Entre los daños, por fortuna pocos, que han sufrido los edificios, destacan las sobrellevadas por la histórica y monumental Alhambra. Han sido reconocidos dos deterioros concretos, uno en la Torre de las Gallinas, cuyas almenas pueden haber padecido daños estructurales y otro en la llamada cuesta de los Chinos, uno de los caminos peatonales de entrada al conjunto, en cuyo suelo han aparecido oquedades y fisuras que han obligado a cerrar momentáneamente este acceso.

Esto me recuerda a uno de los cuentos que sobre la Alhambra escribió el estadounidense Washington Irving, en concreto el de la mano y la llave. Relata Irving que su guía, un tal Mateo, le revela que en la Puerta de la Justicia, llamada así por el tribunal que se constituía bajo su arcada en los días de la dominación musulmana, muestra en el pórtico, delimitado por un gran arco árabe en forma de herradura, una gigantesca mano en la clave del arco; y en la portada, dentro ya del vestíbulo, se puede ver una gran llave esculpida.

Le dice Mateo, según cuenta Irving, que de padres a hijos se trasmite en la Alhambra una tradición en la que la mano y la llave son una mágica invención de la que depende la suerte del monumento. Todo ha permanecido en pie durante siglos, desafiando tormentas y terremotos, por un mágico hechizo que durará hasta que la mano del arco exterior, movida por las fuerzas de la tierra, baje y coja la llave, es decir, que en el derrumbe se encuentren los dos símbolos. Entonces, y a pesar del drama, quedarán al descubierto todos los tesoros que allí escondieron los musulmanes.

Tal vez es tan solo una leyenda contada por Mateo para impresionar a Irving, lo cierto es que Granada es tierra de tan bellos asombros, que el poeta se compadecía del ciego que no podía verla, pero también es tierra de terremotos. Tengan cuidado.