Cada año se compran y desechan en el mundo 7.000 millones de bombillas, el equivalente a mil campos de fútbol repletos de este tipo de lámparas. El economista Benito Muros ha desarrollado un modelo que lucha contra la obsolescencia programada y promete durar casi un siglo.

Empezaré el artículo disculpándome ante el lector, porque el titular es inexacto. La primera bombilla del mundo cuya vida útil ha alcanzado los 80 años tiene sello estadounidense y se fabricó en el año 1901. Efectivamente, me refiero a la famosa bombilla de Livermore, que lleva alumbrando el parque de bomberos de esa ciudad californiana 118 años: una lámpara que funciona con 4 vatios de potencia, es incandescente y lleva más de 1 millón de horas iluminando la estación. Fue justamente durante una visita turística al parque de bomberos de Livermore, convertido en atracción turística, cuando el economista español Benito Muros se preguntó cómo era posible que aquella bombilla llevara más de cien años dando luz, cuando las bombillas estándar suelen durar una media de 1 año, o menos. ¿Si un siglo atrás se había inventado una bombilla que parecía eterna, por qué la industria las fabricaba con una vida útil tan corta, obligando al consumidor a comprar y desechar decenas de ellas a lo largo de su vida? Era el año 2000 y el término obsolescencia programada todavía no había irrumpido en los grandes medios generadores de opinión pública.

Aquella visita al parque de bomberos de California germinó en el propósito sesudo y casi obsesivo de recrear la bombilla de Livermore, con la tecnología avanzada disponible. Benito Muros regresó a España con la convicción de que aquella bombilla significaba mucho más un gran invento de principios del siglo XX. Simbolizaba la certeza de que el sistema productivo actual está diseñado para perjudicar al consumidor y beneficiar a las grandes corporaciones, multiplicando sus ingresos gracias al consumo masivo y repetitivo. Y todo ello, generando un daño irreparable para el medio ambiente, con una sobreexplotación de los recursos naturales necesaria para la fabricación de productos y una generación ingente de residuos que la naturaleza es incapaz de regenerar.

Tras comprender que la planificación intencionada del fin de la vida útil de los productos, práctica conocida como obsolescencia programada, está totalmente generalizada en la industria mundial, Benito Muros reclutó a varios ingenieros para intentar crear una bombilla con una vida útil lo más larga posible. «Cada año se compran y se tiran en el mundo 7.000 millones de bombillas, el equivalente a mil campos de fútbol llenos de bombillas», señala el economista durante una entrevista con Ethic. «La obsolescencia programada se introdujo en la cadena de producción en los años 30 en los EE.UU., después del crack del 29, con la finalidad de estimular el crecimiento económico en una época de profunda recesión. Desde entonces, los fabricantes acortan la vida útil de los productos para mantener la sociedad de consumo a un ritmo cada vez más rápido, obligando a un consumidor medio occidental a gastarse a lo largo de su vida entre 50.000 y 60.000 € en la compra de electrodomésticos».

En 2015, tras muchos ensayos y numerosos viajes al extranjero para encontrar los materiales adecuados, Benito Muros y su equipo dieron vida a la primera bombilla del siglo XXI con una vida de entre 80 y 100 años. «La bombilla Actúa Vida, así la hemos bautizado, es la primera del mundo sin obsolescencia programada, y ello es posible porque está fabricada con materiales cuya composición permite una durabilidad muy superior a la de una bombilla ordinaria. Son materiales utilizados en el sector de la aviación, ya que en este terreno no se aplica la obsolescencia programada por razones obvias, pues no estaría bien visto que un avión cayera al vacío porque sus fabricantes acortaron su vida útil de forma deliberada», recalca Muros, que preside desde 2015 la Fundación Feniss, dedicada a promover la innovación y el desarrollo sostenible.

«Hemos presentado nuestra bombilla ante el principal organismo certificador del mundo, la empresa alemana Tuv Rheinland, y también ante la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), dependiente del Ministerio de Industria de España. Ambos organismos operan bajo el paraguas de la Unión Europea y han certificado que Actúa Vida está producida sin obsolescencia programada», cuenta el creador de la bombilla. Eso significa que está fabricada para durar entre 12 y 14 años si permanece encendida de forma ininterrumpida 24 horas al día, y si se enciende entre 4 y 5 horas al día, el consumo más habitual en los hogares, «puede llegar a los 100 años».

Sabiendo que esta bombilla existe, la pregunta es: ¿Cómo es que no está en los lineales todos los supermercados? «Hemos ido a todas las grandes cadenas de este país y la respuesta siempre ha sido la misma: ¿Qué sentido tiene para nuestro negocio que vendamos esta bombilla si una vez vendida una unidad, el consumidor nunca vendrá a por más?». Asimismo, la introducción de la obsolescencia planificada en el sector de la iluminación supone un dispendio enorme para las administraciones, pues el mantenimiento del alumbrado público tiene un coste millonario que pagan el conjunto de los consumidores.

Benito Muros se ha dirigido a varias administraciones públicas de este país para presentar sus productos, con cálculos que evidencian el tremendo ahorro que supondría para una administración reemplazar todas las bombillas de las farolas y de los semáforos por unidades sin obsolescencia programada.«El ayuntamiento de Barcelona estuvo a punto de firmar un acuerdo con nosotros, pero en el último momento el responsable público se echó atrás por presiones», explica el economista. La excepción está en las Islas Canarias. El cabildo de El Hierro ha sustituido todas las luminarias por las de Light & Life Technology. «Es la única administración española que se ha atrevido a dar el paso, generando un ahorro cuantioso para el ciudadano», explica Muros.

La Unión Europea aprobó en 2015 la directiva Por un consumo más sostenible: La duración de la vida de los productos industriales y la información al consumidor para recuperar la confianza (o directiva 2014/C 67/05 sobre Obsolescencia Programada), que emplaza a los Estados miembros a legislar a partir del año 2020 para que las empresas produzcan sin obsolescencia programada.

El economista lamenta que es una directiva «muy flexible» que no obliga, sino que pide «fomentar iniciativas voluntarias de certificación» de productos sin obsolescencia programada. Pero, a la vez, reconoce que es un gran avance porque, por primera vez, la UE reconoce la presencia de defectos (en los productos) calculada de forma deliberada. La Unión Europea aboga en esta directiva por «la prohibición total de los productos cuyos defectos se calculan para provocar el fin de la vida útil del aparato», y se refiere a «determinadas impresoras concebidas para dejar de funcionar al cabo de cierto número de actualizaciones», en alusión al fabricante HP, cuyas impresoras contenían un chip para colapsar el aparato al cabo de equis número de impresiones.

Recientemente, Benito Muros ha recibido una propuesta del Partido Verde alemán para integrarlo en sus filas y hacer política de forma conjunta desde las instituciones europeas, a favor de las prácticas sostenibles y en contra del actual sistema de producción, dirigido a alimentar la cadena de consumo, que devora los recursos naturales. «Lo estoy estudiando porque este tema tiene que abordarse desde instancias europeas. No es suficiente con legislar a nivel nacional. Los Verdes alemanes quieren fomentar una industria ecológica y eliminar o atenuar la obsolescencia programada. Están muy en sintonía con lo que yo promuevo desde la Fundación Feniss. Sería coherente participar en política con el mismo proyecto que defiendo».

Mientras, desgrana las iniciativas que podrían tomarse desde los partidos para fomentar un modelo económico sostenible de verdad: incentivos fiscales para aquellas empresas que fabriquen sin acordar de forma deliberada la vida útil de los productos; facilitar e impulsar el emprendimiento verde -dado que muchos emprendedores que quieren innovar en esa línea no tienen acceso al crédito- y situar en el centro del debate mediático la necesidad de que las empresas dejen de fabricar con obsolescencia programada, para concienciar al ciudadano del daño que causa al medio ambiente el consumo sin control.

«En la Unión Europea consumimos 64.000 millones de toneladas de materias primas al año, necesarias para seguir creciendo entre el 1 y 3% anual. Al mismo tiempo, generamos 35.000 toneladas de residuos al año. Este ritmo es totalmente insostenible. Nos quedan 15 años para cambiar el modelo productivo. Si no, lo tendremos que hacer de golpe y será una catástrofe», advierte.

Zahida Membrado