Durante la última sesión especial de la Asamblea General de la ONU dedicada al desarrollo humano, Somavia denunció el constante aumento de la pobreza en el mundo. “Europa Central y Oriental siguen sufriendo; el desempleo en América latina ha alcanzado cotas históricas; África sigue estando excluida en gran parte de los beneficios de la mundialización. Para muchos pueblos, son hoy mayores la desigualdad y la inseguridad”, afirma el Director General de la OIT, defensor a ultranza de las políticas de desarrollo del Tercer Mundo.

También se habló de la globalización/ mundialización referencia obligada en la última reunión del G 8, celebrada recientemente, donde los jefes de Estado y Gobierno de los principales países industrializados del planeta llegaron a la conclusión de que convendría potenciar la introducción de Internet en el Tercer Mundo para “reducir la brecha tecnológica” que separa al Norte del Sur.

Detalle interesante: el Banco Mundial optó a su vez por recurrir a la Red para lanzar un cyberforo sobre los pros y los contras de la internacionaliza ción de la economía . Durante tres semanas, varios centenares de personas (economistas, politólogos, investigadores, empresarios, estudiantes) tuvieron la oportunidad de intercambiar ideas sobre los informes cuidadosamente preparados por la secretaría del Banco, dedicados a los temas de Globalización, pobreza y desarrollo.

Extrañamente, los promotores de la iniciativa llegaron a la conclusión de que los argumentos y/o las pruebas a favor de la globalización actual brillan por su ausencia. De hecho, la mayoría de los participantes en el cyberforo se limitó a hacer hincapié en el deseo de los
Organismos Internacionales dedicados al desarrollo económico y de los gobiernos de los países industrializados de presentar la globalización como panacea frente a los múltiples retos del Tercer Mundo, haciendo caso omiso de las exigencias y las circunstancias concretas del Sur y del impacto de la globalización sobre las economías de los países menos desarrollados. Asimismo, se criticó la escasa sensibilidad de los suministradores de la ayuda internacional frente a las condiciones de vida en el Tercer Mundo y la correlación liberalizaciónsostenibilidad económicas, recordando que “en su forma actual, la globalización favorece mucho más a los países del hemisferio Norte o, mejor dicho, a los países ricos más avanzados”.

Al comentar el informe relativo a la “globalización, pobreza y desarrollo”, que defiende la tesis de que el crecimiento económico sirve para acotar la pobreza en los países en desarrollo, la mayoría de los participantes se han visto obligados a señalar que la globalización ha tenido efectos negativos no sólo en los países menos desarrollados, sino también en las capas más desfavorecidas de la población de Estados como la India o Brasil, que se divisan como los nuevos motores de la economía del siglo XXI. Por otra parte, muchos participantes en el foro están persuadidos de que las principales beneficiarias de la globalización han sido las empresas multinacionales y transnacionales, que se dedican a buscar mano de obra barata en latitudes donde la participación de los actores sociales (expertos gubernamentales, ONG, etc.) en el debate sobre las pautas de la mundialización es muy limitada o casi inexistente.

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Uno de los aspectos más negativos del nuevo fenómeno socioeconómico es, sin duda, la homogeneización y la desaparición de la diversidad. Algunos ponentes no dudaron en sugerir la modificación de las actuales reglas del juego, mediante la integración de opciones diferentes, como por ejemplo, el “comercio justo”, que facilitaría la participación más directa de los proveedores de bienes y productos del Tercer Mundo en los mercados internacionales.

Al analizar el contenido del documento relativo a “Pobreza, exigencias básicas y desarrollo”, los participantes sacaron a relucir el constante deterioro de las condiciones de vida de los productores de cacao en Camerún, la precariedad del sistema de seguridad ciudadana en Colombia, la marginación de la mujer en los países del Tercer Mundo, así como los desequilibrios cada vez mayores entre la sociedad rural y los habitantes de las grandes urbes.

Otro detalle significativo: al establecerse los parámetros de riqueza/ pobreza de los pobladores del Tercer Mundo, no se tiene en cuenta la accesibilidad a los servicios sociales, sino los ingresos per cápita. La globalización tiende a obviar el recurso a los medios de subsistencia tradicionales y colectivos, que siguen prevaleciendo en el Tercer Mundo.

Ello incita a los participantes a cuestionarse acerca de las opciones ideológicas, políticas y morales que conlleva la globalización, señalando que “el mercado global tiende a incrementar o perpetuar la pobreza. Ante este estado de cosas, los Gobiernos deben adoptar políticas de redistribución de las riquezas, asociando a todas las capas de la población al debate sobre un nuevo tipo se sociedad y facilitando a los más desfavorecidos los medios económicos y jurídicos adecuados para la puesta en marcha de nuevos proyectos de desarrollo”. Hoy por hoy, una reacción de esta índole parece imposible, debido ante todo a la corrupción y la incompetencia detectadas en el seno de las admi nistraciones nacionales y locales. El análisis de los “Modelos de desarrollo”, ha puesto de manifiesto el hecho de que la globalización impone un marco de desarrollo que podría resumirse en la monetarización de la casi totalidad de los intercambios; la privatización de los recursos públicos y colectivos (tierra, agua, semillas, medios de producción), tanto a nivel comunitario como nacional; una excesiva confianza en la ley del mercado; la renuncia por parte de los gobiernos a la redistribución de los recursos; el confusionismo entre los conceptos de “desarrollo y crecimiento”; y una total falta de interés por las implicaciones ecológicas, sociales y culturales del proceso de globalización.

Por último, aunque no menos importante, el que las élites políticas, económicas y sociales del Tercer Mundo se aprovechan de los aspectos positivos de la globalización, compartiendo al mismo tiempo la responsabilidad por los aspectos negativos.

Ese estado de cosas requiere, obviamente, soluciones más complejas que la mera presencia de Internet en los países en desarrollo, fervorosamente defendida por los integrantes del G 8.