Reconocido con importantes Premios a nivel Nacional e Internacional. Presidente del Consejo Rector de la Casa-Museo de Federico García Lorca (1998-2004). Presidente-Fundador de la A.C. Tertulias Lorquianas y Director de Actividades Culturales en la misma Casa-Museo desde su fundación en 1998. Miembro del Consejo Coordinador Internacional de P.O.E.T.A.P (Poetas de La Tierra y Amigos de la Poesía con sede en Madrid) y Académico Honorífico de la A.N.L.M. (Academia Norteamericana de Lengua Moderna con sede en New Jersey)
Ha publicado un extenso libro de poemas: “La luz atrapada” (Ed. Port-Royal, 2008). En el año 2012, la madrileña Editorial Vitruvio en su prestigiosa Colección Baños del Carmen, ha publicado “El ajimez de la casa de piedra”. Su poesía está presente en numerosas antologías y revistas repartidas por varios países. Ponente a través de recitales, conferencias, seminarios y congresos internacionales en Universidades e Instituciones Culturales y Académicas sobre su poesía, así como sobre temáticas lorquianas.
Miguel Esteban Torreblanca- ¿Poeta, articulista, conferenciante, actor y director de teatro, con qué faceta se queda?
Francisco Vaquero Sánchez- Todas esas facetas literarias son enriquecedoras siempre que sean manifestaciones verdaderamente engendradas en lo más auténtico e indagador de nuestro ser. Sentir, pensar, aprender, amar desde la autenticidad más humilde y exigente. ASPA, aprender siempre para amar, era el lema de mi gran educador y maestro, mi tío Benigno.
Quizás la poesía sea la faceta literaria con la que me quedaría, la más elevada, “ánfora diosa de barro, horizonte desnudo que gira el carrusel de sombras hasta coronar la montaña con estigmas de azafrán y polen amarillo”.
P- ¿Cómo conoces a Federico García Lorca?
R- A la edad de diez y once años comenzábamos a hacer comentarios de textos literarios de grandes autores, tanto clásicos como de las generaciones del 98, del 27 o incluso de autores de la época ya consagrados. Los textos de Federico García Lorca, entonces poeta maldito y censurado por el régimen franquista, estaban presentes en esos comentarios. De ahí pasamos a representar y recitar sus poemas y algunas de sus obras de teatro. Mi ciudad, Pinos Puente, y los pueblos limítrofes, fueron testigos de aquellos recitales y representaciones. Llegamos a amar aquellos textos, a disfrutarlos con verdadero entusiasmo. De este modo, mis conocimientos sobre la vida y obra de Federico se fueron ampliando.
Aguardaba aún una amistad entrañable e inesperada que me ayudaría a descubrir anécdotas e intimidades del poeta, algunas desconocidas o muy poco conocidas. Se trata de José Bello Lasierra, Pepín Bello. En aquel tiempo un joven caminante por los pasillos de la Residencia de Estudiantes, tras las disertaciones de Marie Curie, de Albert Einstein o de Chesterton, de Juan Ramón Jiménez, o amando la dulzura de Antonio Machado o la celeste energía musical de Manuel de Falla.
Pepín nos ha dado el paseo inequívoco, muy cerca y de frente con los protagonistas de una generación jamás destruida por los modos pasajeros y la postmodernidad. ¡Madre mía, cuántas vivencias hay en este hombre! ¡Qué conocimiento más profuso de aquellos días de plata y ceniza en “los chopos residentes”! Parece que al conocerle, siempre se le ha conocido.
El suyo es el más bello testimonio de amistad que he conocido. Es la aventura de compartir vivencias con jóvenes soñadores instalados en la Residencia madrileña. Jóvenes con el cinturón de estrellas muy callado en la cabecera de la cama, aguardando la noche vigilante donde lucirlo. Un tímido Salvador Dalí ataviado en negro misterio, con los ojos alargados, como jabalinas contra el lienzo, llevando en su interior la marea más viva de Cadaqués… Y Federico García Lorca, y Luis Buñuel, y Rafael Alberti, y Santiago Ontañón, y José Moreno Villa, y tantos otros.
En ese recinto formal, íntimo a la vez, y a la vez saludado por la poesía y la magia, Pepín Bello caminaba riendo por los corredores, buscando la transparencia junto a Federico, o lanzaba una convocatoria al salón donde el piano esperaba la melodía perfecta para los oídos. Allí los amigos quedaban al deslumbre de sus poemas escritos, imitaban las sordinas del aire con los pájaros. Entonces, el poeta se sentaba a tocar el piano con verbo infinito las virtudes de todos los temas, caricaturas musicales y entremeses de la juerga andaluza. José Bello no olvida a Federico, no puede olvidarlo, no sabe olvidarlo. Cuando habla de él caemos en la maroma del tiempo.
Cinco días antes de su muerte, Pepín nos llamó para hacernos a mi esposa y a mí una última confesión: Hijos míos – así nos saludaba siempre – vengan, me estoy muriendo. Y así fue. Lo que allí nos dijo queda para otra ocasión.
P- ¿Cómo nace la Asociación Cultural Tertulias Lorquianas ?
R- En el año 1998, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Federico García Lorca, y a raíz de la inauguración oficial de la Casa-Museo de Federico García Lorca en Valderrubio por los Reyes de España, un grupo de entusiastas de la vida y obra del poeta, humildemente encabezados por mí y, apoyados por el Ayuntamiento de Pinos Puente, del que dependía la Pedanía de Valderrubio, comenzamos a desarrollar una serie de actividades en torno a la importancia de esa entidad local en la vida y obra de Federico.
La visita a la Casa-Museo de un numeroso grupo de profesores rusos, hispanistas y filólogos muy interesados en todo lo relacionado con el poeta, así como la gran afluencia de personas venidas de dentro y fuera de España, nos hizo pensar en organizar actividades culturales relacionadas con el Universo lorquiano. De este modo nace la Asociación Cultural Tertulias Lorquianas de Valderrubio.
Algún año después, tras la reforma y restauración de lo que fue antiguo secadero de tabaco en el interior del patio de la casa, se construye el nuevo salón de actos. Anteriormente, las actividades las realizábamos en el granero existente en el interior de la misma casa o también en la antigua casita aneja de los caseros.
El mismo Federico en las 36 correspondencias cotejadas por mí y que el poeta envía a amigos y familiares desde la antigua Asquerosa, hoy Valderrubio, dan idea de la importancia de este pueblo y del cercano cortijo de Daimuz Alto en su vida y en su obra. A continuación pongo como ejemplo estas palabras recogidas en carta a Melchor Fernández Almagro desde Asquerosa en junio de 1921: “…Creo que mi sitio está entre estos ríos líricos y estos chopos musicales, porque mi corazón descansa de una manera definitiva… Asquerosa es uno de los pueblos más lindos de la vega por lo blanco y por la serenidad de sus habitantes “… (Carta microfilmada por mí directamente de la original existente en el Archivo de la Casa de los Tiros de Granada).
P- ¿La poesía debe ser verdad, un sentimiento que ve la luz?
R- Mi primer libro de poemas lleva como título: La luz atrapada. ¿Explica eso tu pregunta? La poesía es el canto fugaz de una estrella. Y ese canto no puede ser más que luz. Luz que dibuja las líneas de un sentimiento. Y eso, en verdad es la poesía. O esto otro: los vientos juegan/ con manos de caracola/ y luces de escarcha. /Salta sirenita, salta. / Para ti es la nube blanca. O también: Cuando la luna pasea/por el bronco misterio de los ataúdes, /todos los cementerios se derrumban, /todas las tribus son hambre.
En principio fue la oscuridad, después vino la luz que alumbra el sentimiento verdadero y, al fin, éste se hizo poesía.
P- ¿Cómo describiría, por ejemplo, su relación con los concursos literarios?
R- Mi relación con los concursos y certámenes literarios ha sido desde muy joven una de mis grandes inquietudes. En el año 1976 fundo e inicio en mi pueblo, Pinos Puente, uno de los certámenes más antiguos de la Comunidad Autónoma de Andalucía, el Certamen Literario “Castillejo”, posteriormente denominado “Castillejo-Benigno Vaquero” en honor al Maestro por excelencia de esta ciudad. Se viene celebrando ininterrumpidamente desde ese año. Se cumplen, pues, la friolera de 45 años desde su puesta en marcha.
Pienso que los concursos tienen una indudable utilidad siempre y cuando no estén guiados o presididos por intereses espúreos, ni favoritismos o exclusivismos, sólo los puramente literarios y siempre por el interés general de dar a conocer obras y autores con los méritos suficientes.
P- ¿En qué contextos los usa?
R- Única y exclusivamente como estímulo y reconocimiento a autores y obras con los suficientes merecimientos, evaluados por jurados competentes y cualificados. Y siempre con la honestidad por bandera.
P- ¿Cuál fue tu primer cuento escrito y publicado?
R- Su título: Mi hermano el “León”. Narra las hazañas de un maravilloso perro que tuvimos en casa durante mi infancia. Entre otras gestas, cuidaba de Angelitas, mi hermana, que frecuentemente sufría ataques epilépticos y se mordía los labios y la lengua. Para que eso no ocurriera, mi madre le tenía puesto un chupete permanentemente en su boquita. El “León” permanecía horas y horas junto a ella sin quitar ojo de la boquita de mi hermana y su chupete, que cada vez que se lo quitaba o se le caía, ladraba para que acudiese mi madre, que, además de un negocio, atendía también las tareas de casa. ¡Pobre hermanita mía! Murió con tan sólo once años de edad. Compuse varios poemas dedicados a ella, recogidos en mi primer poemario publicado. Transcribo parcialmente uno de ellos: En mi pecho una tristeza, /en mi mano una naranja/ y en mi boca un arco/ en espera de palabras. /
Que fueras ángel quiso el cielo,/ antes que mujer fueras/… Una pajarita blanca/ remontaba sencilla tu mirada/ y fueron para ti mis besos/ – menesterosos besos -/ de hermano a hermana/… Y yo me hundí para siempre/ en el temblor helado de la mañana,/ al tocar tu nombre esculpido/ en el mármol gris de la lápida./
P- ¿Fue fácil publicar o difícil?
R- Fue publicado a petición de un redactor en las páginas de cultura del diario Ideal de Granada. No hubo ninguna dificultad para su publicación.
P- ¿Qué libro de cabecera está leyendo ahora?
R- Estoy leyendo, ya en sus últimas páginas, una preciosa novela que gira en torno a una historia ficticia sobre una mujer enamorada de Federico García Lorca, al que conoce, y con el que, a veces se reúne. La mujer, Marina, va rememorando esos encuentros con verdadero conocimiento de la vida y obra del poeta. La novela se titula “Lluvia en el corazón” y su autora es Ana María López Expósito, editada por Círculo Rojo, 2020. Muy recomendable.
P- ¿Qué opinas de la autoedición?
R- El encarecimiento de las publicaciones en editoriales ha hecho que la autoedición esté en alza a través de las vías digitales que hoy ofrece internet. No me parece mal, siempre que se respeten los criterios de calidad y autoría en lo que se publica.
P- ¿Le ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) en ese sentido?
R- No, especialmente. Pero hay cada día hay más obras de buena calidad, aunque me declaro escaso conocedor, con poca experiencia y ejercicio en esos medios de comunicación e intercambio digital.
P- ¿Ha leído en público algún trabajo tuyo?
R- Sí, en numerosas ocasiones y lugares, tanto en foros como en universidades de España y del extranjero. Guardo magníficas amistades y gratificantes recuerdos de esas lecturas y experiencias.
P- ¿Qué sensación experimentaste?
R- Hay en mí una sensación de complacencia, de felicidad y alegría, siempre desde la humildad. Me siento profundamente honrado y agradecido por la confianza que esas personas, entidades y organismos tuvieron en mí. Confío y espero no haberles defraudado.
P- ¿Sufrimiento, placer… Qué es lo que experimenta a la hora de escribir?
R- Sufrimiento y placer se unen indisolublemente en la experiencia de escribir, en el esfuerzo creativo, no hay parto sin dolor ni felicidad comparable con el abrazo a un hijo recién nacido. Tras la penumbra llega la luz y así descubrimos la gracia y pureza de nuestros actos en la íntima y dulcísima realización de lo que somos capaces de crear y en armonía con los más nobles sentimientos. Nada comparable al placer de dar fin a un trabajo de creación, en nuestro caso, literaria.
P- ¿Tiene alguna manía especial a la hora de ponerse a escribir, algún ritual?
R- Sí, tengo un ritual para salir de hartazgos de concentración o ensimismamiento. Consiste en cantar un sonsonete que me enseñó mi padre. Dice así: “Quince son quince, quince quince son. Quince son quince, quince quince son”. Con cada son marco una raya vertical y al terminar el sonsonete debes tener, ¡albricias!, quince rayas verticales. ¡Y resulta que salen q u i n c e! Recomiendo que no dejéis de cumplir con el ritual. Ja, ja, ja, ja, jáaaaa. Y no es guasa, es alegría.
Autor de la entrevista Miguel Esteban Torreblanca
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