Además de la anaconda común o verde, existen otras tres especies del género Eunectes: la anaconda amarilla (E. notaeus), la de Deschauensee (E. deschauenseei) y la de Barbour (E. barbouri). Todas ellas son semiacuáticas con ojos y narinas dorsales; su distribución se limita a Sudamérica tropical, y ninguna alcanza las dimensiones de la anaconda verde o común.
La anaconda verde habita en las selvas tropicales sudamericanas, en las sabanas, pantanos y cuencas de los ríos Orinoco, Napo, Amazonas, Paraguay, y el Alto Paraná. Cuenta con poblaciones en Guayana, isla Trinidad, Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el noreste de Paraguay.
La cabeza es plana, pequeña y estrecha pero extremadamente musculosa, con los ojos y los orificios nasales situados en posición dorsal, en posición elevada, facilitando así la respiración y la percepción durante los largos períodos que la anaconda pasa sumergida. Además, cuando el ofidio se sumerge, los orificios nasales se cierran herméticamente. Contrariamente a la boa esmeralda y otras especies arbóreas, la anaconda verde no posee fosetas labiales; aún así, las terminaciones de algunos de sus nervios faciales son muy sensibles a las variaciones de la temperatura, lo que sin duda le ayuda a localizar animales de sangre caliente. Como todos los ofidios, la anaconda tiene una lengua bífida y protráctil que recoge las partículas olorosas del medio circundante. Cuando la serpiente vuelve a meter la lengua en la boca, introduce sus extremidades en dos cavidades huecas situadas en el paladar (el órgano de Jacobson). La conexión nerviosa de este órgano con el cerebro permite que la anaconda tenga en todo momento una información muy precisa sobre su entorno.
Los ojos de la anaconda verde son pequeños y tienen la pupila elíptica y vertical típica de los boidos; aunque no proporcionan una visión muy aguda, su posición en lo alto de la cabeza permite mirar por encima del agua como si la anaconda utilizara un periscopio. Como en todos los ofidios, los párpados están soldados entre sí y forman una lente transparente encima del ojo.
Los dientes son muy numerosos y afilados, son largos, cónicos y curvados hacia atrás, lo que facilita la captura y la deglución de las presas; como todos los boidos, la anaconda carece de dientes premaxilares. La mandíbula inferior se compone de dos mitades independientes que pueden moverse alternativamente sobre la presa, la posibilidad de separarla de la mandíbula superior fija hasta un ángulo de 180°permite capturar y tragar presas mucho más gruesas que el ofidio.
El cuerpo es ancho y musculoso,adaptado a la forma de presa de la serpiente, que mata a sus presas por constricción. Como el esqueleto de otros boidos, el de la anaconda verde muestra vestigios de la cintura pélvica y de las patas posteriores. Estas últimas terminan en unos espolones en forma de garra, situados a ambos lados de la abertura cloacal, siendo más largos en los machos que en las hembras. La diferencia no sólo es morfológica sino también conductual, ya que los machos rascan a la hembra con sus espolones para estimularla, en tanto que esta última no los utiliza.
Las escamas ventrales forman grandes placas transversales que permiten adherirse eficazmente a los sustratos no acuáticos. Aunque la anaconda se desplaza sobre todo por ondulación lateral, utiliza también en ocasiones la locomoción rectilinear. Este atípico modo de locomoción consiste en estirar el cuerpo o parte de él en línea recta y mover la piel del vientre con respecto al cuerpo; tras impulsarse hacia delante por contracción muscular al tiempo que ansia sus escamas ventrales contra el suelo, la serpiente empuja dichas escamas hacia delante hasta un nuevo punto de fricción para repetir el proceso una y otra vez.
La piel de la anaconda común o verde es muy pobre en glándulas pero bien dotada de terminaciones nerviosas, tiene una dermis muy desarrollada, lo cual se refleja en las excelentes cualidades del cuero de anaconda verde (lo que no es precisamente una garantía para su futura supervivencia). Tiene un color verde oscuro, con marcas ovales de color negro y dorado a los flancos. Su vientre es más claro, y en la parte final de la cola muestra diseños en amarillo y negro. Rara vez supera los 15 años, aunque se documentan casos de hasta 50 años.
Las anacondas son excelentes nadadoras. Pueden permanecer bajo el agua hasta por 10 minutos. Sus ojos y sus fosas nasales están ubicadas arriba de de su cabeza, lo que le permite tenerlos fuera del agua, cuando ella se encuentra sumergida. En tierra son mucho más lentas, por lo cual se alimentan preferiblemente en el agua o en el las riberas de los ríos evitando las corrientes rápidas, por lo que es raro encontrarlas a gran altitud. En realidad, las anacondas son tan acuáticas que no sólo cazan en el agua sino que incluso se aparean en ella; tampoco se alejan del agua cuando descansan en tierra firme, algo que suelen hacer entre la vegetación densa, y tan sólo las extremas sequías las obligan a refugiarse en oquedades húmedas hasta la llegada de las próximas lluvias.
La anaconda no es una serpiente venenosa, es una serpiente constrictora. Caza por lo general animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y asfixiarlos. El ataque es extremadamente rápido, en algo más de 10 segundos ya han sometido a su presa. Si encuentra la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga desde una rama para sorprender a su presa. Se enroscan a su presa formando anillos con su cuerpo pero, por lo general, no es la fuerza de la constricción lo que mata a la presa, sino que le impide respirar, presionando el tórax para imposibilitar la inhalación, y lo logran por la inmensa fuerza de su cuerpo.
La anaconda verde es capaz de consumir presas de gran tamaño: tapir, pecarí, ciervo, que captura cuando van a abrevar. En ocasiones entabla duelos con caimanes de más de 2 m. a los que, por lo general, consigue matar enroscándose en torno de su cuerpo e incluso se sabe que han devorado jaguares y cocodrilos. Se alimenta también de huevos, aves, diversos roedores, reptiles menores, lagartos y tortugas acuáticas. Se han visto anacondas caníbales, la mayoría hembras devorando machos pequeños, posiblemente para asegurar la supervivencia durante la temporada seca, cuando escasean las presas. En su fase adulta, las anacondas solo pueden ser depredadas por el jaguar (aunque se da raras veces), el cual es el máximo depredador del ecosistema Sudamericano.
Las anacondas verdes asfixian a sus presas y después las tragan enteras. Cuando se trata de una presa de grandes dimensiones,la ingestión,que empieza casi siempre por la cabeza, puede durar varias horas, hasta seis o más si el animal es de formas redondeadas. Si la presa es alargada y su piel no presenta grandes asperezas, la ingestión suele ser en cambio bastante más rápido. Como sucede con muchas otras serpientes, la piel del cuerpo es lo bastante flexible como para que la presa se desplace por su interior sin dañarlo, empujada en su avance por la acción de los huesos de la mandíbula iniciándose un largo proceso digestivo que puede durar hasta más de 2 semanas, durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y dormita en una rama o junto al agua. Es entonces cuando los cazadores furtivos aprovechan estos periodos de inactividad para capturarlas más fácilmente.
Aunque las anacondas verdes son los depredadores más formidables en las escasas 20 hectáreas que constituyen su área de deambulación, capturar e ingerir un caimán de más de 2 m. o un capibara de afiladas uñas no siempre es un asunto fácil. Muchas anacondas adultas muestran cicatrices causadas por estas breves aunque feroces luchas y hasta con que alguna de estas herida se infecte, o que la lesión infligida sea grave, para que la reina de las aguas quede expuesta al acoso de los otros depredadores de su entorno.
Su reproducción es ovovivípara. El apareamiento de la anaconda se produce entre los meses de abril y mayo; las hembras atraen a los machos mediante una señal olfativa, que es detectada por los machos de la zona hasta una distancia de 5,5 km. Atraídos por el irresistible olor de la hembra y utilizando sus lenguas bífidas como antenas sexuales, los machos acuden y se apelotonan en torno a ella formando un grupo de apareamiento que el biólogo Jesús Rivas y su esposa Renée Owens denominan una “pelota reproductora”.
La cohesión de estos extraños grupos puede perdurar hasta cinco semanas y se supone que la fuerza que los mantiene unidos es el poder ineludible de la feromona. En la última fase del cortejo, hasta una docena de machos se enrosca en torno a la hembra, luchando por acceder a la cloaca de ésta, formando una bola característica; pueden permanecer enroscados de este modo hasta 15 días, muchas veces en aguas poco profundas, hasta que la hembra -más grande y más fuerte- escoge al vencedor.
Durante la cópula propiamente dicha, los espolones del macho estimulan la región caudal de la hembra; ambas cloacas entran en contacto, y las colas se enroscan mientras se produce la inseminación. Las crías que pueden llegar a ser más de cincuenta, miden entre 60 y 80 cm. de longitud con unos 3 cm. de diámetro al nacer, no son criadas por las anacondas viéndose obligadas a defenderse por sí mismas. Presa fácil de depredadores tales como ocelotes, caimanes y otros animales de menor porte, las jóvenes anacondas sufren una gran mortalidad durante su primer año de vida.
La anaconda está rodeada de un halo de misterio, desde hace siglos, que propicia relatos y leyendas que se mueven entre la realidad y la fantasía. Voy a señalar algunos relatos y documentos de anacondas gigantes. Algunos de ellos pueden ser creíbles otros, por el contrario, entrarían dentro de la más pura leyenda.
Un documento muy antiguo, perteneciente a la gobernación de Quijos (1559-1621), cita lo siguiente:
“….Yo envié a prender a un delincuente a este río de Napo a seis españoles y un escribano que fueron certificaron vieron ir por el río nadando una culebra de más de setenta pies (21 metros) de largo al parecer y que tenía conchas y la cabeza como una lebrel (liebre) y con orejas y de gordor de un caballo y le tiraron muchas piedras y no hizo delas y se metió en un remanso y se sumió y admirados de ello preguntaron a los indios que con ellos iban que era aquello pues no lo habían visto otras veces y ellos dijeron ser culebra y haber otras muchas de mayor grandeza que aquella era niña y pequeña y aunque habían andando los españoles muchas veces por ahí y nunca había visto tal…..”
Muchas historias tribales en puntos muy distintos de la Sudamérica tropical hablaban –o incluso hablan aún, como sucede con los indios bora- de anacondas gigantes de 30 m. de longitud, lo cual impulsó a muchos expedicionarios de principios del s.XX a ir en busca de estos reptiles gigantescos.
Avencio Hidalgo, en su libro “Así es la selva” (1979), hace referencia a una serie de personajes que, como exploradores, tuvieron avistamientos con estos ofidios gigantes.
“Algunos exploradores como Up de Graff, nos han dejado relatos de haberse encontrado con especímenes mayores de 20 metros; el P. Víctor Heinz, alemán, testifica que vio ejemplares de más de 20 metros que le estropearon su bote y se lo redujeron a pedacitos (año 1922); Le Conte señala uno de 22 metros en el Amazonas; la comisión mixta peruano-brasileña cazó una de 25 metros en las cochas del Bajo Putumayo; en el Fuerte Abuña del río Guaporé, afluente del Madeira, fue muerta el año 1948 una boa que medía 35 metros de largo, 75cm. de diámetro y pesaba 400 kilos”.
Dieter Schmid,en su libro“Mantenimiento de las serpientes”afirma que:“ Si bien el Libro Guinness de los Records nunca lo reconoció, el mayor ejemplar entre las serpientes en el mundo fue una anaconda verde de proporciones descomunales encontrada en el Río Orinoco, en Venezuela, en 1944: 11,44 m. de longitud, 285 kilogramos, y 123 cm de diámetro”.
Otro artículo en Internet (Pastoloco.com 2002)sobre el tema cita el siguiente encuentro:
El pintor francés Serge Bonacase que estaba en esa expedición señala que: “En marzo de 1947, una expedición brasileña del Servicio de Protección de los Indios se encontraba en una zona pantanosa entre los ríos Manso y Cristalino. De pronto, vieron una enorme serpiente dormida sobre la hierba y le dispararon varias veces hasta matarla. El reptil medía nada menos que 70 pies (23 metros)”.
Otro autor que hace referencia de algunos encuentros con anacondas de gran tamaño, es Vitold de Szyzslo (1955), quien menciona lo siguiente:
“Eunectes murinus, mamayacu o sucuriyú, boa acuática, que puede alcanzar hasta 12 y más metros de largo y 80 centímetros de circunferencia, con un peso de 150 kilos y más;…. varios autores aseguran haber medido boas de 50 a 75 pies de largo (15 a 23m); así, Lange ha medido una de 56 pies (17m); Gardner, de 37 pies (11,3m); la boa, vista por Lange, tenía un diámetro de 25 pulgadas, lo que confirma Up de Graaf; Roosevelt ha ofrecido 5 mil dólares de premio por una piel de boa de 30 pies y, con todo, nadie se ha presentado para obtenerlo; en los museos no hay pellejos de boa de más de 8 metros. Sin embargo, cazadores de fieras aseveran haber medido boas monstruosas hasta de 40 metros de largo y de 5 toneladas de peso.”
Por último citaré un relato, bastante verosímil, de una enorme anaconda que fue capturada en Colombia por unos buscadores de petróleo. Tras medirla con una cinta métrica y evaluar su longitud en unos 11,4 m. los trabajadores se fueron a comer. Cuando volvieron, la serpiente se había escapado y, con ella, la eventual y probable recompensa.
Así podría continuar con cientos de relatos,más o menos creíbles, sobre anacondas o boas de agua gigantescas recopilados en documentos desde hace siglos hasta hoy en día.
Las anacondas carecen de enemigos naturales, si exceptuamos el jaguar. La principal amenaza para su conservación es la destrucción de su hábitat, así como la caza por parte de lugareños que la consideran un riesgo para el ganado doméstico y los niños, sin tener en cuenta el papel que juega en el control de las plagas.
El temor a estos animales hace que las personas sientan animadversión por ellas y se inclinen por la opción de exterminarlas cada vez que la encuentran. Pese a que algunas personas, tienen conocimiento de que las boas no son venenosas, optan por eliminarlas debido al temor que tienen de que sus hijos o animales domésticos puedan ser devorados, como gallinas, perros o cerdos.
Según señala Velázquez: “Debido a la disponibilidad de animales domésticos y a la escasez de presas, algunas boas, sobre todo de la especie Boa constrictor, gusta de introducirse en los ambientes humanos y cazar algunas aves de corral o mascotas, siendo consideradas dentro de la fauna silvestre que causa daños al hombre”.
La piel o cuero de la anaconda se usa en marroquinería para la elaboración del forro de viseras, cinturones e incluso bolsos de señora. Varias tiendas ofertan, por Internet, estos productos. Además, existe un pequeño mercado negro que fomenta el comercio de cabezas de anacondas al interior de los principales poblados de Madre de Dios, especialmente en su capital: Puerto Maldonado (Perú).
El “poder hipnotizador” de la boa, puede ser usado con fines comerciales. Según la creencia: “así como el imán de las boas atrae a las víctimas en el bosque también puede atraer a la clientela a un centro comercial”.Una cabeza de boa de agua o anaconda (Eunectes murinus) tiene un “imán” más fuerte que una boa de tierra o mantona y su poder puede atraer a la clientela en un negocio, si se la mantiene disecada y expuesta en el establecimiento comercial. Este mito convence a muchas personas de cazar anacondas y cortarles la cabeza para venderlas a los dueños de establecimientos comerciales, sobretodo de ascendencia serrana. Según señala Velázquez: “Una cabeza de anaconda de buen tamaño puede tener un costo de hasta 340 nuevos soles (unos 100 euros) en el mercado negro de Puerto Maldonado, en Perú”.
Según dice Wigberto Rivero, director de El Diario: “Otro peligro para el mantenimiento de esta especie de serpiente es la indudable destrucción de su hábitat natural. La destrucción de los bosque y los asentamientos humanos, hábitats naturales de la anaconda, son las causas que amenazan a la población de esta especie”.
Según el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia, la anaconda, por las causas citadas, se ubica en la categoría nacional, como una especie Vulnerable (VU),desde 2008, habiendo desaparecido ya, totalmente, de Argentina. Está catalogada en el apéndice II del CITES.
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