos comienzos, si nos referimos al reconocimiento como escritor, es realmente un camino arduo, complicado y en muchas ocasiones inaccesible. De todos modos, pienso que no hay que dejarse llevar por el ego y esa necesidad de reconocimiento, lo más importante es el camino y no la meta, disfrutar de ello y poder compartirlo.

Mi aventura de escribir comenzó desde niña, me gustaba jugar con las palabras, hacer acrósticos… y recuerdo con enorme cariño escribir cuentos ilustrados para mis hermanos más pequeños, tendría entonces unos siete años. Después, más tardíamente, en la adolescencia surgió la pulsión poética… y hasta hoy.

P- ¿Puedes contarnos si vives de la profesión de escribir? ¿Cómo ha sido tu relación con las editoriales?

R- En absoluto, al contrario, quienes nos obcecamos por esta profesión nos lleva por una travesía complicada, en muchas ocasiones viviendo el día a día, haciendo un puro ejercicio de equilibrismo.

La relación con las editoriales es también compleja, en mi caso no fue fácil encontrar una que quisiera apostar por mi primer poemario, que además tenía ilustraciones a color, pero finalmente la editorial Dalya, apostó por su edición. Las editoriales pequeñas hacen una labor encomiable para difundir la obra de autores. Claro, que los rendimientos económicos son mínimos, y cuando quieres realizar presentaciones, eso supone gastos de desplazamiento, vamos, que si nos queda para un café ya es mucho.

P- Como sabrás, se comenta con frecuencia que los jóvenes dejan de leer a los 17 años porque prefieren lo inmediato, la tecnología, el móvil.  ¿Es posible hacer algo para recuperar su afición? ¿Se puede competir con las series y con lo visual que ellos eligen? ¿Es viable convencerles de la importancia de los libros?

R- Estamos inmersos de lleno en la sociedad de la inmediatez, de la imagen. No sólo a los jóvenes de esas edades, a todos nos subyuga. Lo que hay que entender es que no es algo excluyente, que pueden convivir en armonía los libros y la tecnología. Para ello el papel de la educación es primordial desde edades muy tempranas. A los jóvenes más que convencerlos hay que llegar ya a esta etapa con una base de motivación y gusto por la lectura, de ahí que los planes de fomento de la lectura sean importantes, aún hay mucho por hacer. Y a los jóvenes, si se llega con esa base, finalmente a esa edad se les pueda conquistar, conseguir que se enamoren de la literatura.

P- Esta es otra pregunta que repito en mis entrevistas, porque me apasiona descubrir vuestros pequeños secretos, vuestra forma de trabajar. Me interesa conocer cómo escribes, si tienes un espacio determinado para hacerlo, un horario fijo, algún ritual. 

R- No tengo un espacio ni un momento determinado, soy bastante anárquica en ese sentido. Escribo cuando siento el impulso y para ello siempre llevo alguna libreta conmigo, ahora también el apartado “notas” del móvil me hace las veces de libreta. Lógicamente hablo de poesía. Escribir prosa requiere otra organización y disposición. La poesía en ese sentido es más libre, aunque también luego conlleve una labor de corrección y trabajo.

Una manía que por ejemplo tengo es escribir con lápiz, y es importante que no haya mucha perturbación ambiental, el silencio es mi aliado.

P- También me gustaría saber cómo te inspiras, cómo solucionas un día de poca creatividad, cómo vas formando los personajes, si tienes el final de la historia claro desde el inicio.  Además, quiero pedirte que nos cuentes cómo te documentas, cómo preparas la información que servirá de contexto a tus personajes. 

R- En mi caso al ser poesía dejo que la inspiración brote cuando quiera, sin ataduras ni cortapisas, normalmente no requiere de preparación salvo para algunos poemas sobre un tema concreto, por ejemplo dedicado a algún autor, entonces sí que suelo centrarme en la vida y obra para que la inspiración surja.

P- En tu opinión, ¿son útiles estos certámenes, y concursos literarios y poéticos? ¿Cuál es tu experiencia? ¿Has sido jurado alguna vez?

R- Tengo una opinión dispar, por un lado creo que son positivos porque suponen una oportunidad para que algunos autores lleguen a ser reconocidos o para que su obra se publique. Pero por otro lado, vemos en muchas ocasiones ese mercadeo, como están amañados o bajo el vaivén del interés editorial en el que prevalece lo comercial llegando a premiarse obras de discutible calidad.

No sólo he sido jurado, también promotora de uno de estos concursos y para mí la intención máxima es la difusión de la poesía. No es nada fácil ser jurado, siempre es una gran responsabilidad y en ocasiones se puede dar que los premiados no sean aquellos trabajos que más valoraste, al final es una votación democrática, individual… por lo que gana el que más puntuación obtiene y no necesariamente el mejor. Es un tema complejo, quizá por eso también soy reacia a presentarme a concursos. Mi padre, también poeta, tiene un gran sentido del humor y siempre le escuché decir que los premios son siempre un “fallo”.

P- Supongo que no hay una sola respuesta, ni es fácil definirlo.  Pero ¿qué crees que tiene que tener un buen escritor para serlo?  ¿Se puede aprender a escribir con la formación adecuada o es un valor innato? 

R- Pues se puede aprender a escribir, claro, se pueden seguir unas pautas, pero, si no se tiene la chispa necesaria, si la esencia, el alma no está presente dudo mucho que se logre algo. Un escritor, un poeta debe morirse cada vez que escribe, vaciarse en el papel.

P- Me interesa también tu opinión respecto a internet y las redes sociales.  A los lectores nos gusta la cercanía que permiten con los escritores y la posibilidad de hacerles llegar nuestras impresiones sobre sus obras.  ¿Crees que facilitan la relación entre autor y lector? ¿Pesa más lo positivo que lo negativo? ¿Es importante gestionarlas directamente o es mejor contar con un profesional?

R- El mundo de internet y las redes han abierto una puerta enorme para bien y para mal, al final son una prolongación misma de la sociedad. Se crean círculos y vínculos que pueden ayudar en ese camino literario y que de otro modo serían casi imposibles de lograr. Pero considero que hay que mantener los pies en la tierra, que no todo en internet es una panacea, que también es un agujero negro donde proliferan personas que con escribir tres líneas se autodenominan escritores. No tengo nada en contra de que la gente escriba, me parece perfecto que lo hagan y que disfruten de ello. Pero hay que tener presente que los nombres y apellidos ya llegarán si tienen que llegar.

Sobre la gestión de las redes sociales, no conozco a nadie que se las gestionen, supongo que eso se estila más para autores consagrados o que se lo puedan permitir.

P- Otra clásica cuestión en mis entrevistas. ¿Crees que existe una literatura para mujeres y que si el autor es hombre o mujer influye en el libro? 

R- No, no lo creo, y si es así debería ser un muro que habría que derribar. Me parece importante resaltar que después de años, de siglos en los que la mujer como escritora ha estado relegada al anonimato y al olvido, se hace necesario e imprescindible que tenga su espacio en la literatura, se han ido dando pasos al respecto, pero aún se pueden y se deben dar más. Personalmente, me da igual quién haya escrito el libro siempre y cuando me guste su contenido y sea de calidad.

P- Una pregunta relacionada con el futuro.  ¿Estás escribiendo una nueva historia?  En caso afirmativo ¿nos puedes anticipar algo sobre la misma?

R- Siempre estoy escribiendo, pero no puedo adelantar nada concreto, es lo que tiene la poesía, puro misterio.

P- ¿A qué edad empezaste a escribir poesía?

R- Desde muy pequeña comenzó como un juego de palabras, y luego en la adolescencia surgió con fuerza esa voz poética, a esa edad comencé también a frecuentar ámbitos literarios en Salamanca de la mano de mi padre, el poeta Tomás Acosta Píriz. Recuerdo con mucho cariño esa primera época de la Tertulia-Taller Atril, los recitales que dimos, la gente que conocí… Después ese camino se fue abriendo paso a otras tertulias, recitales, espacios, gentes… que han ido enriqueciendo mis pasos literarios.

P- ¿Qué experiencias en la vida y en la literatura te motivaron?

R- Decía Oscar Wilde que “el arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido”

Creo que hurgar en la soledad y su eco silencioso abre puertas mágicas para escribir. El camino nace de una pulsión, de la necesidad de expresar emociones y sentimientos. Como digo en mi poética: “Escribo para dimensionar el espacio con las palabras, para soplar la tinta del papel y descubrir caracoles, para construir retales y abrir de pájaros la habitación que me acompaña, escribo quizás para el reencuentro, para la búsqueda, para la luz…”

P- ¿Cómo ves el impacto de las protestas poéticas (por ejemplo thriller por la educación, los cuerpos pintados, bailes masivos, etc.)?

R- Cada época requiere de su propia protesta poética. La poesía social siempre ha estado presente. El cómo se realice en la actualidad está vinculado a la imagen, al impacto visual… responde a la sociedad de hoy en día. Al final se trata de captar la atención y provocar una reacción, un pensamiento, una reflexión.

Me parecen propuestas interesantes, pero también creo que la palabra debe ser el centro, o al menos no perder la perspectiva.

P- Y por último, los poetas suelen contestar a la pregunta de por qué escriben con un: “Por necesidad”. Explíquenos cómo se vive la liberación que produce la escritura.

R- Ciertamente en determinados momentos se escribe por necesidad, para poder desatar cadenas: miedos, dolor, tormentos, desilusiones… La poesía entonces salta sobre la página en blanco a borbotones, como un vómito. Se siente el desgarro que al fluir a través de las palabras se convierte en calma y liberación. En ese instante se recupera el equilibrio. Aparece la luz tan necesaria.

 

Autor de la entrevista Miguel Esteban Torreblanca