Aunque no están pensados para optar a ningún premio literario, los textos de las etiquetas también merecen parte de nuestra atención.

Sin ellos iríamos a ciegas por el mundo, no tendríamos la menor idea de qué valores o despropósitos estamos alimentando con nuestro dinero… y, por lo tanto, no podríamos tomar decisiones propias de seres humanos con conciencia.

También es verdad que no todo está en la etiqueta. Por eso, hay que poner en valor la importancia de ese minuto que dedicamos a hablar con nuestro tendero o comerciante de confianza preguntándole de dónde viene la merluza o qué diferencia hay en comprar un detergente ecológico.

“La gente valora que le cuentes de dónde viene la ropa, cómo se ha producido o cuánto le va a durar”, en palabras del promotor de la tienda de moda con justa y ecológica Verde Moscú. Entendiendo su propia responsabilidad, comercios como este ya han hecho la primera parte del trabajo, en este caso seleccionando proveedores de textil realizado en condiciones dignas.

Tiendas donde vamos a aprender

Cada vez hay más establecimientos que, como este, actúan como punta de lanza de la concienciación y el cambio. En ellos, nos atienden personas que no solo piensan en vender, personas con las que aprendemos cuando nos descubren, por ejemplo, que además de cacao y café también hay muebles o juguetes de comercio justo o que si un paquete de papel higiénico lleva las siglas FSC tendremos la tranquilidad de que no contribuir a las talas ilegales que minan la selva.

La sensibilidad y la información viajan hoy en todas las direcciones: entre promotores y consumidores. Con el apoyo de todos, salen adelante iniciativas tan destacadas como El Huerto de Lucas, primer mercado de abastos de Madrid dedicado por completo a los productos ecológicos y donde, por cierto, tendré la oportunidad de estar el próximo día 23 para compartir una charla abierta sobre consumo con valores.

Creo que nadie puede ya creer de verdad que todas estas personas de carne hueso y sus proyectos son una moda. Lo que hacen nos beneficia a todos y cada vez menos gente es escéptica ante ello. Una compañía de referencia en estudios internacionales acaba de difundir que un 55 % de los consumidores a nivel mundial ya están dispuestos, si es necesario, a pagar un poco más por adquirir productos o servicios responsables y sostenibles.

Pienso que esto es imparable. Si de verdad estamos en la era de la información, las oportunidades de saber se multiplican… y una vez nos acostumbramos a leer las etiquetas, como ocurre con los libros, es difícil parar. Dicen en la tienda de ropa que mencionaba que “detrás de cada prenda hay una historia”. Una vez lo sabemos, ¿cómo vamos a ignorarlo?

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