Aylan KurdiHoy Europa llora la muerte de Aylan Kurdi. Estremecidos por la crueldad de las imágenes, los europeos claman por que sus gobiernos sean sensibles al sufrimiento de los refugiados. Miles de personas del mundo desarrollado ponen la foto del pequeño tendido sin vida sobre la arena como imagen de perfil en alguna red social, y la inundan con comentarios con la etiqueta #soyrefugiado como muestra de solidaridad. Hoy los gobiernos pliegan velas y se muestran abiertos a una solidaridad que ayer negaban. Hoy están abiertos…hasta que sus súbditos se olviden.

Hoy Europa llora el drama de los que huyen de la guerra, mañana se habrá olvidado. Se olvidará como se olvidó la miseria de los subsaharianos cuyos músculos se desgarran en las concertinas de Melilla y cuyos pulmones se llenan de agua salada mientras la Guardia Civil les dispara pelotas de goma. Se olvidará como se olvidó el sufrimiento de los nepalíes a los que un terremoto se lo quitó todo. Se olvidará como se olvidó la matanza que el ébola cometió en los países de África.

No somos insensibles los europeos, sólo volubles. Hoy nos encoge el corazón el trágico fin de Aylan, tanto que nos lleva a la sobreexposición de nuestro dolor y rabia, nos lleva a afirmar que somos refugiados desde la comodidad de nuestro sofá, pero nuestra entrega acabará cuando los medios de comunicación nos bombardeen con una nueva ofensiva israelí sobre Gaza, un terrible huracán que arrase el Caribe o la represión del gobierno chino a las protestas en Hong Kong.

Es nuestra maldita naturaleza humana, también la mía: llorar hoy para olvidar mañana.

Y como soy consciente de ello mientras veo de nuevo la foto de Aylan sobre la arena, me voy a la cama con una extraña sensación de amargura y asco.