El caso que nos ocupa ocurrió en 1593, cuando el soldado Gil Pérez, se encontraba de guardia el 24 de octubre en el palacio del gobernador en Manila, en un momento en el que sintiéndose aturdido y desasosegado se recostó contra la pared cerrando los ojos un instante para coger aliento, el día era caluroso y la agitación del palacio máxima ya que la noticia de la muerte del gobernador Gómez Pérez das Mariñas Rivadeneira, había llegado el día de antes.

Das Mariñas había partido a la conquista de las Molucas, expedición que había preparado el mismo, compuesta de mil españoles, mil quinientos filipinos y quinientos chinos para la boga de los doscientos bajeles que habían de transportar a la gente de guerra y los aprovisionamientos. Partió de Manila el 17 de octubre del año que nos ocupa cuando tras varios días de navegación una tormenta separó la nave almiranta del resto de la escuadra frente a la isla de Luzón, fue entonces cuando los remeros chinos aprovechando la noche se amotinaron y dieron muerte al gobernador y a cuarenta de los españoles que le acompañaban haciéndose con la nave, partieron rumbo a China sin lograr su objetivo pues acabaron desembarcando en Conchinchina (Vietnam) siendo apresados y devueltos primero a Malaca y luego a Manila dónde fueron juzgados.

Lugares de partida y llegada del soldado, con el Océano Pacífico de por medio.

Pero habíamos dejado a Gil Pérez desfallecido en el palacio del gobernador de Manila, cuando al abrir los ojos se encontró con un entorno diferente, todo había cambiado el palacio, la plaza y la gente no eran la misma, hasta los soldados vestían diferente, pero el que realmente destacaba era él con su uniforme de los soldados de Filipinas y su arcabuz al hombro, desorientado comenzó a gritar ¿quién vive?, a todo el que a su lado pasaba, esto llamo la atención de los guardias que acercándose a él le preguntaron que quien era y a que se dedicaba pues no vestía igual que ellos; “Gil Pérez es mi nombre, soldado del gobernador de Filipinas, ¿pero qué lugar es este?” Preguntó, la respuesta le dejó aún más aturdido; “estas en la plaza Mayor de México” (hoy plaza de la Constitución conocida como el Zócalo). “¡Pero eso no es posible! Hace un instante estaba de guardia en una garita del palacio en Manila, que acaba de morir”. Los guardias no dan crédito a lo que oyen, este soldado desconocido no solo dice que acaba de llegar de Filipinas sino que además que su gobernador a muerto el día de antes, fue demasiado y tomándolo por loco lo desarman llevándolo preso.

Ante una historia tan inverosímil la Inquisición tomó cartas en el asunto acusándolo de ser un servidor del demonio, aunque tras los consabidos  interrogatorios nada se pudo demostrar, finalmente las autoridades lo acusaron de desertor encerrándolo.

Pasaron los meses hasta que arribo a Acapulco, el galeón de Manila, que además de las preciosas mercancías de la China y del resto de Asia, traía la noticia de la muerte del gobernador, además entre los pasajeros llegó un soldado que una vez desembarcó se dirigió a México y enterado del prodigioso suceso se presentó ante las autoridades  reconociendo a Gil como compañero suyo, desaparecido el día después de la muerte de Das Mariñas, asombrados ante el prodigio las autoridades le pusieron en libertad, autorizándole a volver a Filipinas recobrando su vida.

Esta historia fue recogida por primea vez por fray Gaspar de San Agustín (1650-1724), en su libro:Conquistas de las Islas Philipinas: La temporal por las armas del Señor Don Phelipe Segundo el Prudente; y la espiritual por los religiosos del Orden de Nuestro Padre San Agustín – Fundación y progressos de su Provincia del Santísimo Nombre de Jesús”  (1698, reeditado en 1998 con el título Conquistas de las Islas Filipinas 1565-1615), ciento cinco años después de haber ocurrido, el propio fray Gaspar reconoce que las fuentes que él recoge son de tradiciones orales no aportando ni siquiera el nombre del soldado protagonista del hecho: «Es digno de ponderación, que el mismo día que sucedió la tragedia de Gomez Pérez, se supo en México por arte de Satanás, de quien valiéndose algunas mujeres inclinadas a semejantes agilidades trasplantaron a la Plaza de México a un Soldado que estaba haziendo posta una noche en una Garita de la muralla de Manila y fue executado tan sin sentirlo el Soldado que por la mañana le hallaron passeandose con sus armas en la Plaza de México, preguntando el nombre à quantos passaban. Pero el Santo Oficio de la Inquisición de aquella Ciudad le mandò bolver à estas Islas, donde le conocieron muchos, que me aseguraron la certeza de este sucesso».

Además la noticia de la muerte de Gómez Pérez das Mariñas ocurrió en el viaje a las Molucas y fray Francisco Montilla o Juan de Cuellar sobrevivientes del motín y puestos en libertad tardaron cuarenta días en volver, luego la noticia de su muerte no se pudo saber al día siguiente.

El nombre del soldado Gil Pérez no apareció hasta 1908, Thomas Allibone Janvier, un experto en folclore americano que vivía en México, reescribió la historia como: Leyenda del Espectro Viviente”, su obra estaba basada en la del historiador mexicano Luis González Obregón: “México viejo: noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres”, uno de cuyos capítulos –El aparecido – está dedicado al soldado teletransportado, basada a su vez en la de fray Gaspar, Obregón adorna el relato diciendo que «su uniforme no lo usaban los soldados de esa tierra», pero hay que señalar que en aquella época los soldados no iban uniformados aunque llevaban elementos comunes como la coraza o el capacete, pero estando de guardia llevarían alabarda o partesana y no arcabuces pues las armas de fuego no eran la dotación normal de un centinela.

Por último resulta curioso que tras la intervención de la Inquisición, que todo lo documentaba dejándolo escrito, no se conserve ningún documento oficial que hable del caso.

No deja de ser bonito el recoger una leyenda (de las que el virreinato está lleno), en donde se recoge la historia, la magia y la religión, fusionándolas en un texto que se adelantó cuatrocientos años a los cuentos que en el siglo XX harán legión de fans.