Cuando me ponga bueno, prometo regalar un suspiro de ánimo mientras miro a los ojos a quien me habla. Me convendrá empaparme de su piel, admirar su sonrisa y refugiarme en ella. Ir de su mano y comprarnos cuarto y mitad de cariño y medio kilo de esperanza a repartirnos. Después, andar por la arena de la playa buscando una línea amiga del horizonte, allá donde no hay razas, ni religiones, tampoco nacionalidades. Todo es uno y es bastante. Un único abrazo, un cielo de solidaridad.
Decía Fernando Pessoa: “El corazón, si pudiera pensar, se pararía”.Y decía bien, el único órgano de nuestro cuerpo totalmente independiente, que no necesita a nadie ni de nadie, sigue impertérrito repartiendo sangre, oxígeno, nutrientes, eliminando dióxido de carbono y aburrido de repetirse en infinitos latidos por la mitra y la válvula, indiferente a la cansina vida de los demás órganos, compañeros de viaje que necesitan su alimento a todos los segundos. Por ello, el corazón es el centro del universo, ese espacio que encierra nuestro cuerpo, pero que no siente ni comprende. Eso lo deja al cerebro y sus neuronas y a las entrañas y sus casquerías. También actúa como émulo del Rey Sol, sabedor que sin su aporte, reinaría el caos; nada sería posible.
”De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su alma” se preguntaba Blaise Pascal. Solo cuando hay armonía entre cuerpo y alma, la mente cobra presencia y tú el sentido de tu lugar en la vida. Definir el alma es enjaular la Creación. No tiene tiempo, tampoco espacio. Ni forma, ni color ni rasgo alguno que limite su autonomía. Es global, infinita.Predican sobre su existencia, ignorantes que sin ella, el río de la vida se convertiría en un secarral.
Reflexionaba Gregorio Marañón, “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir”.
Corazón, Alma y Vida, tomar tres veces al día, en desayuno, almuerzo y cena.
No se sabe si vivirás más. Seguro es que vivirás mejor.
Autor Emilio Hidalgo
No Comment