En la gestión del Secretario General saliente hay luces y sombras. Pero, sin embargo, aunque hay aspectos negativos, como los escándalos de corrupción, los aspectos positivos parecen pesar más. Y si hubiera que darle un color a su mandato, sería el gris plateado.
Este funcionario internacional nacido en Gana es el tercero de los cinco hijos, incluida una hermana gemela, Efua (fallecida en 1991), de un acomodado hombre de negocios de etnia fante, recibió una esmerada educación en la Universidad de Ciencia y Tecnología de su Kumasi natal, el Macalester College de Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza -para cursar un posgrado en Economía- y el prestigioso Instituto Tecnológico de Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, centro que en 1971 le concedió la beca Alfred Sloan y por el que obtuvo un Master en Ciencias de Gestión.
Entre 1962 y 1974 desempeñó diversos puestos en la Comisión Económica de Naciones Unidas para
África en Addis Abeba, en la sede central de la ONU en Nueva York y en las oficinas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra. En 1974 fue jefe de Personal Civil de la Fuerza de Emergencia de Naciones Unidas para la separación de los contendientes de la guerra árabe-israelí de 1973 (UNEF), con base en El Cairo.
Posteriormente, prosiguió con una brillante carrera profesional en la que habría que destacar un hito entre otros: A raíz de la invasión de Kuwait por Irak en agosto de 1990, Pérez de Cuéllar envió a Annan a Bagdad a fin de determinar qué podía hacerse para rebajar la crisis y facilitar la repatriación de los más de 900 funcionarios internacionales. Durante su estancia Annan negoció con el Gobierno de Saddam Hussein la liberación de los rehenes occidentales y atrajo la atención de la comunidad internacional sobre la situación del medio millón de trabajadores asiáticos que habían quedado atrapados en Kuwait e Irak.
El 1 de enero de 1997 Annan inauguró su mandato, por un período inicial de cinco años
En noviembre de 1996 Estados Unidos vetó la reelección en la Secretaría General del egipcio Boutros-Ghali, un responsable que no contaba con sus simpatías por su perfil francófilo y africanista. La candidatura del anglófono Annan (la importancia idiomática en este caso se refería a aspectos de afinidad cultural y geopolítica, ya que Annan habla igualmente el francés y varios idiomas africanos) contó entonces con el plácet del Gobierno de Bill Clinton, que exigía una amplia reforma de la organización, con el recorte de gastos y la eliminación de trabajos burocráticos, una compleja tarea para la que el ghanés, con su experiencia en la gestión financiera, parecía el hombre más apropiado.
Vencida la resistencia de Francia, que hubiera deseado un secretario francófono, el 13 de diciembre de 1996, por la resolución 1.090 (1996), el Consejo de Seguridad propuso la nominación de Annan a la Asamblea General. El 17 de diciembre ésta la aceptó por aclamación y el 1 de enero de 1997 Annan inauguró su mandato, por un período inicial de cinco años.
De acuerdo con la Carta de la ONU, las funciones del secretario general incluyen el nombramiento del personal de la administración, la presentación de un informe anual sobre la actividad de su organización y la puesta en conocimiento del Consejo de Seguridad de cualquier asunto que pueda alterar la paz y la seguridad internacionales. Ya el 16 de julio, para satisfacción de la Casa Blanca, Annan presentó un informe que contemplaba reducciones de plantilla y de costes administrativos, lo que se interpretó como la puesta en marcha de la anunciada reforma de la organización.
La ONU que heredaba Annan, aparte de sus graves dificultades económicas (debidas fundamentalmente a la morosidad de varios países relevantes, empezando por Estados Unidos -que debía 1.700 millones de dólares-, a la hora de pagar sus cuotas), se hallaba en una crisis de autoridad por sus sucesivos fracasos en el cumplimiento de la función que establece el primer artículo de la Carta fundacional de 1945: el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Annan, hombre de presencia distinguida y maneras suaves, ha protagonizado diversas mediaciones entre partes en conflicto que han consolidado su imagen prestigiosa
Mientras la reforma interna seguía su curso, en el período de transición que se abría Annan optó por conferir un nuevo dinamismo a la figura del secretario general, tanto en el terreno de las iniciativas multilaterales que suelen gestarse en la Asamblea General, como en el de la gestión individual. Así, su nombre está estrechamente vinculado a la puesta en marcha del Tribunal Penal Internacional.
En el capítulo de las gestiones personales, Annan, hombre de presencia distinguida y maneras suaves, ha protagonizado diversas mediaciones entre partes en conflicto que han consolidado su imagen prestigiosa, si bien, fuera del ánimo bienintencionado y moralizador, el alcance y los resultados de estas iniciativas han sido muy desiguales.
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El 23 de febrero de 1998 obtuvo del Gobierno irakí en Bagdad un compromiso para la inspección de las nstalaciones presidenciales por la misión de la ONU creada en 1991, a fin de comprobar si guardaban armas de destrucción masiva prohibidas a Irak por el Consejo de Seguridad, si bien la posterior negativa del régimen de Saddam Hussein a colaborar en las inspecciones llevó en diciembre a Estados Unidos y el Reino Unido a bombardear posiciones irakíes como represalia.
La confirmación en enero de 1999 por medios de Estados Unidos de que el equipo inspector, encabezado por el estadounidense Richard Butler, había transferido al Pentágono información confidencial de la ONU que luego fue empleada para los ataques de diciembre, provocó una conmoción en la sede de Nueva York y empañó la credibilidad del Secretario General, que ya había sido amonestado por el Departamento de Estado de Estados Unidos por su supuesta condescendencia con el régimen irakí..
Annan advirtió que la organización se jugaba su credibilidad en las operaciones de mantenimiento de la paz, las cuales, en su conjunto, arrojaban entonces un balance de luces y de sombra
En junio del mismo año Annan logró que las autoridades militares de Nigeria aceptaran la excarcelación del líder de la oposición civil, Moshood Abiola, con el que pudo entrevistarse, si bien el 7 de julio, cuando parecía inminente su liberación, éste falleció por causas naturales. Poco después, en agosto, propuso una cumbre internacional contra el terrorismo tras los atentados de Kenya y Tanzania y se implicó en los contactos entre Portugal e Indonesia sobre la concesión de una autonomía aTimor Oriental.
En la 55ª sesión de la Asamblea General de septiembre de 2000, denominada la Cumbre del Milenio por reunir, los días 6 y 7, a numerosos jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo, Annan, haciendo gala de su visión globalista, advirtió que la organización se jugaba su credibilidad en las operaciones de mantenimiento de la paz, las cuales, en su conjunto, arrojaban entonces un balance de luces y de sombra. Durante la Cumbre, los 15 miembros del Consejo de Seguridad (los cinco permanentes y los diez no permanentes) aprobaron una declaración general de buenas intenciones, en la que reconocían que estas operaciones con cascos azules deberían tener un mandato más claro, sus tropas una mejor preparación militar y su dotación económica más amplitud.
Annan heredó el esfuerzo de pacificación de la ONU en Angola, con inquietantes perspectivas en 1997 y que terminó en un fracaso total en febrero de 1999 con la evacuación de la Misión de Observadores (MONUA) ante la reanudación de la guerra civil. Annan también se hizo cargo del extremadamente lento y farragoso proceso para la celebración en el Sahara Occidental de un referéndum que, reiteradamente pospuesto, deberá decidir la autodeterminación saharahui o la soberanía marroquí sobre el territorio.
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Al cabo de una década de desastres humanitarios en Bosnia, Somalia, Rwanda, Kosovo o Timor, en el verano de 1999 el secretario general defendió en su informe ante la Asamblea General el derecho de injerencia humanitaria como un principio a consagrar en la Carta de la organización. Recuperando una idea de Boutros-Ghali, Annan planteó la creación de unas unidades de intervención inmediata, más profesionales y mejor armadas que los cascos azules convencionales, que los ejércitos de los estados miembros deberían poner a disposición del Consejo de Seguridad eh caso de necesidad.
“Hacen falta más donantes para que la ayuda oficial al desarrollo llegue al 0.7% del Producto Interno Bruto.
Debemos dar a las naciones pobres acceso libre y justo a los mercados. Debemos reducir la carga que soportan muchos países por la deuda”
La propuesta, que formalmente contaba con el visto bueno de los países occidentales, apareció como la tercera gran tarea de la ONU, a sumar a la reforma funcional y financiera y la reforma del Consejo de Seguridad, verdadero poder ejecutivo de la ONU en el que países como Japón y Alemania aspiran a tener un asiento permanente y donde el derecho a veto por parte de los cinco grandes es cuestionado ampliamente en la Asamblea General. En aquella ocasión reapareció una vieja polémica sobre el papel jugado por Annan, en tanto que adjunto de Boutros-Ghali para Operaciones de Mantenimiento de la Paz, en los meses anteriores al genocidio de Rwanda en abril de 1994.
Al parecer, ya en enero de aquel año Annan habría sido informado por el comandante de la Misión de Asistencia (UNAMIR, integrada por más de 5.000 cascos azules) de la existencia de un plan elaborado por extremistas hutus para exterminar a la minoría tutsi, cuya ejecución era inminente. Según estas fuentes, Annan, en vez de informar al Consejo de Seguridad, ordenó al comandante, el general canadiense Romeo Dallaire, que no hiciera nada aparte de dar parte del asunto al Gobierno del presidente (hutu) Juvénal Habyarimana.
Annan medió en octubre de 2000 entre palestinos e israelíes para intentar parar la segunda intifada, iniciada en Jerusalén el 29 de septiembre e inmediatamente extendida a la Autoridad Nacional Palestina y al resto de la Cisjordania ocupada. Aunque estos esfuerzos, como otros de altos dirigentes mundiales, resultaron baldíos, sirvieron al menos para limar el desabrimiento máximo de Israel hacia la ONU, que históricamente ha condenado al Estado judío con un sinfín de resoluciones y declaraciones (y esta vez, ante la violencia indiscriminada contra los palestinos, no fue naturalmente una excepción.
El sutil Annan pareció no irritar a los dirigentes israelíes tanto como Boutros-Ghali, tachado de propalestino. Así, el diplomático ghanés apareció el 17 de octubre en la foto final de la cumbre de líderes en Sharm el-Sheikh (Egipto), convocada a toda prisa por las partes implicadas en el proceso de paz en la región.
“debemos dar antirretrovirales a tres millones de enfermos de SIDA. Tenemos que aumentar las inversiones en educación, salud, agua y saneamiento. Tenemos que dar poder a las mujeres y combatir la corrupción”
A lo largo de 2001 Annan centró su prioridad personal en la lucha contra el SIDA, arrastrando a los órganos principales de la ONU, además de los organismos subsidiarios, a una discusión política para elaborar un plan global de combate a una pandemia que había afectado ya a 36 millones de personas en todo el mundo, 25 de ellas en
África. Entre las metas fijadas, Annan se propuso levantar un fondo internacional de lucha contra la enfermedad de 17.000 millones de dólares anuales, un esfuerzo para el que apeló a los gobiernos, pero también, y en especial al sector privado, activistas y las ONG:
El amplio consenso sobre la labor desarrollada por Annan posibilitó que el 27 de junio de 2001 los 15 miembros del Consejo de Seguridad aprobaran unánimemente su reelección por otro quinquenio a partir del 1 de enero de 2002, para el que él mismo había anunciado su postulación en marzo. En el caso de Estados Unidos la satisfacción no podía ser mayor con el Secretario General, ya que había tomado en consideración sus demandas financieras: en 2000 la Asamblea General dio su aprobación al recorte de la cuota aportada por la superpotencia.
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Como resumen de su pensamiento valdría lo siguiente:
Para Annan, Iraq era crucial para el futuro de Oriente Medio y del mundo, pero insistió en que existen otros problemas que requieren atención urgente:
“Hacen falta más donantes para que la ayuda oficial al desarrollo llegue al 0.7% del Producto Interno Bruto.
Debemos dar a las naciones pobres acceso libre y justo a los mercados. Debemos reducir la carga que soportan muchos países por la deuda”, subrayó. Además indicó que “debemos dar antirretrovirales a tres millones de enfermos de SIDA. Tenemos que aumentar las inversiones en educación, salud, agua y saneamiento. Tenemos que dar poder a las mujeres y combatir la corrupción”.
Aunque, en mi opinión, Annan dejará como herencia el haber puesto los pilares para la reforma de la Organización de Naciones Unidas.