Trasladado a Almería, desde 1977, formó parte del Colectivo Albahaca. En 1986 coordinó el I Encuentro de Poetas Jóvenes Andaluces. En 1990 obtuvo la Ayuda a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura por el libro Insistencia en las Horas.

Su primera obra, Libro de las horas, fue publicada en 1991, en la colección Genil de Literatura, dirigida por el poeta Antonio Carvajal. Las últimas, por el momento, son Relatos de la Biblia (2015) y Ajuste de cuentas, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Hierro. Ambas fueron finalistas del Premio Andalucía de la Crítica en los años 2016 y 2017, respectivamente.

Libros publicados.

Poesía:

Libro de las horas. Col. Genil. Diputación de Granada, 1991.

Propósito de enmienda. Kutxa. San Sebastián, 1992.

Insistencia en las Horas. Ediciones Libertarias. Madrid.1993.

Falso Testimonio. A.A.E.E. Madrid, 1.999. Arrabalías. Oikos-Tau. Barcelona, 2.000.

El cristal de las doce. DVD, ediciones. Barcelona, 2001.

Ajuste de cuentas. Univ. Popular. Majadahonda. Madrid. 2016.

 

Narrativa:

La última aventura. (Novela) Ed. Anaya, Madrid, 1992.

El detector de inocentes. (Relato), Ed. I.E.A. Almería, 1.999.

Ana y el misterio de la Tierra de Mu. (Novela) Ed. Anaya. Madrid, 1.999.

El asunto Poseidón. (Novela) Ed. Anaya. Madrid, 2001.

Cuentos y leyendas de los dioses griegos. (Relatos). Ed. Anaya. Madrid. 2010

Ninfas, faunos, unicornios y otros mitos clásicos. (Relatos) Anaya. Madrid, 2012

Relatos de la Biblia. (Relatos) Anaya, Madrid, 2015 .

 

Premios y reconocimientos:

1990: Ayuda a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura

1991: Premio Ciudad de Irún, por Propósito de enmienda

1995: Premio Antonio Machado, por Paisaje

1998: Premio Artes y Letras de la Diputación de Almería, por El detector de inocentes

1998: Premio Antonio Oliver Belmás, por Falso Testimonio

1999: Premio Blas de Otero, por Falso Testimonio

1999: Premio Memorial Laureà Mela, por Arrabalías

2000: Premio Ciudad de Burgos, por El cristal de las doce

2016: Premio José Hierro, por Ajuste de cuentas.

 

Miguel Esteban Torreblanca- ¿Entre la narrativa y la poesía con que te quedarías?

Francisco Domene- Como lector, depende del hambre y de la sed. Hay días gourmets y días en los que apetece comida basura, un vino joven o un gran reserva. Como escritor, depende de la alegría o de la tristeza, del modo en que late el corazón o de la cantidad de sangre que mane de la herida. En ocasiones, la belleza es un reactivo. En otras, la forma en literatura se debe apenas a la prisa o a la urgencia, como a la necesidad de contar más o menos despacio o al número de personajes necesarios para hacer el cuento verosímil.

El poema suele ser un escenario con uno o dos protagonistas -el poeta aparece siempre, al menos, como narrador omnisciente-, mientras que la novela y el relato habitualmente dan cabida a más voces y a una urdimbre más compleja.

P- ¿Es el don del lenguaje el más preciado del ser humano?

R- Es una herramienta tan poderosa que, por ser el mejor mecanismo de transmisión de la memoria, ha permitido la hominización.

P- ¿Qué opinión le merecen los premios literarios? ¿Son justas tantas voces críticas que los anuncian como productos de marketing?

R- Los premios literarios pueden dar a conocer voces nuevas y ayudar a reafirmar otras que, por alguna circunstancia, hayan quedado relegadas injustificadamente. Sin embargo, sabido es que no todos los certámenes cumplen la misma función. Los manejados por editoriales responden al interés de las editoriales, no al de los autores y, por supuesto, no a los de la Literatura. Los otros, los sufragados con dinero público, deberían estar libres del control de las editoriales. Su labor no debe ser la de diseñar y mantener tendencias, al menos no con el patrocinio de las administraciones. A mi modo de ver no debería permitirse que las editoriales intervengan en el proceso de lectura y selección de las obras ganadoras. Si fuera así, los jurados responderían sólo a sus preferencias literarias y a su propia conciencia.

P- ¿Qué opinión le merece el libro digital?

R- A mí me gusta el olor a papel, el tacto, el roce de las páginas en los dedos. Es un placer físico. Los sentidos gozan. Se establece relación personal con el objeto. Pero no me disgusta el libro digital. Es cómodo tener al alcance de un dedo el fondo de la Biblioteca Nacional. De alguna manera es democratizador, derriba fronteras y distancias, permite conocer y consumir cualquier literatura que se haga en cualquier parte del mundo. Como artículo de consumo es extraordinario.

P- Borges se auto-editó Fervor de Buenos Aires; Ernesto Sábato lo hizo con El túnel, Lewis Carroll corrió con los gastos de Alicia en el país de las maravillas. Esto es sólo un ejemplo de la enorme cantidad de autores que han optado por la auto-edición; pero…¿Por qué sigue estando mal vista entre los poetas?

R- La autoedición puede ser algo extraordinario, si el autor logra ofrecer al lector un buen producto. En las entradillas de los libros Belleza y Poesía, publicados ambos durante 1923 en Madrid, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí dejaban claro que se trataba de autoediciones, asumiendo que ellos eran “editores de su propia y sola obra“. El libro es bueno o no, independientemente de como haya sido editado.

De todos modos, no es mal consejo someter a juicio de otros un libro antes de publicarlo. Los escritores en general, y los poetas en particular, solemos desarrollar una perniciosa ceguera estética cuando convertimos la literatura en una práctica onanista.

P- ¿Puede el poeta vivir de su poesía? ¿Por qué se sigue considerando un lujo frente a la narrativa? 

R- De la poesía, no. A esa expresión le casan mejor otras preposiciones: sé de poetas que viven con la poesía, por la poesía, desde la poesía, incluso sin la poesía.  Algunos caminamos de puntillas en los márgenes y no desdeñamos ninguna actividad relacionada con la literatura que nos ayude a pagar la hipoteca.

Alguna vez me hablaron de un impostor que puso su poesía a trabajar en un cruce de caminos. Parece cierto que la narrativa es un producto con consumidores dispuestos a pagar por él, quizá porque el contenido les merece digno de pago, quizá como compensación por la cantidad de palabras y páginas que reciben a cambio de su dinero. Pareciera que la poesía no pesa, no se come, no llena grietas en la casa. Ni los poetas están dispuestos a pagar por ella, si no es con la vida.

P- ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

R- En eso soy poco original. Leí con pasión a Bécquer, ambos Machado, Juan Ramón, un poco más de la mitad de los poetas del 27, alguno de los que llamaron del 36, ciertos miembros de la generación del 50, como Ángel González o Jaime Gil de Biedma y a otros que difícilmente cuadran dentro de cuadras o generaciones: Pérez Estrada, los dos Egea, Emilio Carrión Fox… Entre esos panes fui llenando el bocadillo con Ginsberg, Pessoa, Rumí, Petrarca, Dickinson, Whitman, Rilke, Corso, Vallejo, Neruda, Nicanor y Violeta, Girondo, Bukowski, Benedetti. También me influyeron otros fuera de catálogo, poetas o no, como Cervantes o Lope, Dickens y Galdós, R.L. Stevenson, Dostoyevski, Nabokov, Bulgákov, Paz, Faulkner, García Márquez, Saramago, Joyce, Orwell, Freud, Nietzsche, Platón, San Agustín, Descartes, Camus, Sartre… Leo y aprendo de Pizarnik. Disfruto el humor finísimo y terrible de Wislawa Szymborska. Esto por hablar sólo de muertos y en porcentaje mínimo. De entre los vivos el listado sería extenso y mi memoria escasa. Citaré sólo a Brines, Ida Vitale y Carvajal como principio de esa lista no cerrada de devoción y gratitud.

P- ¿Cómo definiría a su poesía?

R- Conceptualmente sencilla, de fácil acceso para el lector, trabajada no siempre lo bastante y con propósito, intención y finalidad honestos. Pienso que el poema debe propender a la verdad o, cuando menos, a la verosimilitud. Íntimamente me gusta pensar que, además y a pesar de todo, la poesía es útil, también la mía. Lo que entendemos cada cual por utilidad abriría un debate tan interesante como interminable e innecesario.

P- ¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

R- Poeta y poesía nacen, crecen, se reproducen y, en la mayoría de los casos, afortunadamente, envejecen y mueren juntos. Y entonces los familiares tienen el buen gusto de quemar todos los originales y copias que encuentren entre los papeles del ilustrísimo occiso. La humanidad queda así a salvo del complejo de Diógenes poético. “La meta es el olvido“, recordaba con tan buen sentido Borges en el poemita “Poeta menor”.

Sólo algún poema, algún libro, alguna obra absolutamente excepcionales debieran sobrevivir al autor. En esa búsqueda de la excepción nos dejamos la vida y las pestañas. Por supuesto, mi poesía evoluciona conmigo. Vida y lecturas (eso que alguien llama experiencia) conforman la base de los poemas. JRJ nos enseñó el concepto de la obra en marcha. Y así, en marcha, cambia, se ha ido haciendo más limpia, menos recargada, menos “poética”.

La poesía no tiene que parecer poesía, sino serlo. A mi parecer, a la hora de trabajar el poema, es más recomendable la poda que el injerto. Huir de adverbios y adjetivos superfluos es un buen consejo de Huidobro, que trato de seguir.

P- ¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

R- Nunca lo sé. Nunca doy el poema por acabado. Los poemas son siempre, o casi siempre, propuestas o conclusiones provisionales. Quedan a la orden. De tanto en tanto vuelvo sobre ellos: reestructuro, allano, simplifico, limpio, desbrozo, podo.

P- ¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

R- En estos momento no lo sé. No sé si me gustaría lograr nada con mi poética. Sólo quiero vivir, sobrevivir, tener la ocasión de compartir vino y risas con amigos. (Esto no descarta que alguien pueda leer, leerse, leernos… un poema mío o de otros, mientras tanto).

P- ¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs etc?

R- El burro no es malo, si lleva carga, decía mi abuelo. Cualquier medio que sirva para que la poesía llegue al lector o al oyente, es válido. Debemos felicitar y agradecer a cuantos trabajan para que así sea. La labor y la pasión que ponen son extraordinarias. Sin duda, las (ya no tan) nuevas tecnologías ofrecen novísimas y, casi infinitas, oportunidades para los poetas; para los buenos, demos las gracias por eso; y, tristemente, también para los malos. Que Dios y el Diablo nos protejan, si quieren.

P- ¿Puede explicarnos el título de tu último poemario ?

R- Trabajo en varios conjuntos de poemas y, dependiendo de los poemas elegidos, estos libros posibles tienen títulos (también provisionales, claro) como: Barrio utopía, Poemas para amar bajo las estautas, Terrario, Medidas correctoras… Como ves, todo sigue estando por hacer.

P- ¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?

R- Cagamos según comemos. Perdón por la expresión, pero no se me ocurre nada más descriptivo. Vida y lecturas, como te dije, son los componentes básicos del barro con el que se modela el poema. Luego, cada cual intentamos insuflarle verdad como se pueda, a veces con un simple chasquido de dedos, a veces nunca, la mayoría de las veces con mucho mucho mucho trabajo.

P- ¿Qué concepción tiene de la poesía? ¿qué meta debe alcanzar este arte y qué puede cambiar?

R- La poesía que leo, la que me interesa, es la que me ayuda a hacerme preguntas sobre la vida, la que a veces me sugiere, sin imponérmela, alguna respuesta posible. Me gusta la que permite que yo sienta físicamente cómo amanece el día en el tercer verso del poema, la que me deja ver la tristeza y denuncia la injusticia al describir la sonrisa pintada de una niña pobre de trece años que cada noche se prostituye en Freetown, la capital de Sierra Leona. La poesía no es inocente: o es un artículo de lujo para imbéciles, acaso un entretenimiento inútil, o es el alimento vivo que sirve para hacernos un poco más humanos cada día.

 

Autor de la entrevista Miguel Esteban Torreblanca