En mi última novela el personaje de Mario le decía a Roberto lo siguiente: “…esto se ha convertido en una guerra encubierta. Una guerra de la población contra un poderoso ejército invisible que empobrece a la gente con esos efectos colaterales con los que ellos, o sea los que mandan, tratan de eludir sus responsabilidades. La artillería pesada de dicho ejército es esa sofisticada maquinaria propagandística  y manipuladora que utilizan a través de los grandes medios de comunicación que dominan, estando constituida su infantería, esa que siempre suele estar destinada a perecer con las primeras bombas, por millones de ciudadanas y ciudadanos anónimos a los cuales de una forma u otra engañan o manipulan para que finalmente les den sus votos. Además, sus armas de destrucción masiva son unos abstractos mercados a los que jamás quieren ponerles nombres propios y cuyos efectos son la pérdida de sus viviendas para mucha gente, la aniquilación del Estado del Bienestar y, sobre todo, el alarmante aumento de la pobreza. Como digo, es un ejército que no se ve, aunque sí sus generales, los cuales suelen infiltrarse entre la población luciendo traje y corbata y ocupando importantes consejos de administración, así como también relevantes cargos públicos. Bueno… supongo que entiendes lo que quiero decir”, acababa diciéndole Mario a Roberto en dicha conversación.

Pues una vez hecha esta pequeña introducción para que podamos ver en qué tipo de guerra estamos metidos, en el título de este artículo he puesto también “nuestras pensiones” porque, a pesar de tal y como está montado el sistema actual en el cual no estamos cotizando para pagar nuestra propia pensión, sino la de los ya jubilados, lo cierto es que en pleno siglo XXI es inaceptable que alguien pueda poner en duda que cualquier persona después de haber trabajado toda su vida y por lo tanto contribuido con sus impuestos al bien común, finalmente no pueda tener una vejez totalmente digna. Digo esto porque los neoliberales rápidamente se han lanzado a decir que con nuestras cotizaciones no estamos pagando nuestra propia jubilación, lo cual según parece es verdad y, que por lo tanto, de seguir la tendencia respecto a la subida de la esperanza de vida al final el sistema será insostenible a menos que aumentemos la edad de jubilación o nos paguemos, como ellos quieren, un plan privado de pensiones (ya les he contado en alguno de mis artículos cómo nos han estado engañando durante toda esta crisis al fomentar tan solo la austeridad, puesto que ese “error” ellos ya sabían perfectamente que llevaría al colapso económico puesto que es lo que hizo el presidente Hoover en EEUU tras el crack del veintinueve y que, por suerte para aquel país, llegó Roosevelt para potenciar el crecimiento a través de la inversión).

Bien, pues eso que dicen los neoliberales es, como casi siempre, una verdad a medias, ya que lo que no nos dicen es que con la mayor productividad de hoy en día hay incluso más dinero que antes para seguir manteniendo unas pensiones justas y duraderas en el tiempo. Pero eso sí, hay que ligar pensiones a productividad y no simplemente a las cotizaciones de los trabajadores, esos que a pesar del enorme incremento de los beneficios no es que solo sigan cobrando proporcionalmente los mismos salarios, sino que además se les amenaza con que si no siguen trabajando más años, el sistema no les garantizará una jubilación digna. Es decir, está demostrado que hay más dinero que antes puesto que la productividad ha aumentado en los últimos años enormemente, pero sin embargo este ultraliberal sistema no es capaz ni tan siquiera de que esos enormes beneficios se repartan mínimamente a través de los impuestos al gran capital (que paguen más impuestos los que más tienen), sino que ese dinero en forma de ingresos del Estado que generan los puestos de trabajo y ahora en cierto modo han sido sustituidos en parte por la tecnología (aumentando muy considerablemente la productividad), algunos aspiran a que tan solo los disfruten unos pocos: las grandes multinacionales y quienes las manejan puesto que dominan el entramado macroeconómico mundial. Pero no se queden simplemente con lo que les estoy diciendo: lean, lean el esclarecedor artículo del prestigioso economista Vicenç Navarro titulado “Las pensiones no están en peligro” y publicado el 6 de febrero de este mismo año en el diario “El País”, puesto que a través de dicho artículo entenderán mucho mejor mis palabras, si es que no me he explicado bien. No obstante, supongo que muchos neoliberales dirán que cambiar las cosas drásticamente es algo imposible, pero no les hagan caso, pues algo similar también se lo decían a Lincoln a la hora de erradicar la esclavitud (le dijeron que arruinaría la economía de su país), a los sindicalistas cuando en el siglo pasado reclamaban sus derechos laborales (también les dijeron algo similar a lo que le decían a Lincoln) e incluso en nuestra historia más reciente muchos nos asustaron durante la transición diciéndonos que una democracia con todos los partidos políticos legalizados nos traería unas funestas consecuencias (supongo que saben a qué momento puntal de nuestra reciente historia me refiero). Por lo tanto, no cometamos el mismo error puesto que como ya indiqué en otro de mis artículos titulado “La vida sigue igual… pero solo para los de siempre”, al principio de esta crisis, cuando el neoliberalismo estaba acorralado y contra las cuerdas, dejamos pasar una oportunidad única para acabar con su terrible hegemonía.

Y llegados a este punto, y habiendo analizado todo lo dicho hasta este momento, tanto yo como muchos ciudadanos y ciudadanas nos preguntamos… ¿dónde están los dirigentes del principal partido de la oposición para explicar, día sí y día también, todo esto que nos cuentan los economistas no neoliberales? ¿No quieren recuperar el voto de la izquierda? Pues que lo demuestren. , puesto que pensando en todo esto me vienen a la memoria unos artículos que escribí hace unos años y que si tienen tiempo les recomendaría que leyeran: “El problema de los actuales líderes políticos de la izquierda”  y “Los progres de despacho”. Porque en esta nueva guerra que atenta directamente contra nuestros intereses, al menos que no lo hagan con nuestros propios votos. No votemos a ningún partido que quiera o consienta volver a los tiempos de las tinieblas, a aquellos tiempos en los que los ancianos debían ser acogidos por sus hijos puesto que de lo contrario acababan en la indigencia o en un precario asilo de beneficencia. Ya han conseguido con esta crisis que los pensionistas tengan que acoger de nuevo en sus casas a sus hijos y a sus nuevas familias, y ahora quieren rematar la faena “robando” el dinero a nuestros mayores, a los más indefensos. Van arramblando con todo lo que pueden, pero en este caso sus pretensiones pueden acabar pinchando en hueso, ya que en una democracia los votos de la mayoría son los que cuentan, y hoy en día una gran parte de esa mayoría son los pensionistas. Supongo que a algunos neoliberales, viendo que esta batalla es posible que la pierdan en las urnas, quizá les pase por la cabeza proponer que a una gran parte de los jubilados que votan contra sus dictámenes los declaren no aptos para el voto alegando “demencia senil”. Aunque ironías aparte, lo que sí es seguro es que esa batalla, en caso de producirse abiertamente, sin duda la deberemos combatir todos unidos para poder ganarla.

Discúlpenme si les estoy poniendo las referencias de varios de mis artículos, pero es que en esta guerra encubierta del neoliberalismo contra los intereses de la mayor parte de la población, o vamos desplegando también nosotros todas nuestras armas basadas en la razón y en la justicia o, como digo en uno de esos artículos, nos aniquilarán. Así pues, es muy importante que difundan esta información puesto que de la concienciación de todos depende que tengamos una vejez digna o, por el contrario, repleta de necesidades y precariedad mientras unos escasos privilegiados nadan en la abundancia aprovechándose de esa gran productividad de la que nos hablaba el profesor Navarro (hace unos meses pude comprobar en primera persona cómo y de qué forma ciertos ancianos de Singapur, un paraíso fiscal en el que el dinero para los ricos no tiene fin, tenían que limpiar los aseos del aeropuerto o arrastrar los carritos del equipaje para poder seguir sobreviviendo). Sí, ¡difundan, difundan, difundan esta información!, pues si hacemos frente ahora a esas intenciones de los neoliberales es posible que se queden en un simple “globo sonda”, más o menos como aquel que lanzó Barea cuando mandaba Aznar y que en cierto modo ya intentó acabar con el sistema público de pensiones en favor de la privatización de las mismas por medio de los famosos “planes de pensiones bancarios”. El revuelo mediático fue el que posiblemente decidiera a Aznar a no llevar a la práctica este tipo de medidas lanzadas a los cuatro vientos “por si colaba”, de ahí que en esta nueva batalla de las pensiones promovida por la troika, deberemos ser igual o incluso más fuertes y firmes que entonces para, definitivamente, no perder esta importante guerra. Así pues, repito, ¡difundan, difundan, difundan esta información!, y evidentemente al hacerlo no hace falta que hablen ni de mí ni de esta Revisita Cultural, ni tan siquiera del profesor Navarro, ya que lo importante es que se convenzan a ustedes a través de su razonamiento puesto que como decía el personaje de Mario en mi última novela, lo más importante para que a uno no lo engañen es convencerse a sí mismo por medio del propio razonamiento. Ahora bien, si los neoliberales dudan de su información y las fuentes de la misma, pues entonces por supuesto díganles que se han informado por medio de uno de mis artículos publicado en esta prestigiosa Revista Cultural y que, evidentemente, mis razonamientos a la hora de escribir este artículo en concreto en el que se habla de las pensiones han sido gracias a los conocimientos económicos del profesor Vicenç Navarro y de todos esos otros economistas que a través del estudio están intentando también construir una sociedad basada en el bien común.

Y ya para acabar y resumir lo dicho en este extenso, aunque según mi opinión importante artículo de información, simplemente recalcar que en este tema de las pensiones los neoliberales nos quieren hacer creer que dos y dos son cuatro, y eso, si se detienen a pensarlo, no es así, pues dos y dos son veintidós, y es precisamente con esa carta de la confusión y de la aparente insostenibilidad de las pensiones con la que quieren seguir jugando. Y de ahí que sea tan importante que seamos nosotros, el pueblo, el que les digamos bien a las claras que para sumar cuatro se ha de decir dos más dos, y no dos y dos, aunque la cosa pueda llegar a confundir (que eso es lo que ellos intentan, es decir, engañar con medias verdades a las masas). Porque como ya he dicho repetidamente en este artículo, y si contamos lógicamente los beneficios de la productividad y del gran capital, ese que por cierto suele esconder sus grandes ganancias en los paraísos fiscales para no tributar y como consecuencia de ello no contribuir al bien común, entonces descubriremos que sabiendo la verdad sí hay suficiente dinero para pagar las pensiones ya que, sin lugar a dudas, 2+2 sí suman 4.

Así pues, en primer lugar es fundamental convencernos a nosotros mismos entendiendo lo que nos dicen los economistas no neoliberales, pues sin duda sí hay alternativas puesto que dinero sigue habiendo el mismo o más. Otra cosa muy diferente es que lo quieran redistribuir, pues la avaricia de estos tipejos amorales no tiene límite y, según parece,  tampoco su estupidez (por último les invito a leer mi artículo publicado también en esta Revista cuyo título es “Habrá que recordarles que el dinero no se puede comer”). Y si lo primero de todo es convencernos a nosotros mismos sobre la verdadera realidad de la que hablamos, lo segundo es difundir lo que sabemos puesto que solo entre todos les podremos hacer frente.

¡Difundan, pues nuestro futuro está en juego!