En el conjunto de África y Oriente Medio, 45 países importan de Ucrania y Rusia un tercio del trigo que consumen y 18 de ellos hasta el 50%, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es el caso, entre otros, de Burkina Faso, la República Democrática del Congo, Libia, Somalia, Sudán, Yemen y Eritrea (país que depende 100% del trigo ucraniano).

La actual situación bélica impacta las cadenas de suministros y los precios de los productos agrícolas y sus derivados están aumentando rápidamente.

Daños “colaterales” de repercusión geopolítica

El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) alertó la tercera semana de marzo, desde su sede central en Roma, sobre la repercusión de la guerra en numerosos países que dependen de la importación de granos básicos.

En su análisis, el FIDA sostiene que el aumento de precios de los alimentos esenciales, el combustible y los fertilizantes, junto con otros efectos colaterales, están afectando dramáticamente a las comunidades rurales más pobres.

Los ejemplos no faltan. Debido al conflicto, en Somalia –donde 3,8 millones de personas padecen las consecuencias de la grave inseguridad alimentaria– el costo de la electricidad y el transporte subieron sustancialmente como producto del aumento brusco del precio de los combustibles. Lo que produce repercusiones para numerosos pequeños agricultores, quienes a raíz de la imprevisibilidad de las lluvias y la sequía en curso dependen, para su supervivencia, de sistemas de agricultura de riego basados en motores diésel de baja potencia.

En Egipto, que importa un 85 % de su trigo de Ucrania y un 73% de su aceite de girasol de Rusia, los precios de ambos productos y sus derivados también han explotado.

Un 22% de las familias del Líbano padecen hoy agudos problemas de alimentación. El país les compra a Rusia y a Ucrania hasta un 80% del trigo que consume. Sin embargo, solo puede almacenar lo suficiente como para un mes debido a que sus mayores silos resultaron destruidos por la monumental explosión ocurrida en el puerto de Beirut en agosto de 2020. Dicha fragilidad y el aumento de precios traerán consecuencias desastrosas para los sectores más vulnerables de la población libanesa.

De granero del mundo a campo de batalla Foto ONU

En cuanto a los países de Asia Central –que dependen en gran medida de las remesas monetarias que envían los trabajadores migrantes–, también ellos se han visto gravemente afectados por esta guerra. Debido a la devaluación del rublo, por ejemplo, las remesas en esa moneda que llegan a Kirguistán, vitales para las familias de esos migrantes, y que representan un 31% del Producto Interno Bruto (PIB) de ese país, de un día para el otro han perdido muchísimo de su valor.

Entre hambrunas y protestas sociales

Los cultivos de Ucrania, tradicional granero europeo, y de Rusia, que ha desarrollado considerablemente su agricultura en los últimos años, representan el 20% del comercio mundial de maíz y el 34% de trigo, cuyo precio el 8 de marzo de este año superó la barrera de los 410 euros por tonelada, frente a poco más de 300 euros en septiembre-octubre de 2021.

Según un análisis publicado el 22 de marzo por el cotidiano suizo Le Courrier, los precios de los cereales ya han superado los que tenían al inicio de la Primavera Árabe y son más caros que los que detonaron las revueltas del hambre de 2007-2008. El artículo Retorno a la época de los disturbios por alimentos, de los periodistas Benito Pérez y Tahar Yacine, sostiene que muchos países árabes y de África saldrán perdiendo de un conflicto prolongado entre Ucrania y Rusia.

En Egipto, el precio del pan se ha disparado un 50% desde que comenzó el conflicto. Es el mayor importador mundial de trigo y se abastece en un 85% de los dos países hoy en guerra. El Gobierno, a pesar que el país cuenta con una reserva para tres o cuatro meses, estudia la posibilidad de aumentar el precio del pan subvencionado hasta ahora para los sectores con bajos ingresos. Sin duda, una apuesta política riesgosa que no se veía desde los “disturbios del pan” de 1977. Con el agravante de que otros productos, como el aceite de girasol (tres cuartas partes del cual se importa de Rusia y Ucrania), trasladen a lo interno el aumento descontrolado de los precios internacionales.

Por su parte Argelia, quinto importador mundial de cereales (por detrás de Egipto, China, Indonesia y Turquía), tiene previsto importar 7.7 millones de toneladas de cereales en 2022. Como el resto de las naciones del Magreb, tal como lo afirma el análisis del cotidiano helvético, Argelia no podrá escapar a la subida de los precios de los alimentos debido al bloqueo de las exportaciones de la región del Mar Negro y a la especulación en los mercados bursátiles. Le Courrier dice que “los argelinos contienen la respiración al acercarse el mes del Ramadán, período habitual de aumentos de precios a pesar de todas las medidas de control”. En la memoria de ese país aun están presentes los disturbios de 2011 tras el repentino aumento del costo del petróleo y el azúcar, aumento que muy pronto se extendió a otros productos de primera necesidad. A diferencia de otros países sin recursos suficientes como para recuperar las pérdidas, Argel apuesta a amortiguar este choque con los ingresos adicionales que puede recibir por sus exportaciones de gas.

La situación no es mejor en Marruecos y Túnez. Según Abdelkader Aloui, presidente de la Federación de Molinos de Marruecos, el país dispone de una reserva de cereales para los próximos seis meses, gracias a las 50.000 toneladas de trigo que importó de Ucrania justo antes del estallido de la guerra. Desde ya, Marruecos intenta diversificar sus compras en Brasil, Argentina y Alemania. Sin embargo, analistas locales no descartan posibles reacciones de los sectores más desfavorecidos de la población ante el anuncio del aumento de los productos básicos.

Túnez, por su parte, podría enfrentar grandes dificultades debido a su escasa capacidad de almacenamiento y sus limitaciones presupuestarias. Según el Grupo de reflexión tunecino IACE (Instituto Árabe de directores de Empresas), el país es “muy dependiente de los cereales ya que importa el 84% de lo que consume en trigo blando, cerca del 40% de trigo duro y el 50% de cebada”. Dicho Grupo reconoce que “Ucrania era hasta ahora un proveedor privilegiado, junto con Canadá y la Unión Europea, y será necesario revisar nuestra política de suministro, sobre todo porque el país sufre un problema crónico en su capacidad de almacenamiento, limitada a tres meses”. En 2021, Túnez importó 2.6 millones de toneladas de cereales de los 3 millones de toneladas que necesita para abastecer el consumo interno, lo que demuestra su fragilidad productiva y su dependencia extrema del mercado internacional.

Una mirada desde China

Si el conflicto entre Rusia y Ucrania se prolonga, se avecina una crisis de suministro de alimentos en muchas partes del mundo y los países africanos estarán entre los más afectados, afirmaba el sitio Web CHINA.ORG.CN en un análisis de inicios de esta semana. Análisis particularmente interesante si se tiene en cuenta la cada vez mayor presencia china en el continente africano.

Este medio oficial caracteriza a la región del Mar Negro como el “granero del mundo” y constata que Rusia y Ucrania suministran el 29% de las exportaciones mundiales de trigo, el 19% de las de maíz y el 80% de las de aceite de girasol. Los primeros indicios del impacto de esta crisis en la economía mundial se expresan en el aumento a inicios de marzo del precio del trigo en más de un 40%, el del maíz en un 30% y los de la soja en más de un 25%.

Guerra vs soberanía alimentaria foto FAO

Según este análisis, una de las razones de ese aumento de los costos ha sido la decisión del gobierno ucraniano el pasado 9 de marzo de prohibir las exportaciones de trigo, avena y otros cultivos básicos para proteger el consumo interno. Al mismo tiempo, la escalada de sanciones occidentales contra Rusia desestimula a muchos compradores de productos rusos.

Para visualizar aun más la magnitud de la crisis específicamente en el contexto africano, el artículo cita a Modibo Mao Makalou, un experto de Malí, quien subraya que el 80% del comercio entre África y Rusia, así como el 50% de del comercio entre África y Ucrania, corresponden a importaciones de trigo. En Senegal, país que importa la mitad de ese grano de Rusia, la preocupación por el pan crece entre la población. Desde hace varios años el gobierno ha controlado el precio del pan tipo baguette con un máximo de 175 francos CFA (29 centavos de dólar), pero éste podría subir a 500 francos CFA (84 centavos de dólar) si persiste la crisis ucraniana. Al igual que Senegal, Malí, importa el 70% de sus alimentos. En 2019, sus exportaciones de alimentos generaron apenas 25 millones de dólares en tanto que sus importaciones en ese rubro representaron 344 millones de dólares.

Este análisis concluye con el consenso de diversos especialistas africanos, en cuanto a la necesidad imperiosa de soluciones endógenas a fin de asegurar la soberanía alimentaria del continente. Los países en desarrollo, en particular los africanos, deben emprender un proceso de transformación estructural de sus economías para tener cierta autonomía en sectores como salud, educación, alimentación y tecnología.

En resumidas cuentas, el conflicto bélico en el centro de la Europa continental, que lleva ya más de cuatro semanas, está modificando, aceleradamente, no solo la lógica geopolítica del continente sino también el entramado de las interdependencias económicas entre esa región y otras en el resto del mundo. En un sistema globalizado como el actual, una bomba sobre Kiev, Mariounpol o Donbás producirá de inmediato secuelas significativas en El Cairo, Beirut, Túnez o Rabat.