Hace aproximadamente 4 décadas que el hielo en las cumbres empezó a desaparecer cumpliendo con los pronósticos científicos de que la contaminación ambiental provocaría la desaparición del agua, una información de escándalo que debería recibir atención masiva, acciones contundentes y lo que hoy en día llamamos viralización intermediática.

Pero no. La humanidad adolece de negación climática.

Las imágenes que acompañan el artículo fueron tomadas el 2 de noviembre de la represa Incachaca, una de las más grandes del sistema hídrico proveedor de agua a la ciudad de La Paz, que está a pocos minutos de la cumbre a 4369 msnm y tiene una capacidad de 4.218.000 metros cúbicos de agua.

Esta represa se encuentra en una zona limítrofe entre regiones, luego de cruzarla viajando desde la ciudad, empieza el descenso hacia la zona yungueña que es subtropical, de bosque montano cuya altura varía entre 2000 y 1000 msnm. Toda su foresta genera neblinas durante todo el año que circulan como auténticos ríos aéreos enviando agua hacia las cumbres donde debe posarse y congelar, otorgando un sobrecogedor paisaje de nieve que forma el reservorio natural cuyo deshielo alimenta las lagunas, humedales, ríos, acueductos artificiales y por supuesto, represas.

Neblinas subiendo hacia las cumbres.

Por estos días se observa la neblina subir hacia las cumbres, pero el sol intenso que tenemos no colabora con el congelamiento respectivo y esta neblina retorna inmediatamente a Los Yungas en forma de lluvias tenues, por este motivo las represas se van secando. Es sabido que después del invierno, durante los meses de agosto, septiembre y octubre tenemos la temporada seca que es cuando en el ciclo agrícola, se remueve la tierra para la siembra y se poda los árboles frutales de los valles.

Pero este año, el sol está más intenso de lo normal y si la temporada de lluvias que comienza en diciembre, no llega a tiempo, en la ciudad habrá desabastecimiento de agua, recordando la crisis que hubo el año 2017, cuando la mitad de la ciudad entró en una crisis galopante que movilizó inclusive al presidente del país que personalmente recorrió las cumbres que albergan pequeñas lagunas, buscando una fuente de provisión de emergencia.

Lo curioso es que meses después de esta sequía, en febrero de 2018, se produjeron lluvias descontroladas que provocaron inundaciones y desbordes a tal grado que muchas poblaciones rurales en las cuencas Huayna Potosí y Mururata, perdieron casas, partes de las escuelas, cultivos y algunas pequeñas comunidades inclusive desaparecieron por completo.

Pero esta situación catastrófica del área rural no movilizó a la presidencia y en la ciudad, a pesar que se tuvieron las noticias en televisión, solamente provocó algo de tristeza por unos pocos días y no se deja notar que hayamos aprendido las lecciones de la naturaleza, ya que actualmente no se aplica la denominada gestión integral de riesgos que tiene una ley nacional que señala las medidas drásticas de prevención que se deberían aplicar, como por ejemplo la arborización como parte del manejo de cuencas que provocaría la urgente retención de humedad, regulación de vientos, generación de lluvias y la consecuente producción de agua, para expresarlo en síntesis.

Si bien las proyecciones están planteadas por la ciencia, el gobierno no está contemplando en sus políticas la prevención de crisis hídrica, no es fácil identificar campañas ni planes de producción de agua para contrarrestar la sequía ni contener los posibles desbordes, a pesar de que hace muchos años estamos viviendo el desajuste en los regímenes pluviales y las generaciones de campesinos ya dan testimonios de que no es posible saber lo que pasará a lo largo del año, con los métodos de lectura del ambiente que tenían nuestros abuelos y que les permitía saber en qué tiempo guardar más cantidad de alimentos y semillas, y qué sembrar en la rotación de cultivos para enfrentar las contingencias climáticas.

La Paz es una ciudad rodeada de montañas y la producción de agua es urgente para prevenir desastres, se deben elegir los enclaves para forestación y los radios urbanizados deben abrir áreas cementadas, adoquinadas o asfaltadas para permitir que la tierra respire. En la medida en que sigamos negando esto como parte de las necesidades básicas, seremos merecedores de los desastres que se aproximan.

Recordemos que ya no es tiempo de esperar que la gestión de vida se manifieste en acciones gubernamentales, sino que todos desde el específico lugar en el que tenemos la vivienda, debemos aportar con árboles, arbustos y toda la vegetación posible, incluyendo la agricultura vertical en el caso de edificios.

Este es el nuevo impuesto que debemos pagar en verde con cuotas retroactivas, destinando tiempo al cuidado de cada plantín que pongamos, es la agricultura urbana real que debe dejar de ser un pasatiempo para convertirse en una gestión social integral, responsable, seria y constante, si no queremos quedarnos sin agua.