Las “hazañas” del ex comisario Villarejo darían para un culebrón de los buenos. Como en el Don Juan Tenorio, por donde quiera que fue, no hubo escándalo ni daño donde no se hallara él. En casi todos los casos de espionaje político y policial aparece el inconmensurable Villarejo. Desde los importantes, como la trama Gürtel; los que enquistaron a nuestra democracia, como la lucha contra ETA, hasta los ridículos como el tema del Pequeño Nicolás o los de vergüenza torera como los de Corinna y nuestro Emérito. En todos aparece la alargada sombra del ex comisario. Sus tentáculos no sólo se han movido en el ámbito policial, también en el empresarial, en el detectivesco y en el de agente especial y secreto de la Secretaria de Estado del Ministerio del Interior. Todo un roedor de las cloacas del Estado, según apuntan ahora los políticos.
Pero, en su momento, el poder se dejó querer por Villarejo. Políticos, jueces, empresarios o periodistas fueron investigados por él. Unas veces con la anuencia gubernamental y otras por cuenta propia para tener su propio archivo policial. Todos, supuestamente, buscaron su amistad o su complicidad para medrar en política, llenarse los bolsillos o simplemente, para tener a alguien a quien llevarse a la cama. “A gente dura le ponías una chorbita… y muerto”, solía decir Villarejo. Según él mismo explicaba en la famosa grabación de la comida con la ministra y el juez Garzón. “¿Sabéis lo que hice para llevarme al huerto a todo el mundo? Montar una agencia de modelos”. Lo llamaba “información vaginal”
Hoy el turno de las grabaciones clandestinas le ha tocado – y el tema va para largo y en entregas, para hacerlo más emocionante – a la ex secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, bueno a ella, a su marido y a todo el PP. Las reuniones con semejante agente se hacían en la mismísima sede del partido, a la que acudía Villarejo con coches que le enviaba Cospedal, con cristales tintados para mantener la intimidad del personaje. Poco a poco iremos sabiendo toda la información que Villarejo pasaba a María Dolores.
Lo triste no son las historias de espías, de prevaricaciones, de manejos, de comisiones, de pulsos al poder, de putañeros o de corruptos, eso no es triste, eso es indignante. Lo triste y cómico a la vez, es el poco nivel de la clase política, judicial y empresarial que, al parecer, se deja halagar y chantajear por un tipo como el ex comisario. Dice Villarejo en la cinta a López del Hierro, maridísimo de la Cospedal: “Porque todo lo que sea seguimiento o tal… Hay que estar muy pendiente, porque en el momento que me quemen… Bueno, como no sea con una paja no sé cómo lo van a hacer… Pero, joé, si me queman, la fuente se seca”. Como ven diálogos dignos de Mortadelo y Filemón y que Ibáñez me perdone.
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