Los resultados son los que son y tal vez abran un proceso de inestabilidad; sin embargo, han tenido la virtud de llevarse a VOX al reino de lo prescindible y a las encuestas intencionadas a la papelera de las estupideces más caras.

Enhorabuena a todas y a todos, hoy estamos más lejos del regreso al pasado. Como una ráfaga liberadora, el voto ciudadano ha rechazado a las mayorías absolutas y a la minoría de ideas  poco democráticas. Aunque, como ya anuncié en mi anterior artículo, es a costa de regresar al bipartidismo.

La situación no es nada fácil pero, en absoluto, compleja de entender.  Por un lado, la derecha, a pesar de su engañoso aumento de escaños –nuestro sistema electoral permite que, con un uno y medio por ciento más de votos, se saquen 40 o más diputados que el segundo–, tiene harto complicado poder gobernar y la izquierda, pese a perder, puede intentar continuar con los actuales pactos de gobierno. Hay varias incógnitas a resolver, la más peliaguda es la de los independentistas de Junts, con un presidente cuestionado por muchos de los suyos y siempre listo para salir corriendo. La formación de Puigdemont puede poner un alto precio a su abstención o, emulando al París revolucionario, pedir lo imposible; pero me cuesta verlos votando con el PP y con VOX contra la formación de un nuevo gobierno y  condenando a todos a repetir elecciones.

Cuando a Feijóo el viento de la realidad le airee sus pactos con Vox en las Comunidades y se lleve la posibilidad de atraerse a otras opciones de la Cámara, recurrirá al cabreo infinito que hace años arrastran los del PP, olvidando que el independentismo es una opción lícita, aunque no se comparta; que ETA es una  cuestión del pasado; y que Sumar tiene derecho a estar en una coalición gubernamental. Y ese será un punto de inflexión para su carrera política.

Ayer escuchamos algunos de los gritos de los peperos en la sede de la calle Génova, entre los papelitos blancos y azules aireados por el vientecillo madrileño, el nombre de Díaz Ayuso resonaba advirtiendo al gallego del peligro de sentarse durante cuatro años en el banco de la oposición.

El viento de estas elecciones se ha llevado muchas cosas, muchas, menos la capacidad de supervivencia de Sánchez, que parece a prueba de los designios de Eolo.