En ese marco, el concepto de innovación se ha convertido en el centro del discurso económico, como herramienta para conjugar las necesidades de cambio y sostenibilidad. Siempre se había reconocido el progreso técnico, asimilado a innovación, como sustancial para el aumento de productividad en la economía, pero su tratamiento en los análisis era el de factor exógeno. En la actualidad se considera como un elemento central endógeno, indispensable para el funcionamiento adecuado de las economías nacionales en el contexto competitivo mundial, y también de la economía mundial si se quieren afrontar retos globales como la contaminación, el cambio climático o la pobreza.

La innovación es un proceso complejo que puede analizarse desde distintos puntos de vista. La Real Academia Española define innovación como “acción y efecto de mudar o alterar algo, introduciendo novedades o el proceso de creación o modificación de un producto y su introducción en el mercado”. La segunda acepción incluye una característica básica de la innovación que confiere una importancia fundamental al término: la finalidad que toda innovación tiene de ser utilizada para su puesta en práctica e introducción en el mercado.

Las aproximaciones desde el ámbito de la teoría económica al concepto innovación refuerzan esta idea y así lo recoge la definición más extendida y aceptada internacionalmente que corresponde al Manual de Oslo, elaborado por la OCDE en 2005, según el cual “una innovación es la introducción de un nuevo, o significativamente mejorado, producto (bien o servicio), de un proceso, de un nuevo método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las prácticas internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones exteriores”.

Esta definición incluye aspectos que no dependen necesariamente de la tecnología. La innovación en productos o métodos de producción normalmente requerirá el uso de una tecnología novedosa que los dote de nuevas funcionalidades o mejore su eficiencia. En cambio, la apertura de un nuevo mercado, la implantación de una nueva estructura de mercado –cambiando las relaciones entre clientes y proveedores, por ejemplo – o la introducción de mejoras organizativas no tienen por qué depender de nuevas tecnologías aunque pueden requerir la aplicación o el uso de las ya existentes. Se obtiene así una primera clasificación de tipos de innovación: la innovación tecnológica habitualmente asociada a productos y procesos, y la innovación no tecnológica más vinculada a cuestiones organizativas, de mercadotecnia y de diseño.

Otro concepto relevante es el de sistema de innovación, que hace referencia al conjunto de factores que influyen sobre la capacidad y la motivación de una empresa para realizar actividades innovadoras y, por lo tanto, para introducir innovaciones en la economía. Según la OCDE, entre estos factores se encuentran: el sistema educativo, la base científica y de investigación, las políticas de innovación, el marco legislativo (patentes, impuestos, normas de competencia), las instituciones financieras, las infraestructuras, la dimensión y facilidad de acceso al mercado, y el funcionamiento de los mercados financieros (fundamental para actividades con riesgo y con un retorno en muchos casos a largo plazo), entre otros. El conjunto de los elementos del sistema de innovación determina la capacidad de innovación de una economía que, como veremos, juega un papel fundamental para el crecimiento económico, ya que incide directamente en la productividad y puede contribuir decisivamente al crecimiento sostenible.

Hoy la economía a nivel mundial está atravesando por un momento de cambio sin precedentes en las décadas anteriores. Los modelos de crecimiento económico derivados de la globalización del capital y de las actividades productivas de las últimas décadas ya no permiten a una parte importante de las economías desarrolladas proyectar las tasas de crecimiento necesarias para mantener los niveles de bienestar social conquistados.

En el presente contexto de crisis económica, los gobiernos han de definir políticas y acciones que contribuyan a acelerar el crecimiento económico prestando atención a los aspectos de lucha contra el cambio climático y a la sostenibilidad medioambiental. Las políticas de innovación y de creación y aplicación de conocimientos surgen como uno de los espacios más claros de la intervención pública. En otras palabras, conseguir acelerar las tasas de crecimiento económico de forma compatible con un desarrollo sostenible, es un objetivo de los gobiernos cuyo logro depende esencialmente de la puesta en marcha de políticas activas de innovación.

Estas políticas activas de innovación han de diseñarse no sólo para resolver los problemas presentes sino para anticipar retos futuros y han de partir del hecho de que la magnitud de dichos retos sobrepasa los límites de intervención de los gobiernos en sus respectivos ámbitos de actuación. Por esta razón, una estrategia política en materia de innovación debe incluir importantes mecanismos de coordinación entre las distintas esferas de la intervención gubernamental e incorporar mecanismos de colaboración entre el ámbito público y el privado.

Nuestro país, y la Unión Europea en su conjunto, necesitan por tanto políticas activas de innovación que establezcan claramente las prioridades y respondan a un modelo de especialización científica, tecnológica y productiva que nos permita capitalizar las oportunidades que las capacidades existentes nos brindan. En las políticas de innovación, pero también en buena parte de las políticas de investigación científica y tecnológica, los solapamientos y redundancias son distorsiones que han mermado nuestras capacidades para competir a nivel global.

En la elaboración de sus estrategias de innovación los gobiernos que las impulsan han de ser conscientes de que tienen que responder a retos globales y de que la búsqueda de soluciones a dichos retos es una cuestión prioritaria que debe estar adecuadamente articulada y coordinada, lo cual no es fácil en un entorno complejo y dinámico como el que caracteriza a la innovación en todas sus dimensiones.

Innovación, productividad y competitividad

La innovación ha cobrado importancia creciente en los modelos teóricos sobre el crecimiento económico y en la literatura empresarial. La consideración macroeconómica de la innovación como uno de los factores determinantes de desarrollo (que se recoge en los modelos económicos en forma de tecnología, capital humano y externalidades) y la preocupación paralela por entender cómo funciona a escala empresarial han dado origen a la formulación de múltiples formas de fomentar y canalizar el potencial innovador. Ambos enfoques, cada uno con una perspectiva, pretenden explicar la relación entre innovación, productividad y competitividad.

La innovación puede medirse con indicadores correspondientes a la capacidad para innovar, la calidad de las instituciones de investigación científica, la disponibilidad de investigadores y tecnólogos, el gasto en I+D empresarial, la aportación a la I+D de la universidad y la industria, las patentes de utilidad y la obtención de productos de alta tecnología.

Datos OCDE y EUROSTAT

Un indicador utilizado para medir el impacto del progreso científico en la productividad es el que establece la correlación entre gastos en I+D y el crecimiento de la productividad. En el siguiente gráfico se puede observar que existe una correlación positiva entre la intensidad innovadora medida como el gasto en I+D en porcentaje del PIB y el crecimiento de la productividad total de los factores.

Por otra parte, el World Economic Forum, en su “Informe de Competitividad Global 2009-2010”, considera la innovación como uno de los factores básicos de la competitividad, junto a la estabilidad macroeconómica, el marco institucional, las infraestructuras, la eficiencia del mercado laboral, la educación, el desarrollo tecnológico, el tamaño del mercado, la sofisticación de la empresa o del mercado financiero. La innovación necesita que el entorno le sea favorable, tarea en la que deben implicarse tanto el sector público como el privado.

Informe de Competitividad Global 2009-2010. World Economic Forum

En el informe citado se efectúa un estudio comparado del índice de competitividad global, que abarca a 132 países, situándose España en el puesto número 33, si bien en un análisis detallado de la puntuación obtenida en los diferentes factores, ocupamos la posición 40 en el de la innovación, situándose nuestras peores puntuaciones en la eficiencia del mercado laboral (nº 97) y en la estabilidad macroeconómica (Nº 62), y las mejores en el tamaño del mercado (nº 13) y en las infraestructuras (nº 22).

El gráfico adjunto recoge la situación de España en relación con las economías más dinámicas, analizando los doce factores que componen el índice.

La definición de estrategias de innovación en el contexto internacional.

La definición de innovación del Manual de Oslo y la percepción de los múltiples factores económicos y sociales que influyen sobre la innovación y su plasmación en el mercado, son la base de la propuesta que la OCDE dibuja en su documento “The OECD Innovation Strategy: Getting Start on Tomorrow” (“Estrategia de Innovación: Conseguir ventajas para el futuro”), de mayo de 2010.

Los planteamientos que contiene el documento abarcan todos los factores que directa o indirectamente afectan al desarrollo tanto de la innovación empresarial como del contexto macroeconómico y social en el que la misma se desenvuelve, a la vez que plantea líneas de actuación para superar las carencias observadas en cinco grandes apartados:

1.- Capacitar a las personas para innovar. La educación y la formación son la base para que las personas desarrollen sus capacidades de innovación y puedan también adaptarse a los cambios en la tecnología y en el mercado. Además, para aprovechar esas capacidades es necesario crear un entorno de trabajo innovador.

Por otro lado, es importante involucrar a los consumidores en los procesos de innovación, lo que acelerará la detección de fallos en los bienes, la definición de nuevas necesidades, etc., así como impulsar una cultura empresarial mediante la introducción de las habilidades y actitudes precisas para construir la empresa creativa.

2.- Liberar el potencial innovador. Es necesario un entorno seguro y abierto a la competencia y a la innovación, factores que se refuerzan mutuamente. Ello debe ir parejo con el adecuado funcionamiento de los mercados financieros y el fácil acceso de las nuevas empresas a la financiación. Asimismo, es importante implementar medidas tendentes a la circulación de la información sobre activos intangibles y buenas prácticas, así como crear una cultura de “riesgo saludable” ligada a una actividad creativa.

3.- Crear y aplicar el conocimiento. Las orientaciones que propone la OCDE se dirigen a la creación y financiación adecuada del sistema público de investigación, perfeccionando su gobernanza.

Igualmente se trata de promover flujos de conocimiento, facilitando el desarrollo de redes y mercados que permitan la creación y difusión del conocimiento, con un sistema eficaz de protección de la propiedad industrial e intelectual. Como sector con capacidad de arrastre, el sector público debe mejorar los servicios, aumentar la eficiencia y crear externalidades positivas para el resto de la economía.

4.- Aplicar la innovación para hacer frente a los retos sociales y globales. Mejorar la cooperación científica y tecnológica internacional y la transferencia de tecnología. Poner en marcha una política estable que anime la innovación garantizando que ésta beneficia a todas las personas, previniendo efectos discriminatorios y contribuyendo a reducir las desigualdades existentes entre hombres y mujeres.

Intensificar el papel de la innovación como herramienta de cooperación, reforzando los fundamentos de la innovación en los países en vías de desarrollo, y, finalmente, extender la base empresarial de todos los sectores económicos, y facilitar la experimentación, inversión y expansión de nuevas conocimientos y prácticas particularmente en agricultura.

5.- Perfeccionar la gobernanza y los indicadores de medida de las políticas de innovación. Considerar la innovación como un componente central de la acción del gobierno, con un liderazgo fuerte en los niveles políticos más altos. Animar a los actores regionales y locales a promover la innovación, asegurando la necesaria coordinación. Alentar la toma de decisiones basada en evidencias y en la rendición de cuentas, reconociendo la medida de los resultados como elemento clave en la política de innovación.

Las líneas de acción propuestas por la OCDE, junto con los retos genéricos de conseguir un crecimiento más fuerte, menos contaminante y más justo, ponen el énfasis en áreas de acción política que promueven la innovación más allá de la ciencia y la tecnología: las políticas de educación y formación adaptadas a las necesidades de la sociedad actual, una mayor atención a la creación y al desarrollo de nuevas empresas, así como la generación de nuevos empleos. Todo ello sin olvidar la introducción de mecanismos que promuevan la difusión y aplicación del conocimiento, la gobernanza para la cooperación internacional en ciencia y tecnología y los sistemas de medición para guiar la formulación de políticas.

La Unión Europea ha planteado un marco estratégico denominado Estrategia Europa 2020 en el que, dentro de una visión conjunta y un cuadro común de objetivos globales, cada país deberá concretar sus propios objetivos determinados por su realidad nacional y las potencialidades susceptibles de desarrollar.

La Estrategia propone tres prioridades:

  • Crecimiento inteligente: crear valor basando el crecimiento en el conocimiento y la innovación. Se reforzarán así las oportunidades y la cohesión social, aprovechando el potencial que encierran la educación, la investigación y la economía digital.
  • Crecimiento sostenible: crear una economía competitiva, conectada y respetuosa del medio ambiente.
  • Crecimiento integrador: potenciar el papel de los ciudadanos en sociedades inclusivas.

Para conseguir estos objetivos se proponen diversas iniciativas emblemáticas, una de las cuales es la denominada “Unión por la innovación”, cuya finalidad es reenfocar la política de I+D+i hacia los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad: cambio climático, energía y uso eficaz de los recursos, salud, evolución demográfica, etc.

La iniciativa abarca ámbitos de actuación en los que deben implicarse todos los países, que van desde los aspectos referentes al desarrollo del Espacio Europeo de Investigación; la mejora de las condiciones generales que favorezcan la innovación por parte de las empresas, particularmente las normas relativas a marcas, patentes y protección de la propiedad intelectual y la puesta en marcha de actuaciones como las “Cooperaciones de Innovación Europea”, que se definen como instrumentos de cooperación entre la Unión y los Estados Miembros en aspectos concretos de gran proyección (bioeconomía, tecnologías para la integración social de personas mayores, etc.).

Esta iniciativa también contempla la revisión y consolidación del papel de los diversos instrumentos financieros de la UE (los fondos estructurales, los de desarrollo rural y el programa marco de I+D, …) destinados a apoyar la innovación.

Uno de los aspectos a los que se presta mayor atención es el de la promoción de la inversión privada en I+D, ya que el desfase a nivel europeo entre gasto en I+D+i en comparación con países como Estados Unidos y Japón se debe principalmente a los menores niveles de inversión privada.

En la formulación de las correspondientes estrategias nacionales, los Estados Miembros deben hacer esfuerzos para:

  • Reformar sus sistemas nacionales (y regionales) de I+D+i para estimular la excelencia y la especialización inteligente; reforzar la cooperación entre universidad, investigación y empresa; mejorar la presencia de mujeres en el sistema de I+D+i y la consideración de la dimensión del género; aplicar una programación conjunta y reforzar la cooperación transfronteriza en ámbitos con valor añadido de la UE, y ajustar en consecuencia sus procedimientos nacionales de financiación para garantizar la difusión de la tecnología en todo el territorio de la UE.
  • Aumentar el número de personas licenciadas en ciencias, matemáticas e ingenierías y centrar el currículo en la creatividad, la innovación y el espíritu emprendedor.
  • Dar prioridad a los gastos en conocimiento, por ejemplo, utilizando incentivos fiscales y otros instrumentos financieros para promover mayores inversiones privadas en I+D.

http://www.micinn.es/