Y, exactamente, el legítimo presidente Yanukovic (homologado por la observación electoral internacional en 2010) fue inconstitucionalmente destituido. Y así, el candidato de la Casa Blanca en aquella conversación, el homófobo Yatseniuk, se convirtió en primer ministro, tras un golpe de mano en el que el legislativo asumió el poder ejecutivo tras declarar abolida la propia Constitución.
La señora Nuland no es cualquiera. Ahora es Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos. Su currículum es también aviesamente republicano, ya que fue embajadora de EEUU ante la OTAN durante el mandato de Bush (2005-2008), e ingeniera principal de la expansión militar de la OTAN en la frontera rusa. También tiene experiencia en invasiones, ya que durante la invasión de Irak -invasión “fake” con 1 millón 200 mil muertos- fue Consejera principal de Seguridad Nacional (2003-2005) del vicepresidente Cheney, nudo gordiano del complejo militar-industrial en dicha invasión.
También es especialista en expansionismo. Como representante del Departamento de Estado (1996-1997) dirigió un “task force” en esa especie de Consejo de Estado-lobby todopoderoso que es el Council on Foreign Relations, manteniendo como hipótesis la estrategia de expansión OTAN sobre Rusia (“Russia, its neighbors and an expanding NATO”); y así escribiría en “Foreign Affairs” un artículo titulado “Acorralando a Putin” (2020), toda una declaración de intenciones. Tras su texto expansionista no se veía consideración sobre que ya había una realidad de acorralamiento tras el golpe del Maidan de 2014, que destituyó manu militari -sin impeachment- al presidente y abolió la Constitución de 2010. Tampoco se refería a incumplimientos de los Acuerdos de Minsk (2014) donde no se avanzó un centímetro hacia la federalización, ni tampoco a todo un catálogo legislativo sobre desrusificación, incluida una anulación por el Tribunal Constitucional (2018) de la Ley de bases lingüísticas (2012) que protegía la pluralidad lingüística, incluido el ruso.
Este serial venía precedido de incumplimientos en torno al cinturón de seguridad nacional ruso, que comienza con la entrada sucesiva en la OTAN de 13 países, contraviniendo dos pactos (Acuerdos Baker Gorbachov-Tratado Dos más Cuatro, 1990), y por lo que ahora cuatro Estados tienen frontera directa, que sumando Noruega son cinco. Es fácil pensar lo que escribiría la señora Nuland si México, Cuba, Venezuela y Nicaragua se dispusieran a entrar en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva.
Hace dos meses se acabó de construir el gaseoducto Nord Stream 2, que iba a posibilitar una trascendental matriz: hacer más interdependientes las relaciones Rusia-UE, abaratando el precio del pack energético. Nord Stream 2 perjudicaba: a) la estrategia USA de acorralamiento a Rusia, b) los beneficios de las multinacionales energéticas primadas en el legalmente corrupto sistema normativo europeo de formación marginal de precios. Pues bien, la Comisión Europea el día 31 de enero paralizó su puesta en funcionamiento. Y así los inversionistas perdieron parte del capital invertido, la rusa Gazprom con el 50%, y otras empresas europeas de lealtad ambigua al lobby energético (OMV, Uniper, Wintershall).
Sin embargo, en la nueva coyuntura, el lejano espacio USA, con sus portaviones transnacionales, se transformará en receptor de réditos geoeconómicos y geopolíticos sobresalientes, de triunfar su agresiva estrategia.
Finalmente, la ciudadanía europea (comenzando por ucraniana y rusa) se ve abocada a una crisis de dimensiones incalculables.
La señora Nuland parece que no se llama Victoria por casualidad. Y además es profeta: el inmenso coste para esta gregaria Unión Europea gestora de intereses no por inconfesables menos claros: “fuck the (citizen) european union”.
Francisco Palacios
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