Y al regresar contar a los suyos historias asombrosas al calor de un fuego, alimentando la imaginación, esas historias fueron creando héroes, paraísos e infiernos que quedaron recogidos en todas las civilizaciones y que debidamente readaptadas fueron pasando de unas a otras a través de los siglos. De esta forma, cuando al final de la Edad Media aparece un Nuevo Mundo todas esas historias cobraron nueva vida e impulsaron a los hombres a atravesar un océano plagado de monstruos en donde se acababa el mundo.

Hoy día está generalizado que la causa del descubrimiento y posterior conquista de América fue el ansia de oro, nada más lejos de la verdad. El verdadero motor del descubrimiento fue el comercio.

Con la caída de Constantinopla (Estambul), en manos de los Turcos Otomanos en 1453, el comercio con Oriente, la famosa Ruta de la seda quedó cerrada para el mundo occidental cristiano interrumpiendo un tráfico fluido de mercaderías muy valiosas: “seda, pimienta, clavo, etc”, que desde la época romana venía produciéndose sin interrupción; la escasez de estos productos ya caros de por sí, incrementó sobremanera su valor. Portugal y Castilla, las dos naciones más poderosas del momento, se habían repartido en el Tratado de Alcaçovas, los territorios oceánicos conocidos hasta este momento, quedando Canarias bajo Castilla y Azores, Madeira, Cabo Verde y Guinea bajo Portugal, quien además tendría el monopolio de seguir bajando hacia el sur de África que les llevo a descubrir el Cabo de Buena Esperanza y entrar en el Océano Indico, encontrando una nueva ruta hacia la India.

Otra creencia errónea es que la Edad Media fue un periodo de oscuridad y retroceso, pensamiento muy extendido del cual cuesta salir a pesar de todos los avances que este largo periodo tuvo, una de las mejores pruebas  fue la invención de la carabela en siglo XIII, protagonista naval indiscutible para la exploración de nuevas tierras, que necesitaba de personal muy experimentado para su manejo, como los pilotos que eran los encargados de determinar la posición de la nave y el rumbo a seguir. Pero a pesar de estos avances es cierto que la mayoría de la población era analfabeta y supersticiosa, aunque el resurgimiento de las ciudades (sobre todo de las costeras) dio paso a nuevas clases más preparadas como mercaderes, prestamistas o artesanos; burgueses con un capital cultural mayor, que conocían los clásicos y recibían constantes rumores de tierras lejanas y exóticas de grandes riquezas y mares desconocidos, formando el caldo de cultivo de unos hombres aventureros que soñaban, unos con gloria y fama; otros con acumular más y más riquezas; y la mayoría con salir de la pobreza y lograr una mejor condición social, estos hombres se llevaron consigo su saber y sus supersticiones que encontraron en las tierras recién descubiertas un terreno abonado para crecer y desarrollarse, mitos y leyendas que oídos y leídos una y otra vez desde la antigüedad, se readaptaron al nuevo tiempo y a un nuevo mundo, impulsando a dichos hombres a avanzar hacia lo desconocido.

La isla de la Antilia (Antilla)

El nombre de Antilla parece venir del portugués “ante ilha” (ante isla),  recoge la leyenda de diversas islas fantasmas situadas al oeste de las Azores. Desde la antigüedad la isla ha constituido un espacio geográfico ideal para los mitos, en ella se podían encontrar paraísos perdidos o eran morada de monstruos terroríficos donde se confundían el orden natural y el humano coexistiendo dioses, héroes y hombres en un mundo idealizado. El mito fue fusionando islas reales con fantásticas a lo largo de la historia como las Islas Afortunadas o de los bienaventurados, situada más allá de las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), lugar paradisíaco donde las almas de los hombres virtuosos viven felices y sin preocupaciones en una tierra que produce deliciosos frutos tres veces al año.

La misteriosa isla de Tule, situada según Eratóstenes al noroeste de Britania en su primer mapa, descubierta por Pytheas de Massalia (Marsella), mientras realizaba uno de sus viajes por el Atlántico norte, su nombre parece derivar de la raíz germánica “Dhul” (detenerse a descansar), Piteas indica que es el lugar donde el sol se detiene a descansar.

Dentro de la mitología irlandesa hay que destacar el viaje de San Brandán, que junto con otros catorce monjes, realizó un viaje de siete años por el Océano descubriendo un gran número de islas maravillosas culminando su viaje en el Paraíso, en el siglo X la leyenda fue escrita en una obra llamada Navigatio Sancti Brandani (La Navegación de San Brandán), del texto hay que destacar el momento donde los monjes deciden desembarcar en una isla para celebrar la misa de Pascua, al encender el fuego para cocinar el cordero pascual, la isla comienza a moverse violentamente por los que los monjes corren hacia el “curragh”, sencilla embarcación tradicional irlandesa hecha de madera y cuero en la que navegaban, pero Brandán se da cuenta de que no es una isla sino el lomo de un pez gigante, que fue identificado posteriormente con una ballena, curiosamente en la recopilación árabe de “Las mil y una noches”, recogida sobre el siglo IX, también hay un capitulo donde Simbad el marino desembarca en una isla que termina siendo una ballena. La historia de la isla Ballena fue tan bien acogida que comenzó a aparecer en los mapas identificándose como isla de San Brandán, que aparece y desaparece ocultándose a los ojos de quienes la buscan. En su viaje por las distintas islas se ha intentado identificar las islas Feroe, Islandia, Groenlandia, la Florida o las islas del Caribe terminando este recorrido en Canarias, donde una octava isla al occidente del archipiélago canario, San Borondón, aparece y desaparece y que nadie ha podido encontrar.

A estas islas mágicas y también perteneciente a la mitología irlandesa corresponde la isla Brasil o HyBrasil, mítica isla fantasma situada cerca de Irlanda. Como ya hemos dicho todas estas islas aparecieron en distintos mapas y cartas de navegación como el mapa de Bartolomeo Pareto de 1455 o el mapa de Toscanelli, al que tuvo acceso Cristóbal Colon y que seguramente le alentó a partir buscando una ruta a Oriente por Occidente y que le hizo confundir las islas del Caribe con la mítica isla Antilia (de ahí la denominación de Antillas), tenemos que tener en cuenta que los marinos eran profesionales sumamente preparados pero muy supersticiosos. Una última isla de leyenda que apareció en el medievo fue la de la isla de las siete ciudades, que nos enlaza directamente con el siguiente mito.

Las siete ciudades de Cíbola y Quivira

La leyenda de las siete ciudades proviene de un mito griego, anterior a la Odisea donde se registraban las hazañas de Jasón y los argonautas, trasladada más tarde a occidente.

Cuando los musulmanes tras la victoria en la batalla del río Guadalete en el 711 conquistan Hispania poniendo fin al reino visigodo, muchos nobles escapaban hacia el norte con los tesoros que podían, según la leyenda el Arzobispo de Mérida acompañado de seis Obispos, huyeron con todas las reliquias y riquezas que pudieron salvar hacia Porto (Oporto), allí embarcaron hacia una isla en donde fundaron siete ciudades acumulando grandes riquezas, en la versión portuguesa se omite en la leyenda la partida desde Mérida. Este relato fue fusionándose con el de la isla Antilla y tras el descubrimiento de América y la conquista del imperio Mexica la leyenda se reubicó al interior.

La primera breve referencia la hace Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien con sus compañeros Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y su esclavo Esteban de Dorantes, al que llamaban Estebanico, cruzaron Norteamérica desde la Florida hasta el golfo de California, tras este increíble periplo lleno de las más increíbles aventuras en donde fueron conquistadores, presos, esclavos, chamanes, médicos etc, fueron recogiendo por el camino todas las historias que les contaban los indios y entre ellas la de unas ciudades hechas de oro que refulgían al sol, Cabeza de Vaca también vio por primera vez un animal que llamó “vaca jorobada” o “cíbolo” nombre hoy en desuso dado al bisonte y que tendrá su influencia en esta historia al dar el nombre a la mítica ciudad. A su regreso a Nueva España contaron su aventura, lo que habían vivido y escuchado por boca de los indios, llegando a oídos del Virrey.

Antonio de Mendoza y Pacheco había sido nombrado primer Virrey de Nueva España, hombre prudente y sumamente preparado, acumulaba más de cuarenta años de experiencia como gobernador, diplomático y militar, a su llegada subordinó bajo su mandato a Hernán Cortes que como Capitán General era la primera autoridad hasta ese momento y sometió a un Juicio de Residencia al Gobernador de Nueva Galicia, Nuño Beltrán de Guzmán, acusándolo de corrupción y maltrato de los indígenas, que tras ser encontrado culpable fue apresado y trasladado a Castilla. Con el fin de controlar más firmemente esta zona fronteriza nombró gobernador de Nueva Galicia a su amigo y hombre de confianza Francisco Vázquez de Coronado.

Con Coronado viaja un franciscano llamado Marcos de Niza que tenía el encargo del Virrey de explorar los territorios del norte y averiguar si lo contado por Cabeza de Vaca y sus compañeros era verdad. La empresa le pareció muy atractiva a Fray Marcos pues le daba la oportunidad de evangelizar a los indígenas, a principios de 1539 partió de Compostela, la capital de Nueva Galicia, sin escolta militar, acompañado por Esteban de Dorantes que había sido comprado y liberado por el Virrey para servir de explorador en esta expedición. Esteban iba en avanzada al mando de un grupo de indios con los que informaba a fray Marcos de los parajes por donde pasaba y de lo que iba descubriendo, un día los indios regresaron informando que Esteban había muerto en un enfrentamiento con unos indios desconocidos, Niza continuo avanzando hasta un cerro en donde dijo ver la ciudad de Cíbola tal y como le habían contado los indígenas, pero con Esteban muerto el temor le pudo y dio por finalizado el viaje regresando a la ciudad de México el 2 de septiembre de ese mismo año. Redactó un informe que dejó impresionados a las autoridades virreinales, en él describía la grandiosidad de Cíbola, más grande que Cuzco o Tenochtitlan, detallando su riqueza donde sus habitantes usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas, perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas, pero no describe los lugares por donde paso, no elaboró mapas, ni hace alusión al clima, la flora o la fauna tal y como hicieron otros expedicionarios que poco a poco fueron dando forma y ser al Nuevo Mundo; su relato estaba lleno de fantasía y quimera que en ningún momento se acercaba a la realidad.

No se sabe porque fray Marcos presentó este informe sabedor de las consecuencias que iba a tener, varias son la suposiciones, es posible que ante el fracaso de la expedición su imaginación se desbordara para no presentar un informe desfavorable, otra razón podría ser la dificultad de entendimiento con los indígenas llevando a errores de traducción o que los indios le contaran lo que él quería escuchar, en donde Cíbola paso de ser una ciudad rica de esmeraldas y oro a un reino y este a tres, también está la posibilidad de que no hubiera pasado de un lugar llamado Vacapa, esperando los informes de Esteban que hasta ese momento todos eran fantásticos y al conocimiento de su muerte diera media vuelta apoyándose en ellos, sea como fuere su informe decidió al Virrey a organizar una expedición oficial para buscar dichas ciudades, pero eso es, otra historia.

La Ciudad de los Cesares

Este mito de nuevo cuño particular de Sudamérica, se comienza a construir a partir de las primeras exploraciones y estuvo presente durante toda la época virreinal, incluso se realzó en el siglo XVIII con las exploraciones científicas a la vez que estas desacreditaban toda fantasía, nace tan pronto como las expediciones se dirigieron hacia el sur americano en donde se mezclan expediciones portuguesas y castellanas pérdidas o naufragadas con leyendas indígenas, fundiéndose en una sola.

La expedición de Solís fue la primera que exploró el Río de la Plata internándose tierra a dentro, supieron por boca de los indios de un reino que vivía en la abundancia, tras la muerte de Solís y algunos de sus hombres a manos de los indígenas, el resto de la expedición dio la vuelta dejando a su suerte a Francisco del Puerto, único superviviente, que acabó integrándose con los indios, fue recogido más tarde por Sebastián Caboto, que se dirigía a las Molucas pero habiendo hecho escala en la costa Brasileña los portugueses le hablaron de la expedición de Aleixo Garcia, hacia el interior que habiendo llegado hasta territorio Inca murió cuando regresaba cargado de riquezas, algunos de los indios Guaraníes que le acompañaban consiguieron regresar con muestras de metales preciosos; también escuchó la historia aportada por algunos náufragos de la expedición de Solís y las que contaban Tupíes y Guaraníes sobre un territorio rico en oro y plata, Caboto decidió cambiar de destino y buscar la “Sierra de la Plata y las tierras del Rey Blanco”, remontando el llamado entonces “Río de Solís” hoy Río de la Plata en busca de dichas riquezas, con Francisco del Puerto como guía e interprete, subió el río Uruguay fundando diversos asentamientos como el fuerte Santi Spiritu, desde donde envió varias expediciones en busca de las ansiadas minas, una de ellas capitaneada por Francisco César, con cuatro o catorce hombres (el número no está claro), llego hasta Charcas y a su regreso entrega a Caboto un relato de la misma (hoy perdido), en el que hablaba de una gran ciudad rica y llena de tesoros pero sin ubicarla, con él nació el mito de una gran ciudad llena de riquezas conocida como la Ciudad de los Césares (nombre que recibió en su honor).

El Reino de Paititi

El mito del reino de Paititi aparece como una continuación del “el Dorado”, leyenda con la que llega a confundirse. Es un conjunto de ciudades conectadas a la red de túneles andinos, que habrían servido como último refugio a los supervivientes del imperio incaico, pero también una supuesta urbe hecha de oro perdida en alguna parte de la selva amazónica al este de los Andes.

Cien años antes de la llegada de los castellanos, el ejército inca de Túpac Inca Yupanqui, en su expansión hacia el este interior, llegó hasta un territorio de difícil acceso que unido a la resistencia de los indígenas del lugar, Muxus o Moxos, le llevaron a firmar un tratado con el gran padre (Yaya), señor del Paititi, en memoria de tal acuerdo se erigió una ciudad en la meseta del Pantiacolla, llamada Paiquinquin Qosqo, que significa la ciudad gemela al Cuzco, conectada con Paucartambo por siete depósitos de aprovisionamiento (Tambos). Al Pie de la ciudad se habría construido una laguna negra y cuadrada de la que partía un camino de lajas que la conectaba con ella. La fama de su poder y riqueza fue rápidamente difundida por las tribus vecinas que al llegar a oídos de los conquistadores estimuló su imaginación aventurándose a buscarla a lo largo de los siglos.

Acabamos de ver algunos de los mitos que readaptados desde la antigüedad llegaron al Nuevo Mundo y como otros nuevos tomaron formas de antiguas leyendas indias que unidas a las castellanas y portuguesas formaron unas nuevas, en el siguiente capítulo veremos como las Amazonas se trasladaron desde la antigua Grecia a la cuenca del río más grande del mundo o como la fuente de la Eterna Juventud viajó desde Eurasia hasta la Florida, leyenda que aun hoy día continua viva.